"Los Re-garcas de la Dictadura"
"La política económica que actualmente implementa la Alianza macrista-radical es análoga a la que se impuso con la Dictadura en 1976, beneficiando a un conjunto acotado de grupos económicos locales, conglomerados extranjeros y algunas transnacionales"
“La evolución del hombre reconoce un pasado gorila y un futuro industrial”
(Raúl Scalabrini Ortiz)
Esa fecha inaugura la planificación de la muerte. Los conjurados, inspirados en el ejército francés en Argelia, decidieron que la represión se haría secretamente, a la luz mortecina de los chupaderos. Esta fue la “muerte argentina” organizada con esa precisión matemática que Hannah Arendt denominara “banalización del mal”.
Las Fuerzas Armadas fueron parte de ese engranaje y el concepto de “guerra” es el que eligen siempre los ideólogos del 24 de marzo para justificarse:”… En una guerra mueren inocentes, en una guerra se cometen excesos…”, afirman. Magnificaron enormemente toda acción guerrillera, para sentirse justificados. Y torturaron niños, arrasaron comisiones internas de fábricas, secuestraban profesores, etc. etc. La tortura fue constitutiva de la dictadura cívico-militar. La ideología de los asaltantes del poder se movía entre el liberalismo conservador al nacionalismo católico, con notables diferencias internas, pero cementadas con la matanza y la desaparición.
En su Carta Abierta a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh denuncia la relación entre el terror y el proyecto económico: “…En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada…”. No se equivocó. Los crímenes de la dictadura tenían el propósito final de entregar el país a la especulación financiera, configurando una compleja infraestructura semiclandestina de control, represión y producción cultural, que se articulaba con él terrorismo de Estado y la política económica-social. Picana, cultura y mercado de capitales, marchaban de la mano.
La Argentina debe al capitalismo neoliberal el mayor horror de su historia. Los profesionales de la tortura pontificaban: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, “Resulta indiferente producir acero o caramelo”, “Para la Argentina da lo mismo que un empresario local invierta en Nueva York o en Buenos Aires”, “El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos no debe preocupar porque entran capitales y se puede tomar deuda en el exterior sin problema alguno...”, etc.
Para posibilitar el desatino se “retrotrajeron las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial” y sigue Walsh, “cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron…”. También denunció acerca de los únicos beneficiarios de esa política económico-represiva dictada por el Fondo Monetario Internacional: “la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete…”.
Agrega Walsh:”… Desnacionalizando bancos se ponen ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera…, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina…”. Al día siguiente de escribir su Carta Abierta a la Junta Militar, como en una profecía autocumplida, el periodista, era secuestrado y desaparecido.
Martínez de Hoz inicia el proceso de concentración económica imperialista que con Menem se consolida de tal forma que ya no necesita la espada para imponerse. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sancionadas en el gobierno de Alfonsín cubrieron a los represores, que estuvieron al servicio de la destrucción del modelo de “industrialización por sustitución de importaciones (ISI)”, los “años gloriosos” argentinos (1945-73), parafraseando a Fourastié.
Rodolfo Walsh supo ver que el terrorismo de Estado era parte de un plan que tenía como eje frenar el avance de las clases populares, su empoderamiento económico y político, en la Argentina en particular y en la región en general. El objetivo último de la Dictadura cívico- militar era la implementación de las políticas neoliberales, que implican la lucha de todos contra todos bajo el reino del individualismo, la meritocracia y la destrucción de los colectivos y el tránsito de una sociedad industrial a otra basada en el modelo rentístico-financiero.
La política económica que actualmente implementa la Alianza macrista-radical es análoga a la que se impuso con la Dictadura en 1976, beneficiando a un conjunto acotado de grupos económicos locales, conglomerados extranjeros y algunas transnacionales, y las víctimas nuevamente son las clases populares. El caso paradigmático del vínculo entre el Estado dictador y los grandes grupos económicos fue la socialización del endeudamiento externo privado a través de un seguro de cambio y la posterior estatización de las deudas privadas en 1981.
El regreso de los “asesinos de escritorio”
Por su parte los “beneficiados” por la política económico-represiva de 1976, hoy continúan en el Gobierno nacional macrista-radical. Consideran que la institución del Día de la Memoria muestra una visión sesgada, parcial y engañosa de la historia. Declaman que se trata de una política de venganza por motivaciones ideológicas y resentimiento (Solanet – La Nación on line/2012). Este “asesino de escritorio” (Adorno dixit) afirmaba que el Gobierno kirchnerista había destruido “el sistema civilizatorio de convivencia”. Cuando Alberto Solanet afirmaba que “el golpe fue bien recibido por la mayor parte de los argentinos…”, se refería a la versión dictatorial que prevaleció durante décadas acerca de que la mayoría de los argentinos simpatizaban con el golpe y luego con la dictadura, dando consenso primero para interrumpir el gobierno constitucional de Isabel Perón y luego para sostener el régimen más criminal de la historia argentina. La mayoría del pueblo argentino no sabía de la existencia de 500 campos de concentración. La censura férrea y la complicidad de la prensa no les permitía saberlo. Los argentinos sabían retazos de realidad: tiros en la noche, secuestros en la madrugada. Sobrevino el terror, que es un estado superior al miedo. No había con quién hablar.
