Donde los extremos se tocan
«...el finao jamás me levantó la mano, porque sabía dónde le iba a colar el escobazo...»
(Doña Clota, entrevistada por este medio)
Institucionalización de la ira
Agobiante es pensar que esto pareciera no tener fin. Me refiero a la agonía de la vida común, la sencilla, la de a pie que va al mercado, se toma un chocolate o simplemente mira ociosamente pasar la vida después de trabajar, ya sea al terminar un turno, o cuando ha entrado en jubileo el laburante.
Sensación derrotante del que mira a sus nietos, a sus hijos grandes andar por ahí inocentes y a las vecinas barrer la vereda y al albañil con sus escuadras y compases y niveles, indefensos. Alguien que también mira la pantalla y se pone la radio al oído para que nadie diga que está aislado, y se entera de la tragedia diaria.
Hay dolor, mucho dolor por dondequiera exista una mirada. Pero ese dolor no viene solo; está al ladito mismo de su inseparable amiga, hoy, la Ira. Ruego a mis pacientes lectores, consultar la segunda y la cuarta acepción de esta mínima palabra, en el diccionario de la Lengua española, que nos une. Apetito de venganza, y repetición de actos de saña, encono y venganza, eso dice la que da lustre. Pues de eso se trata, Don Sencillo.
Hay gente que se levanta ayunada y el café con leche o el simple mate con bollo no le sacia nada de nada. Tienen hambre de más. Algo que les corroe la tripa, y entonces, porque sí sale a vengar, reivindicar con saña nada más que una sed de sangre. Esa gente tiene nombre: Yo los llamo machonazi, esperpéntica mala palara que espero utilizar sólo en este espiche unas cuantas veces, y sólo para ilustrar mi preocupación. Ese ayunado el tipo que se prepara para matar a las mujeres. Exterminador desafiante, redivivo poseedor de la cerilla que enciende el horno de incinerar gente, viva, por mandato de Hitler. Imparable asesino de cientos de cabezas y miles de manos degolladoras de mujeres. El mandato íntimo del machonazi está escrito en su corazón: “Exterminar a la mujer, borrándola de la faz de la Tierra”. Apostillo aquí que, desde hace más o menos un par de años, cuando en la provincia de Salta solemnemente se promulgara por ley un estado de emergencia de violencia de género por femicidios, desde entonces, se duplicaron y más, en la provincia, las muertes de mujeres a manos de asesinos de la especie machonazi. Toda una respuesta alimentada, vale el oxímoron, por el apetito de venganza que enuncia el manual.
Pero esto tiene su historia, su contexto
El machonazi es un producto experimental de una sociedad, la local, la nuestra. Un sujeto vivo que anda, que convive, que maneja su auto, que hasta tiene hijos y finge de ser un ciudadano común y silvestre, contribuyente y vecino de la aldea. A veces marginal, pero no las más. Pues entonces ¿quién lo creó? ¿Existe un Frankestein o un Josef Mengele dedicados a mantener vivos a estos engendros? Pues mire vea: Rotundamente lo afirmo; sí, existe en Salta ese siniestro monstruo creador del machonazi. Se llama, y me apena afirmarlo: Estado provincial, que se expresa en sus tres poderes constituidos como acuerdo social. No se santigüe Doña Clota ni me eche agua bendita, esa misma agua contaminada que sustrae de esos cuencos donde meten los dedos los fieles en las capillas que usted frecuenta. Existe, y ya que me apura. Le comento.
Cuando una pobre mujer de barrio, una madre de familia, una obrera, una maestra o simplemente una concubinada por amor es golpeada, abusada, maltratada, corre a cobijarse en el único cobijo que parece seguro: el destacamento policial de su barrio, no le reciben la denuncia; y encima alguien le espeta “...qué le habrás hecho, pué...” mientras le informa oficialmente que no puede tomarle la denuncia así nomás, que vuelva si la molesta otra vez; entonces esa mujer indefensa lo más probable es que nunca más podrá hacerlo, sencillamente porque los cadáveres no hablan.
