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Macri y sus convidados de piedra

El inconcebible ninguneo a la UCR

Ha pasado un año de gestión del gobierno de Mauricio Macri y la Unión Cívica Radical se sigue debatiendo en la tediosa e interminable incertidumbre de “ser o no ser”.

Timados, dicen ahora algunos de sus dirigentes, con los chupetines de madera saborizados con azúcar impalpable que les ofreció Macri en oportunidad de convocarlos a sumarse a Cambiemos y a lo que aceptaron gustosos durante el encuentro de Gualeguaychú donde Ernesto Sánz impuso su voluntad por sobre la de Julio Cobos, se lanzaron a la mar en el barquito en el que por entonces navegaba el PRO.

Convencidos que serían socios en partes iguales con el pequeño partido macrista que solamente tenía como teatro de operaciones la Capital Federal, salieron a recorrer el país en busca del apoyo electoral necesario para que la nueva coalición política pudiera derrotar a la “amenaza” K que pretendía tener continuidad a través de Daniel Scioli u otro que Cristina Kirchner ofreciera por entonces.

La enorme presencia territorial del centenario partido en la amplia geografía nacional, se constituía así en el reaseguro que Macri necesitaba para jugar con chances ciertas de triunfar en el comicio presidencial que ya llegaba.

La UCR hizo entonces, el gran gasto.

Sus dirigentes en las grandes y pequeñas ciudades, salieron a convencer a los “correligionarios” y consiguieron que el candidato de la nueva alianza, Mauricio Macri, el titular del partido de los globos amarillos, se convirtiera en el nuevo presidente de los argentinos y dejara atrás la pesadilla de Néstor y Cristina y toda su banda de ineptos y corruptos que esperaban seguir ladroniando a gusto.

Ya en la previa a la asunción del gobierno, Macri mostró que su gestión se basaría en los hombres y mujeres que lo venían acompañando en la ciudad de Buenos Aires y que a sus “socios” radicales y de la Coalición Cívica, solamente les tocaría el rol de simples partenaires, similar a la de las acompañantes de los magos que se limitan a pedir aplausos al final de cada prueba o truquito realizado.

Convidados de piedra, fueron simples espectadores de las medidas que tomó el Presidente que ellos ayudaron en demasía a poner en la Casa Rosada.

Ernesto Sánz, el gran arquitecto de Cambiemos y alguien que muchos creían sería el Jefe de Gabinete del nuevo gobierno, fue abandonado en el arcón de los trastos viejos y en su lugar apareció Marcos Peña, un tipo de buenos modales pero inútil en materia política, para darle, como dicen los dirigentes PRO, “la impronta que Maurico quería a su gobierno”.

Gran cantidad de errores no forzados, como en el tenis, improvisación y desconocimiento mínimo de lo que significa gobernar sin el sustento de un partido nacional a sus espaldas, le trajo al gobierno PRO enormes dolores de cabeza que se extienden hasta estos días.

Con funcionarios de la riñonada íntima del jefe de Estado, buena parte de ellos sectarios y miopes en asuntos sensibles de gestión y como si no bastara con eso mixturados con CEOs de una clara visión empresaria pero ignorantes de aquello que dice que se debe gobernar para todos y no solamente para unos cuantos, la gestión macrista termina su primer año acorralado por su propia torpeza a la que lo llevaron los Peña y los Jaime Duran Barba que son los que le hablan al Presidente al oído.

Los radicales en tanto, alejados de los despachos oficiales y limitados a dar batalla en el Congreso poniendo la cara ante proyectos complejos y otros muy mal presentados y trabajados políticamente, recién un año después de estar Macri en el gobierno comienzan a dar muestra de su hartazgo.

Sólo unos cuantos se han animado, por ahora, a reconocer que se equivocaron al apoyar un pensamiento liberal como el de Macri que se encuentra alejado, muy alejado de su filosofía política.

“La verdad es que fuimos forreados. Nos usaron asquerosamente y a la hora de la verdad nos dejaron colgados del pincel. No solamente porque no tuvimos cargos importantes en el gobierno sino porque nunca nos convocaron para consensuar decisiones importantes antes de tomarlas como el aumento de tarifas o ahora con el tema ganancias. Eso sí, siempre nos llamaron a la hora de poner la jeta para que salgamos a defender lo indefendible”, era el comentario amargo y sincero que desgranaba un radical salteño y agregaba. “Aquí en Salta los radicales no existimos. La complacencia de Nanni (Miguel, presidente de la UCR salteña) dejó que los cargos nacionales los ocupe la gente de Romero (Juan Carlos), el PPS o Urtubey (Juan Manuel) y nosotros (los radicales) nos quedamos sin nada. Una vergüenza. Los grandes hombres del partido en su historia, los agarrarían a estos inútiles y buscas que nos llevaron a trabajar para que gane alguien como Macri y los echarían a patadas en el culo del partido”.

Ante un 2017 donde electoralmente se define el futuro de Macri, resultaría suicida que siga ninguneando al partido que le permitió llegar al gobierno.

De él dependerá su propio futuro.

Sería saludable para Macri y sobre todo para los argentinos, que escuchará más a sus “socios” radicales, sobre todo en temas sociales, sino es muy probable que la derrota le avise que hizo las cosas mal al encerrarse e ignorar a quienes sumaron mucho para que ganara y que después olvidó irresponsablemente.

La UCR, por el momento, no reclama de manera estridente pero como decía un viejo dirigente de boina blanca, “será mejor que Macri reaccioné sino veo un helicóptero en su futuro”.

Esperemos que no sea así por el bien de él, de este país, pero por sobre todo de los argentinos todos.


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