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La Vida tiene un sentido

Quizás por haber leído y releído a Víctor E. Frankl, y su método denominado “logoterapia”, haya podido entender un poco más del gran misterio que es la vida y haberla enfrentado con decisión y seguridad al creer haber descubierto el sentido de mi existencia y que por lo tanto, a lo largo de mis 88 años de vida, siga creyendo que aún tengo por delante una tarea a cumplir.

Por ejemplo hoy, 7 de Junio, por expreso pedido de mi amigo y maestro Juan Guillermo Gonza, con motivo de festejar el Día del Periodista, escribí esta pequeña colaboración para su prestigioso semanario Nueva Propuesta.

Nosotros no inventamos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos. Me atrevería a sostener que no hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aún en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene un sentido.

Hasta ahora, con mis 88 años cumplidos, soy un agradecido de las vicisitudes que viví y me enseñaron tanto. Cada vez que tuve una caída, sacaba de mí mismo y del estudio de los grandes escritores, mayor fuerza para superar el mal momento y ascender más, ya que sabía que mi vida tenía un sentido superador para seguir el camino con alegría. Fui militar de carrera, director de empresas importantes, abogado y profesor universitario de Dirección de Empresas, de la Facultad de Derecho, siendo mi ajunto el doctor Juan Carlos Romero.

Y también me di el lujo de ser periodista profesional -escribí más de 100 columnas en el Diario El Tribuno, y en diario El Clarín sobre el sistema, en aquel entonces novedoso, de los containers.

Publiqué con mi amigo Juan Gonza varias ediciones especiales en El Tribuno, y culminamos escribiendo en portugués una edición especialmente extraordinaria, en Brasil, denominada “Salta mostra Argentina”, publicada por el prestigioso Diario “O Globo” como un suplemento que tuvo mucho éxito.

Pero de todo lo que hice, además de mi hermosa familia, lo que más me atrajo fue el tema de la Educación (en mayúscula). De allí que los cinco libros que escribí el que me trajo mayor satisfacción personal fue uno que titulé “El día que quisimos cambiar Salta”, editado y reeditado en el año 1994.

Ya en aquel entonces, hace muchos años, vislumbré que Salta, y por ende todas las otras provincias, necesitaban lograr un cambio cultural jerarquizando ciertos valores que hoy no existen más, al extremo de crear una gran grieta. El talentoso escritor Ignacio Chesa publicó en la edición de El Tribuno del pasado 1 de Junio una columna titulada “Unos y otros en la gran grieta”, sosteniendo al final de su escrito una gran verdad: “…la ignorancia y el fanatismo a la larga generan más odio y violencia.”

En mi libro ya mencionado, luego de varios viajes que realicé por el extranjero y comparando con lo que pude observar, desde Finlandia, Suecia, Noruega, Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso España; concluí que al revés de lo que hizo el gran prócer Domingo Faustino Sarmiento, que trajo más de 30 maestras desde EE.UU. para implantar un sistema educativo moderno del gran país del Norte; nosotros debíamos enviar masivamente nuestros jóvenes a estudiar o realizar experiencias en los países más adelantados. Así fue que viajaron 700 jóvenes de ambos sexos. Fue un éxito pues todos le encontraron la vuelta -valga la expresión- para crecer. Un caso particular: un joven humilde de Iruya hoy posee su casa propia en el exclusivo Club de Campo El Tipal. Luego viajaron médicos a Japón, ingenieros a Italia y así a otros países en un total de 1.700. Lamentablemente el gobierno de Hernán Cornejo lo suprimió como política de Estado. Lo mismo que hizo Ulloa cuando fue gobernador de Salta.

De aquella obra no queda nada o casi nada. No quiero presumir de lo original de mi idea pues la verdad es que traté de copiar lo que hiciera el general Mc Arthur luego que Japón fue derrotado. Envió casi 100.000 jóvenes japoneses, con becas, a las universidades más importantes de EE.UU. y Gran Bretaña.

Japón es una gran isla rocosa, pero en no más de seis años, gracias al cambio cultural que trajeron los jóvenes que se capacitaron en el extranjero, se convirtió en una gran potencia comercial, se especializó en la producción de equipos tecnológicos con destino al mercado internacional. Las industrias japonesas, especializadas en la producción de armamentos, de pronto y al cambiar su cultura, se dedicó a exportar equipos de música de alta tecnología y otros productos de calidad y así se convirtió en una gran potencia comercial.

Para terminar, transcribo el pensamiento de Lord Tomás Macaulay, en su obre cumbre “Historia de Inglaterra”: “Felices mil veces los pueblos que en los momentos de sus crisis se encuentren gobernados por seres para quienes la Historia no haya escrito en vano los hechos y las locuras de los hombres”.


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