Ese es el poder ejecutivo de la administración del Estado, que se ha expresado por una de sus bocas de expendio de bienestar y seguridad a la población. Si la cosa ocurre en una guardia hospitalaria y los médicos dan parte a la Justicia, tanto policías como fiscales se mueven morosamente y a regañadientes, actúan. No se conoce un caso, un solo caso, de violencia contra la Mujer, que haya tenido la obvia prioridad que exige la mera existencia de la víctima golpeada con saña por el machonazi. También es información pública que ese Mengele autóctono encastrado en la administración, que tiene miles de rostros, acosa laboralmente a las mismas mujeres laburantes del uniforme azul; también está entre los que visten el pulcro delantal de la salud pública, incluso en la toga profesoral de los colegios.
Encarnados, concretos. Está este personaje siniestro, encarnado también en los corporativos empresarios a quienes la Justicia les banca, por omisión, destruir la voluntad, el saber y los ovarios de las mujeres que, según el enano criterio de ese machonazi, “no está en condiciones de hacer cosas de hombres”. Como manejar un camión, un tren o un ómnibus. Aliados de éstos, los gremios y sindicatos de cuño machonazi [o sea, todos] que se ríen, cachondean y miran para otro lado, apoyados en sus reglamentos sindicales, aliados de la patronal, exterminadores de género.
Parte fundamental de esta personalidad que aquí comento son las leyes. Y los legisladores, sus agentes de producción. Por algo, las leyes de procedimientos policiales y la misma ley orgánica de la Policía, contienen expresas indicaciones, omisiones y lagunas en las que la Mujer naufraga como género. No hay ley de interés social que haya tenido un solo argumento central o de fondo, en Salta, de reconocimiento de género. ¿Cómo, Doña Clota? ¿La ley de emergencia de género? ¿La ley de cupo electoral? ¡Joderrr...! Sólo burlas, burlas y más burlas, en las cuales el único argumento es el de declamar el derecho de las mujeres, y nada más. Lo de la emergencia señalada, ya lo expliqué y es trágica la respuesta machonazi. ¿El cupo electoral? Pero, mire vea. Desearía que las mujeres entiendan la trampa de una vez por todas. Y las desafío a resolver esta pequeña hipótesis: Imaginen que en un espacio político, por esas cosas de la Vida, en las asambleas partidarias, logran las mujeres representación mayoritaria en las postulaciones internas, entendido esto como un 70%, por ejemplo, o más por sobre los masculinos [diría la policía]; ¿aceptaría el machonazi difuso esa proporción, convertida en ilegal, por haber superado el miti-miti legalizado por la ley de cupo? Minga Piringa, señoras. El verdadero argumento de esa ley la invalida e ilegitima: Es un plafón, una tapa para cuando el género de las mujeres tenga tal peso que supere al de los hombres. Así de simple. Veamos. Si se deja abierto el cupo, y éste depende de los logros, refutaciones y capacidades puestos en juego en la discusión política del espacio de que se trate, otro gallo cantaría. Hasta podríamos asistir a boletas electorales con un 100% de mujeres. Reconocer que el género sólo vale la mitad en una boleta electoral nos pone en manos de la cultura machonazi.
¿Y los jueces republicanos? A lo mejor no nos acordamos que el mismo Magistrado judicial es fuente de Derecho, junto a las leyes de la República, la Jurisprudencia y la Doctrina. Cuando un Juez no se utiliza a sí mismo como fuente de Derecho, en esto de las cuestiones de violencia de género, puede ser fatal. Dejar libres a violadores, porque sencillamente han acordado con su víctima no hacerlo más, es una muestra de ello, porque hay leyes que lo validan. Y según los casos conocidos, en su mayoría volvieron a salir, y mataron a la que los mandó en gayola por violadores, aplacando ese apetito de venganza, con saña y con encono, como dice nuestro diccionario de la Lengua española.
