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15 de Febrero, la sombra generosa de un roble llamado Roberto Romero


Este febrero, como todos los años y hacen ya 28, vuelve a llorar.

Es porque los días 15 evocamos a Roberto Romero, a quien sus amigos bien llamamos el último caudillo popular del peronismo salteño.

Motivado una vez más por otro amigo común, el ingeniero Raúl “El Ciego” Sángari, tomo con orgullo y nostalgiosamente -lo resalto- la palabra en memoria encendida y homenaje.

Terminaba Raúl de escuchar la enorme “Vidala para mi sombra” del genial Julio Espinoza, y en desafío proclamó en voz alta, pero mirándome, inequívocamente mirándome para que tome sus palabras y lo acompañe:

  • “¡Digan si Roberto Romero no es uno de los personajes valiosos de la historia que vaya si dejó su sombra, como los hombres trascendentes…! Y siguió: ¡Es -no fue- un roble de los más robustos de esta geografía salteña de naturaleza privilegiada cuya copa frondosa fue y es capaz de dar sombra a todos sin excepción, incluidos los que no lo quisieron y aún no aceptan, pero con su mayor ramaje sobre los más vulnerables…!

La sombra, inseparable del hombre, se corporiza cada 15 de Febrero y nos aguarda con esa sonrisa “decidora” de tantas cosas sabias bajo esos lentes angostos posados al fin de la nariz, como nos lo hace presente la memoria a Roberto.

Y estaremos los amigos y la familia del gran amigo nuevamente hechos uno solo en el abrazo del encuentro ansiado y hasta casi celebratorio, pues se trata de la ocasión que todos los que estamos esperamos para hablar primero de la Amistad, con su valor moral inconmensurable de la Lealtad. Naturalmente, del compromiso filosófico, doctrinario, ideológico, político-militante.

Y así estaremos nuevamente conversando con El Tigre, con Don Roberto, con RR, jamás ausente en este tiempo desde su vuelo a otros cielos.

Va de suyo que renegaremos nosotros más que Él -que siempre nos educó templanza por sobre la rabia- por estos tiempos de la política asaltada, de tanto pero tanto dirigente sin ejemplaridad, de tanta corrupción.

Allí, en ese momento, nos refrescará en la memoria su postrer mensaje en aquella Escuela de Conducción Peronista que creó e instaló en el viejo local del Salta Club, donde ante la derrota electoral, siempre circunstancial, nos instaba a retemplar los espíritus y prepararnos para la próxima batalla -valga la figura- por la recuperación del poder con las reglas irremplazables del sistema democrático. ¡Y acabábamos de perder! ¡Y ya el mariscal volvía a la cabeza confirmando aquel acierto sin tiempos del general que sentenciaba y enseñaba: “Con los dirigentes a la cabeza… o… con la cabeza de los dirigentes…! Era duro, a veces, el líder.

Volveremos, este 15 de Febrero bajo la sombra del Roble Roberto, a imaginar nuevos diálogos, ajustados por supuesto a estos nuevos tiempos donde sin duda alguna nos haría reflexionar sobre la impostergable obligación de reconstruirnos como organización política con generosidad, sin corruptos ni fariseos ni cipayos, en una verdadera alternativa federal capaz de cuanto menos comenzar mitigando la herida abierta de esta grieta que desangra la Argentina. La impostergable obligación de reconstruirnos como país hacia el destino que merecemos… ¡y que tendremos!

También volveremos a comprobar este 15 de Febrero que con el correr del tiempo nuestras reuniones se convirtieron en el mágico alto horno que el final escurre y sintetiza en el más noble de los metales, que es la indestructible amistad. La reivindicación de la Lealtad.

Y así, los amigos y las compañeras y los compañeros celebraremos el encuentro con el Roble, con su sombra trascendente e imperecedera, con la dulzura de Nena mirándonos siempre junto a su primavera de hijos y nietos, como lo decimos todos, en un canto, siempre.

Estas lágrimas de los Febreros refrescan generosamente.

Y retemplan los espíritus con compromiso. Una vez más. Inclaudicables.


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