Los pobres fueron excusa para que alguien se enriqueciera
En junio de 2015, Cristina Fernández proclamó ante la FAO, sin ponerse colorada y con tono firme para seducir al auditorio internacional, que la pobreza en nuestro país era de un 5 %
El 8 de junio de 2015, Cristina Fernández expuso ante la FAO, el organismo de Naciones Unidas vinculado a la alimentación y a la agricultura. Sin ponerse colorada, con el tono firme y la convicción necesaria para seducir al auditorio internacional, la entonces mandataria situó la pobreza en nuestro país en un 5 %.
Luego, y con los datos privados en la mano–mostraban una realidad casi similar a la que se había expuesto–, algunos periodistas tuvieron la osadía de consultar a Aníbal Fernández, jefe de Gabinete y abanderado de lo que fuera necesario, quien tuvo el descaro de asegurar que nuestro país estaba mejor que Alemania. “Aunque no te guste y te cueste aceptar. Es cuestión de meterse a la base (de datos) de Alemania y ver cómo responden ellos a la pobreza estructural y te lo muestran”, remarcó, sin ponerse colorado.
Claro, según los datos que querían imponer, Aníbal tenía razón: La pobreza alcanzó en el año 2015 a un 15,7 % de los alemanes, según informó la Oficina Federal de Estadística (Destatis) del país, publicó la agencia DPA.
Mientras unos nueve millones de argentinos ya se ubicaban en los márgenes que los estadistas consideran pobreza, sus gobernantes se burlaban casi en su cara. Y lo hacía nada menos que un sector político que, con desparpajo tribunero, decía levantar las banderas de la justicia social.
Las cifras reales, lacerantes (no estigmatizantes, como dice Axel Kicillof), demuestran por qué–como ocurría con la inflación y otros indicadores–se quería ocultar o “dibujar”. En realidad, los impulsores del relato sabían que las falsas gestas épicas no se construyen con la verdad.
En la Argentina, desde hace décadas, se viene utilizando a los pobres para construir poder político desde sus votos. Pero, en los últimos años, también se comenzó a utilizar la pobreza para sumar recursos económicos.
Puede tomarse, apenas como un caso testigo, una de las causas que se lleva adelante en la justicia jujeña donde pidió que el ex funcionario José López vaya a declarar a su territorio. El caso involucra a Milagro Sala.
En el medio hay nada menos que 150 millones de pesos. Salieron del Tesoro Nacional con un supuesto destino a obras de viviendas que debían realizar cooperativas vinculadas a la líder de la Tupac Amaru. El ex ministro Julio De Vido y López fueron los responsables de liberar el dinero, aparentemente sin control.
Pero, según relataron ex aliados de Sala, gran parte de la plata que llegaba a Jujuy para ser destinado a obras sociales era extraída del Banco Nación, embolsada, y enviada de regreso a Buenos Aires. En el caso que involucra a López y a Sala, las casas no se hicieron.
Los pobres fueron una excusa perfecta para que alguien engrosara su riqueza.
El final relativamente feliz para la novela de la ley de Ganancias requirió de varias muñecas políticas, de las que escasean en el Gobierno.
Diferencias de criterios y alejamientos
Hace meses que se sabía que el ministro de Hacienda de la Nación, Alfonso Prat Gay, no estaba cómodo en el Gobierno. Las razones van desde que no comparte la descentralización de las decisiones económicas en múltiples áreas, hasta discrepancias sobre los criterios técnicos y políticos para combatir la inflación, alentar las inversiones y poner orden en las cuentas fiscales.
