LA MUJER, UN MISTERIO
“Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios, hombre y mujer los creó” (Gen.1,27-28)
Hace unos meses visité a un viejo matrimonio amigo, un hogar normal, digamos mejor “un hogar corriente”de nuestra sociedad norteña. Me encontré con tres generaciones de mujeres, o casi cuatro, ya que venía una niña en camino en el vientre de la mujer más joven de la casa. El padre de familia, mi amigo Juan, cual patriarca veterotestamentario esgrimía frases bíblicas a doña Rosa, la jefa del hogar que se debatía entre las demandas de su anciana madre y los reclamos de la rebelde hija menor con un bebé en su seno. “Cuando nos casamos -decía Juan- el sacerdote nos enseñó que las mujeres casadas deben estar sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es Su Salvador. Así que la mujer debe de ser sumisa, amorosa y respetuosa con su esposo”.
Con este discurso cotidiano Rosa logró sobrevivir un matrimonio con casi ocho hijos, mientras se repartía en el ejercicio de la justicia como abogada y los deberes maritales y maternales. Eso la llevó a un agobio espiritual y moral, con la música monótona de su anciana madre, pidiéndole que aguante y que eso la hará feliz de verdad. Su hija Luisa le reclamaba la reivindicación de los derechos de la mujer a vivir libremente, a elegir su estilo de vida y su sexualidad, e incluso a decidir sobre su cuerpo y la vida nueva que se venía gestando, pues para ella, antes que nazca, era solo un anexo de carne en su propio cuerpo. Cuatro generaciones de mujeres juntas que ilustran la situación de muchas mujeres en un momento de cambio de paradigmas en la historia de nuestros pueblos y ciudades.
Más allá de los derechos básicos de cualquier persona, cada una de ellas viven sus propias costumbres que se transmiten de generación en generación, y que hasta el siglo pasado lo hacían sin cuestionar nada. Una abuela que vivió sujeta a los dictados de su marido y que una vez fallecido hubo de honrar su memoria con un penoso luto de negro de dos años o más y que pareciera que el mejor consejo que pudo dar a su hija y a sus nietas era “aguantar”. Rosa era una mujer moderna, que lucha a diario en un círculo familiar y social cerrado y así logró alcanzar su meta de realización profesional. Educó a sus hijos entre un padre indolente y autoritario y su vida sacrificada de trabajo profesional y hogareño, que marcaba sin querer, una nueva tendencia de las mujeres sustento del hogar, quebrando así, un paradigma prehistórico sobre la función del varón en el seno de la familia, como una novela tragicómica.
Lo cierto es que hoy, celebrando el día de la mujer nos encontramos con mujeres que van dibujando nuevamente, o redescubriendo su imagen en un camino equilibrado frente a las falsas imágenes. Y que, como Rosa, logran superar los mandatos prehistóricos y se realizan profesionalmente, viviendo de manera simultánea su maternidad y femineidad. Es necesario que la mujer de hoy encuentre su propia integridad, su propia salvación. A las mujeres modernas les gusta vivir su propia vida. Desean descubrir de qué serían capaces si se guiaran por sus propias fuerzas, en vez de definirse a sí mismas a partir de las expectativas de los demás, superando la soledad y la incomprensión en esta tarea diaria de construirse a sí mismas en su “ser mujer”.
Hay un feminismo paradójicamente machista que intenta sacar de quicio a la mujer, y desde una visión fundamentalista, presenta al hombre como enemigo de la misma. Por otro lado, un feminismo tierno e insulso pretende una mujer sometida y sumisa, educada para aguantar. Ni que decir del arquetipo de la mujer objeto, promovida no sólo por los hombres, sino también por las mismas mujeres que estando subvaluadas, pretenden un reconocimiento rentado.
Es necesario redescubrir la propia identidad del varón y de la mujer, de varón hijo de mujer, padre de mujer, hermano de mujer, amigo de mujer, y de la mujer con una serie de atributos, artista y sabia, amante y maternal, risueña y combativa, reina e indomable; y que no es madre por arte de magia, sino en la interacción con el varón, quien debe participar de la paternidad y de la planificación de la familia como alguien integrado.
Venimos de una cultura machista y matriarcal, donde el hombre es nómade, ave de paso, y la mujer es la que cría, educa y alimenta. El hombre lamentablemente, no pocas veces, es un simple sustentador de recursos materiales para el hogar.
Es necesario y urgente reconciliar los géneros y amigar a la familia. Ninguna sumisión es saludable para el amor. El amor es libertad. El dominio no es amor, el insulto no es amor, la violencia verbal o física no es amor, la sexualidad no participada plenamente por ambos no es amor.
Celebrar el día de la mujer es recordar a aquellas mujeres que dieron sus vidas por defender los derechos de los trabajadores, sean varones o mujeres, sencillamente, seres humanos.