Qué quieren que les diga Doña Clota y Don Sencillo. El machonazi existe en los dos estados físicos posibles para garantizar su perpetuidad: Es difuso, y es concreto. Siendo su reservorio, su refugio y su ente alimentador el mismo Estado. Por lo tanto, si está sustentado por expresiones de los tres poderes constitucionales, más vale que les conviene desde el vamos a los violentos no organizarse como tales.
Caso contrario, sucede con las mujeres, que debieron recurrir a organizarse legítimamente en cerradas formaciones defensivas. Con bemoles. Y veamos.
La Mujer se organiza
Es tanto el agravio que el género de las mujeres sufre, de lo que aclaro que, según lo expresado aquí son sólo muestras de botón las cosas enunciadas, es tanta la tragedia, que espanta a todos. Al no tener cobijo de seguridad, al depender de leyes mentirosas, al someterse a sentencias judiciales que terminan matándolas, las mujeres se agrupan.
Logran ingresar al mismo sistema administrador del Estado en dependencias que por ahora, y según la perspectiva de los gobernantes es solamente un juguete limitado a un presupuesto, para que jueguen las mujeres como niñas con una muñeca. Lo central, que es la violencia en contra de ellas, sigue marchando.
También se organizaron las mujeres en corporaciones públicas, multitudinarias que se expresan masivamente. Como debe ser. Poniendo en jaque al machonazi.
La Libertad es uno de sus ejes que articula sus derechos humanos, y el ejercicio de los mismos. Sacan sustanciosas conclusiones cada año en su genérico encuentro nacional, en cada provincia del país. Pero aquí reside, también, la Ira, como apetito de venganza y como ejecución de actos de saña y encono. Como la Libertad así lo exige, ninguna puede quedar afuera. Ni siquiera aquellas muchachas en tetas, pintarrajeadas, hediondas a marihuana y con aerosoles desfigurantes y tóxicos que dejan su sello en las paredes con una letra A inscripta dentro de un círculo, pretendido símbolo de la Anarquía. Que si viera el uso que se le da, Bakunin se revuelve en sus propios huesos. Modestamente creo que ese es el cáncer que se llevará puesto al movimiento feminista nacional, si se descuida. Son pocas, pero eficaces.
A ver.
Logran abortar reuniones de conclusiones en los Encuentros nacionales con el solo argumento del agravio, el grito, el golpe y el escupitajo contra las féminas que intentan defender los derechos, pero con argumentos válidos; logran despertar la Ira del sistema, ira que se expresa en balas de goma y arrastre de los pelos. Son una minúscula minoría que responde a mandatos tan machonazi como los que dicen combatir. Es público y notorio, siendo también información pública que sus machonazi son los Esteche y otras porquerías de su calaña, convirtiéndolas en lo que se conoce como feminazi.
Sencillamente porque tienen exactamente el mismo carácter exterminador del nazi histórico, y el de su oponente de género. Son un grupúsculo, pero muy activo. Mientras tanto, la gran reunión nacional de defensa de los derechos de la Mujer, en silencio aguanta, y hasta en algunas expresiones de algunos observatorios femeninos, salen a denunciar legítimamente los abusos cometidos contra las manifestaciones públicas de quienes se dicen tortas, putas y aborteras en nombre de sí mismas, pero siniestramente involucrando al colectivo femenino nacional y universal, que tiene derecho a no serlo, ni sentirse representado por tanto abuso. Nada.
No me inmiscuyo más que lo necesario en lo que para mí tiene el doble carácter de víctima y más víctima de un sistema perverso sustentador del machonazi. Movimiento feminista legítimo, pero que porta sin buscarlo ni quererlo, a un totalitarismo que se inficiona en sus ovarios, como un cáncer, al que, si no lo trata a tiempo el mismo Movimiento, acabará con él y con la misma sociedad organizada, el cáncer feminazi. Para destruir a la República, que es lo que busca.
Aliados estratégicos el machonazi y el feminazi, ambos extremos exterminadores, el uno del otro. Y en medio, la Mujer, víctima propiciatoria de la sinrazón de la Ira.