El terror hizo su faena más siniestra: transformar el silencio, por la alquimia del miedo, en culpa. Fue la mejor estrategia: culpabilizar a las mayorías, despojadas de ciudadanía y libertad, por haber permitido lo que no podían impedir. Los genocidas sabían que no contarían con la mayoría de los argentinos para una matanza. Videla lo aseguro en una entrevista:”…No se podía fusilar. La sociedad argentina no se hubiera bancado hoy un fusilamiento en Córdoba, mañana tres en Rosario, pasado cinco en Buenos Aires...”. Culpabilizar a la sociedad fue el plan más perdurable del régimen dictatorial. Los argentinos en su gran mayoría fueron víctimas y no victimarios. El embajador norteamericano Robert Hill, en un memorándum dirigido a su Departamento de Estado exaltaba: “Éste debe ser el golpe más civilizado y mejor planeado de la historia argentina”.
José Alfredo Martínez de Hoz fue un furioso defensor del genocidio. En una conferencia de prensa que ofreció el 20 de setiembre de 1978 afirmó:”… Las guerras nunca se pelean con guantes blancos. Hemos usado con los terroristas los mismos métodos drásticos que ellos habían empleado…”. Durante la dictadura, en sordina, se decía que él era “Martínez Dios”, en alusión a su poder y a su condición de mentor intelectual, junto con otros civiles, del golpe militar del 24 de marzo de 1976. En su casa tenía retratos de George Bush y Margaret Thatcher, y algunos trofeos de sus cacerías de caza mayor junto con el ministro del Interior general Albano Harguindeguy.
El ministro de economía genocida fue procesado, junto con el general Alcides López Aufranc, por su responsabilidad en los secuestros y desapariciones de delegados obreros de Acindar, en Villa Constitución. También fue imputado por el secuestro extorsivo de los empresarios Federico y Miguel Ernesto Gutheim y también por la desaparición, en junio de 1977, del economista español Juan Carlos Casariego, que se había opuesto a la nacionalización de la Ciade.
Videla: un militar que deshonró el uniforme
El reportaje al ex dictador Jorge Videla realizado por el periodista español Ricardo Angoso, en febrero de 2012, tiene gran valor histórico porque define con exactitud la abigarrada trama de complicidades que hicieron posible el terrorismo de estado y respalda la posición de los organismos defensores de los Derechos Humanos y su ejecución como política estatal.
Videla dice que las Fuerzas Armadas ofrecieron cuatro cursos de acción y el presidente interino Ítalo Luder eligió el más drástico y rápido, otorgándoles “licencia para matar”. Con tales amplios poderes “casi no hubiera sido necesario dar el golpe de Estado”, que se debió a “otras razones”. Afirma el genocida “los radicales apoyaban el golpe, estaban con nosotros y los empresarios también colaboraron, por medio de Martínez de Hoz”.
Por primera vez Videla admite el método del secuestro de personas y su posterior asesinato. Consideró “correcto” el enfoque de los tres niveles de responsabilidad de Alfonsín y el dictado de las leyes de punto final y obediencia debida. Afirma que Menem enmendó algunos errores de Alfonsín y “cumplió a través de los indultos”. Concluye diciendo que el peor momento para los militares ocurre “con la llegada de los Kirchner al gobierno. Ha habido una asimetría total en el tratamiento a las dos partes enfrentadas en el conflicto y la República está desaparecida, porque no hay justicia sino venganza…”.-
Origen de los “civiles carniceros”
El Golpe de 1976 restauró el poder civil más rancio de la Argentina. Martínez de Hoz fue acompañado por una troupe tan encorbatada como cuartelera, el Partido del Orden sin Votos, que se había extraviado con el sufragio universal y secreto, que vuelve con el golpe del 30 y la Década Infame y se queda sin brújula con la irrupción del peronismo en 1945.
