¿Urtubey estadista o Urtubey tilingo?
Los goles en contra del gobernador en campaña presidencial
Cuando en sus primeros años de gobernante de esta tierra bendita Juan Manuel Urtubey disimulaba en cierta forma sus iracundias juveniles y algunos desbordes al influjo de la magia serenatera de Cafayate y carnavalera de Los Tekis o del romanticismo de Los Nocheros, la generosidad o impotencia (valen las dos posibilidades) del hombre común y particularmente su platea femenina embelesada con su Bello Brumel en cierta forma naturalizaron esos rasgos que lo caracterizaron.
A la par de esa verdad, y alentado por su reconocida corte (de cortesanos) de amigos y onerosos asesores prebendarios del poder, el gaucho gobernador norteño, ataviado o (para no pocos) maquillado como tal, también fue seducido por las luces de las marquesinas de la farándula y el consecuente protagonismo en las huecas programaciones radiales y televisivas, y por supuesto en sus publicaciones gráficas, generalmente no gratuitas.
Cuando las lides políticas en pos del poder conquistado de manos de su mentor y padrino Juan Carlos Romero merced a un tiro de taba y “otras complicidades” en el 2007 trascendieron los límites de la aldea, Juan Manuel Urtubey se dejó seducir por el sueño que indefectiblemente termina en pesadilla de los tres mandatos, cuya fecha de vencimiento es diciembre de este año.
Sin pena ni gloria, o más bien con más pena que gloria, el en estos tiempos nuevamente amigo y compañero de Romero dedicó su mayor tiempo a tejer pacientemente la dificilísima urdimbre de su proyecto personal presidencial. Aspiración por cierto indiscutiblemente legítima.
En esos afanes transcurre sus días el gaucho norteño que de la noche a la mañana, con la catástrofe que sufrió su ex líder y conductora Cristina en el 2015 segura de ser dueña de la marioneta llamada Daniel Scioli, se envolvió en su poncho güemesiano sumándose a una “Alternativa Federal” que no quiere a su ex amigo Mauricio Macri ni a su ex soberana Cristina Kirchner nunca más en la Casa Rosada. Propuesta que alentaron como socios fundadores Sergio Massa, Miguel Pichetto y Juan Schiaretti, y otros accionistas minoritarios.
Ciertamente, una propuesta de alternativa a la dramática opción entre Macri o Cristina, hasta que “apareció” con fuerza notable la figura de Roberto Lavagna, que puso en evidencia las fragilidades de la “Alternativa Federal” de Urtubey y compañía, con su dudosa bandera del “renunciamiento” a las ambiciones individuales.
La idea sigue en pie, aunque estos muchachos que juran por todos los dioses y todos los santos que actúan despojados de toda ambición desmedida y que sólo quieren servir a la patria, realmente andan enfervorizados en sus campañas personales y no inspiran mucha confianza en su declamado desprendimiento.
El coqueteo de Sergio Massa con su hasta ayer irreconciliable, irrecuperable y corrupta adversaria Cristina, a quien quiere y pide públicamente sin ponerse colorado que el presidente de la Nación convoque para un Gran Acuerdo Nacional (con el perdón del nombre que rememora tiempos del facto y dictadura) es una cabal muestra de esa puja de personalismos.
En ese marco, nuestro comprovinciano presidenciable no pisa ni por casualidad el freno y dedica sus esfuerzos a la campaña por todo el país, descuidando inevitablemente su obligación de gobernante de este pedazo de la Argentina, evidentemente más postergado y empantanado que muchos otros, producto de esa falta y consecuente fracaso en la gestión.
La campaña presidencial: he aquí el punto donde el ciudadano centra hoy su atención con preocupación y enojo pues, como se plantea en el título de este comentario, el propio Urtubey y naturalmente su entorno nocivo de amanuenses aplaudidores se vuelve a manifestar aquella faceta de la farándula que tantas veces lo tentó y arrastró.
La disyuntiva es clara: ¿Qué esperan los salteños y los argentinos de los hombres que se ofrecen nada menos que para conducir sus destinos desde el más alto sitial del sistema democrático republicano?
La respuesta es obvia: Un mandatario con nivel de estadista, incontaminado de corrupción y cabalmente comprometido con un modelo de país y un Proyecto Nacional capaz de encauzar de una buena vez la reconstrucción de una democracia que para ser tal requiere cumplir su principio sustancial e irremplazable de la Justicia Social y su institucionalidad republicana.
Urtubey, ya veterano en las lides políticas y del juego del poder, lamentablemente sorprende con aquella ambivalencia de seriedad política y de tilinguería.
No puede ignorar las elementales incompatibilidades entre lo serio de sus responsabilidades y proyectos y lo fatuo de sus incursiones parodiando sketches con todo Tinelli o festival que lo convoque. Cuando no con notas del periodismo rosa de lujosas y costosas páginas que en definitiva ofenden al conjunto de la sociedad, y va de suyo, particularmente al enorme porcentaje de argentinos que hoy sufren la profunda crisis general que hasta acá no vislumbra una salida como alternativa segura.
Un ejemplo patético de esa preferencia vacua donde Juan Manuel Urtubey desperdicia sus posibilidades políticas personales lo constituyó sin lugar a dudas una nota de tapa y varias páginas con amplias fotografías donde todo resume ostentación y riqueza. Ofensiva a la pobreza es la palabra. Agraviante a la realidad del dengue en el norte, cuyas estadísticas se ocultan o disfrazan precisamente por la campaña, también. Más aún, excediendo lo tolerable, cuando la claque promociona que viajó kilómetros y kilómetros como si fuese imprescindible, a fotografiarse en un festival de Luis Miguel. Total, que gobierne
algún súper ministro.
Ojalá que la sintonía permanente del gobernante salteño que quiere ser presidente se fije de una buena vez, sin estos desvaríos, en los temas centrales de la Argentina en crisis de hoy, ante cuyo cuadro el mismo Urtubey proclama –en esos momentos de política en serio- esta promesa-compromiso:
“Me embarqué en ser candidato a presidente porque siento que tengo que salvar a la Argentina…”
Dios lo oiga.
Que se cumpla.
Con todo respeto… que reflexione…
Sin tanto fariseo en el templo.