Wichi muerto, vida paria, muerte paria
“Lo tuvimos que llevar al cementerio en un “acopladito” de bicicleta…”
Le juro, amigo lector, que mi primer impulso para esta nota me lleva a pensar en una grosería que es un sayo que le calzaría no a uno sino a muchos funcionaretes -valga la expresión- del gobierno de turno. Pero en respeto al hermano aborigen que partió a los cielos de los peor tratados en este mundo “civilizado y cristiano” con autoridades caminadoras infatigables de procesiones y de comunión permanente seguramente sin pasar por los confesionarios, me imponen moderación para difundir la triste situación y naturalmente opinar.
Sucedió en Embarcación, ciudad del norte salteño, jurisdicción del Departamento San Martín tan potencialmente rica como increíblemente pletórica de marginados donde resaltan por su extrema e histórica condición de parias los pueblos originarios, alguna vez dueños de estas tierras, hoy expulsados a obligadas “misiones” o comunidades intrusas en tierras donde subsisten que no es lo mismo que decir viven con la dignidad que merecen.
Tal vez se llamaba Juan -como aquel que inmortalizó el genio poético de Antonio Nella Castro en ese himno social que habla de un Juan, sombra del monte, que para vivir como vive mejor no morir de viejo…
Pertenecía a la comunidad Wichí bautizada como “Chirola” ubicada muy próxima a Dragones, pueblo que conozco de gente hermosa y generosa anfitriona que te adopta si lo tuyo es de idéntico sentimiento. El pueblo del patriarca que ya partió pero que siempre es presencia como lo es Tito Vera.
Juan, este otro pobre Juan, era velado sobre unas mantas hasta que la delegación municipal dependiente de la Intendencia de Embarcación le hizo llegar -como un favor- un proletario féretro. El cajón para el viaje final.
Pero el gobierno -allí representado- “tenía un problema”: No podía prestarles el tractor con el acoplado mutiuso… ¡porque no tenía chofer…!
¡Qué ganas…amigo lector, y perdón por esto, por el impulso de este cronista de desbordarse, como lo pensó en la palabra inicial de esta nota!
El periodismo de Embarcación, desde un despacho de Radio Panamericana, ilustrado en internet con una fotografía que publicamos en esta página, relata el hecho desde el relato de otro hermano de “La Chirola”, Ángel Galarza, y que con notable precisión difundieron los colegas de La Gaceta desde su redacción Salta.
De las palabras de Galarza, que son un espejo de la marginalidad de los pueblos originarios que habitan las zonas donde serpentean el Bermejo y el Pilcomayo en toda su extensión y sin límites provinciales, surge la realidad, la verdad de aquello que “para vivir como vive… mejor no morir de viejo…”
Y este Juan del 2017 lo confirma.
Murió “de muerte natural” a los 45 años.
Y fue llevado a su tumba en un carrito de ésos que conocemos como acopladitos para bicicletas.
El Estado, con su tropel de jerarcas volvió a mostrarse desnudo, sin escenografías de cartón. Sin marquesinas luminosas.
Volvió a mostrar la falsía de su declamado compromiso social. Su ignorancia culposa de que una Democracia, para ser tal, requiere el cumplimiento cabal de la Justicia Social.
La crónica de Radio Panamericana y La Gaceta lo dice todo. Aquí, en esta misma página se la ofrecemos.
Adiós, hermano Juan, de “La Chirola”.
Y perdónalos… aunque saben lo que hacen.