Tras el triunfo de la fórmula Perón- Quijano, un grupo de jóvenes de clase alta conformaron el Ateneo de la Juventud Democrática Argentina (Ajda), siendo su primer presidente un muchacho orejudo de 20 años, llamado José Alfredo Martínez de Hoz (h). Los “Atenienses”, conformaban un amplio arco gorila y se presentaban como demócratas liberales. Con su revista “Demos” difundían una ideología golpista y ciertas figuras románticas como la “segunda tiranía”, emparentando a Rosas con Perón. Allí escribía Carlos Pedro Blaquier -futuro propietario del ingenio Ledesma donde se consumó una de las peores matanzas del videlismo- que afirmaba “…la democracia nos ha llevado al autoritarismo…”, similar latiguillo que aún repiten Mariano Grondona, la blonda ex –apocalíptica Carrió, etc.
El economista austríaco y premio nobel Friedrich von Hayek, referente económico de Margaret Thacher y padre fundador del neoliberalismo, aseguraba que “un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo”. Su preferencia personal, decía, era una “dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.
En 1973, ante el triunfo del peronismo, el militar Federico de Álzaga, integrante del Ajda, reprodujo la asociación del “Ateneo” con fines conspirativos. Así nació el Club Azcuénaga, esencia del gorilaje, donde se elaboró el plan económico del 2 de abril de 1976, cobijando en su seno a Jaime Perriaux, Martínez de Hoz, Mario Cadenas Madariaga, Horacio García Belsunce (p), Guillermo Zubarán, etc. Si a esto le sumamos el clericalismo integrista y cerril que muchos practicaban y la determinación de dominar a la sociedad por el terror, estamos frente al núcleo duro de la ideología de la dictadura cívico-militar iniciada en 1976. Como nunca antes los civiles cuarteleros gozaron de la alternativa de emplear el Estado como paraguas protector de sus negocios. Con el gobierno macrista- radical la historia vuelve a repetirse.
Con el programa económico del Club Azcuénaga, se destruyó la Argentina industrial y se intentó terminar definitivamente con el justicialismo. El ministro de Economía del dictador Leopoldo Galtieri, Roberto Alemán, decía que el próximo gobierno democrático estaría tan inhibido para actuar que virtualmente estaba condenado al fracaso. Su hermano Juan Alemán, Secretario de Hacienda, dijo a fines de 1983 que Alfonsín tenía que agradecer su triunfo al proceso cívico-militar, porque había transformado a miles de obreros industriales en vendedores ambulantes.
Esa “vieja oligarquía ganadera y nueva oligarquía especuladora y el grupo selecto de monopolios internacionales”, beneficiarios de la política económico-represiva instaurada por el Golpe cívico-militar en 1976, continúa con la Alianza macrista-radical. El plan ultra liberal de los golpistas tuvo su variante argentina: el Estado finalmente no se achicó ni se retiró, sino que se puso al servicio del reciclaje de los grupos civiles dominantes, portadores del “añejo pensamiento oligárquico”, como red para la protección de sus negocios, tal como había sido el origen de la vieja oligarquía. Para que esto se cumpliera, los barones del proceso crearon una sociedad atravesada por la sumisión. La desnacionalización de la economía y la muerte, dos herencias del golpe cívico-militar de 1976.
Actualmente, con nuevos personajes, pero con el mismo programa económico saqueador de la dictadura de 1976, los re-garcas del gobierno nacional saben que intentar bajar el costo argentino implica también reducir drásticamente los ingresos de los argentinos y por lo tanto, las ventas en el mercado interno. Una política en desmedro de las mayorías, que generara por sí misma las condiciones para el regreso de un gobierno popular.
Los argentinos debemos mantener firme la memoria y vivos los sueños de nuestros patriotas suramericanos, luchando para alcanzar un país justo, libre y próspero, terminando con la injusta distribución de la riqueza. Para acumular capital y tecnología es necesario poseer sabiduría institucional, madurez en los sistemas políticos, sinergia entre lo público y lo privado, un sistema nacional de ciencia y tecnología, soberanía y capacidad de decidir en un mundo globalizado. La verdad y la memoria se militan.
La polarización entre el modelo de la Alianza oligárquica macrista-radical con el capital extranjero versus el nacional y popular, es una realidad que comienza a hacerse piel en la población. La política económica de la “Alianza Cambiemos” es una fábrica de pobres. El gobierno que prometió “pobreza cero”, creó 166 mil pobres por mes, casi 5600 por día. La primera quincena de marzo/2017 fue, políticamente un quiebre histórico para el gobierno, porque irrumpió en la escena nacional “la resistencia de los ajustados” (Claudio Scaleta dixit). Arturo Jauretche solía decir:”…el burro viejo agarra trote cuando la calle empieza a trotar, y acá me parece que están empezando a trotar las calles…”. (Fuente: www.diarioelregional.com)