Sus amigos más cercanos afirmaban que estaba dispuesto a dejar el cargo, pero quería hacerlo causándole el menor daño posible a la gestión de Mauricio Macri. La salida de Isela Costantini de la conducción de Aerolíneas Argentinas, por no ajustarse al pensamiento de los vicejefes de Gabinete, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, ni del ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, pareció abrir una puerta para la resolución de estos conflictos internos. Tanto Costantini como Prat Gay escucharon en silencio aquellas palabras del Presidente durante una reunión del gabinete ampliado, cuando remarcó que Marcos Peña, Lopetegui y Quintana “son yo”. Eso no les hizo torcer sus voluntades de seguir adelante con sus ideas. A la ex titular de Aerolíneas, al igual que al Ministro de Hacienda le pidieron la renuncia. ¿Son estos los únicos funcionarios de primera línea que expresan rebeldías ante las estructuras superiores del Gobierno? Fuentes oficiales sostienen que no, pero a la vez admiten que no todos los “disconformes” son capaces de llevar las cosas al extremo de su alejamiento. En la intimidad de la jefatura de Gabinete que conduce Peña, la frase que responde a estos interrogantes es la conocida: “Al que no le guste, que se vaya”.
Muñecas políticas
Lo que no se reconoce de manera explícita en el Gobierno es que el año político del Gobierno termina con saldo positivo más por el buen trabajo parlamentario de Cambiemos que por la gestión de sus funcionarios. Una de las excepciones es el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, quien ha sabido anudar una sólida relación con las provincias, que son una pieza insustituible para sostener la gobernabilidad. El final relativamente feliz para la novela de la ley de Ganancias requirió de varias muñecas políticas, de las que escasean en el Gobierno. Después de la torpeza inicial de enviar un proyecto a sesiones extraordinarias sin consensuar, con la orden de no ceder modificaciones y estando en minoría parlamentaria, el oficialismo sufrió la impotencia de ver a toda la oposición a los abrazos y aprobando en Diputados una ley demasiado onerosa. Había que desmontar la construcción económica, por un lado, para no perjudicar al fisco, y la política, por el otro, para que la experiencia de la vuelta a la unidad de kirchnerismo y peronismo no resultara exitosa. Quienes lo consiguieron son los mismos que lograron devolverle al Congreso el rol democrático de debatir y acordar, que no tuvo en los 12 años anteriores. Desorientados por la falta de un liderazgo claro y por no haber comprendido todavía en forma cabal que perdieron el poder, los kirchneristas duros del Frente para la Victoria tuvieron una efímera explosión de júbilo que se transformó luego en frustración. Legisladores del oficialismo disfrutaron de escuchar cómo el jefe de la bancada K, Héctor Recalde, le reprochaba a Axel Kicillof: “Te hicieron una cama y nos acostaron a todos”. Quedó en evidencia que el infantilismo político no es patrimonio exclusivo del macrismo, y que el resentimiento no es buen consejero.
Los triunfadores
Aceptar que se diera el golpe de timón por el que comenzó a revertirse la derrota inicial del Gobierno en la ley de Ganancias correspondió, aunque no muy convencido, al presidente Macri. Fue cuando le contaron que la lectura que se hacía en los centros económicos mundiales era la de una cada vez mayor debilidad de su gestión porque perdía nada menos que el manejo de la política tributaria. Aunque fueron varios los que aportaron a ese buen final, en el inventario figuran los nombres de Emilio Monzó, Mario Negri, Nicolás Massot, Miguel Pichetto, Frigerio, Jorge Triaca y una sorpresa que ya no lo es tanto: Hugo Moyano, con su ascendiente sobre la CGT. Todos brindan por el deber cumplido, gozando de un tranquilo espíritu navideño. Por fuera de las expectativas económicas que ahora se depositan en 2017, la ley de Ganancias anticipó una controversia mayúscula que comenzará a expresarse apenas termine la feria en Tribunales.
El nuevo régimen establece que los jueces y el personal judicial seguirán sin pagar el impuesto, pero sí lo harán los designados a partir de enero próximo. La igualdad ante la ley y otras cuestiones no menores que involucran al conjunto de la Justicia serán el núcleo de un conflicto que puede ser muy sensible. El artículo 110 de la Constitución Nacional establece que la remuneración de los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores de la Nación no podrá ser disminuida en manera alguna. Pero ese texto nada dice del resto de las estructuras judiciales, muchas de las cuales hoy están exentas de pagar Ganancias. Lo curioso es que serán los propios involucrados los que deban resolver el problema. (V.J.C)