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Un cinismo portentoso

Los que fabricaron la máquina de fracasar están tranquilos viendo cómo se las ingenia Macri para hacer el ajuste.

La Argentina recibió una nueva notificación de que está parada sobre una cornisa. Sin embargo, son pocos los que quieren escuchar una verdad y muchísimos los que no tienen la menor idea del panorama que se enfrenta. Es campo orégano para los cínicos que se frotan las manos ante la clara perspectiva de capitalizar políticamente los efectos del desastre que ellos mismos crearon durante ocho años de pésimos gobiernos.

El gobierno de Cambiemos ya está entre la espada y la pared. De un lado, está el brutal déficit fiscal que debe sí o sí reducir, si no quiere consumirse en la inflación. Del otro, están los que lo engordaron en los años previos.

En los 12 meses que van de diciembre de 2014 a noviembre de 2015, el Estado nacional acumuló un déficit de 198 mil millones de pesos, 92 % superior al del mismo período previo. Pero si se descuentan los ingresos que aportaron al Tesoro las falsas “ganancias” del Banco Central y la Anses (apenas un efecto automático de la inflación que revalúa reservas y bonos en dólares), el rojo hubiera sido de 338 mil millones de pesos, equivalente nada menos que al 29 % de los ingresos genuinos, por impuestos, que recibió la Nación en ese período. Un gobierno que quiera cortar el chorro de nafta que motoriza la inflación debe cerrar esa brecha.

El drama de Mauricio Macri es que todos los planetas están alineados para que esa brecha crezca, en lugar de reducirse. Sin ir más lejos, enviará al Congreso el proyecto de ley para reducir el impacto del Impuesto a las Ganancias, lo que implicará una caída en la recaudación.

Y el peronismo, en todas sus variantes, se volvió a unificar para motorizar una ley que forzaría a la Anses a ceder un 15 % de la recaudación coparticipable, para devolverlo a las provincias, y para que la Afip ceda un 1,9 % del mismo paquete, con igual destino.

Se entiende: el sistema de virreyes en que el kirchnerismo transformó a los gobernadores hundió también a las administraciones provinciales en un páramo de empleos públicos simulados y un jolgorio de gastos. Las provincias terminaron 2015 con un déficit fiscal de 42 mil millones de pesos, que multiplicó por ocho al de 2014, según la consultora Economía & Regiones. Ninguna fracción del peronismo quiere quedar fuera de la gestión de ese salvavidas para provincias (y ancla para la Nación). Ahora. Pero los legisladores kirchneristas se pasaron 12 años aplaudiendo la cooptación de gobernadores y la destrucción del sistema federal.

El argumento es que el fallo de la Corte que otorgó esos dos beneficios a Santa Fe y a San Luis, y sólo el primero a Córdoba, es falso: las tres provincias hicieron juicio porque, mientras cedían esos fondos, no recibían ninguna de las compensaciones que la Nación sí brindaba a los otros distritos (pagarles las jubilaciones al haber absorbido sus cajas, subsidiarles parte del déficit previsional a las que no habían transferido sus cajas, etcétera). De hecho, eso dijo la Corte cuando provincias como Formosa corrieron a pedirle lo mismo: “Haga la demanda; hay que ver caso por caso”.

El cinismo es portentoso. Los que fabricaron la máquina de fracasar están tranquilos viendo cómo se las ingenia Macri para hacer el ajuste. Mientras, empiezan a reconstruir con hipocresía sus carritos morales, desde los que juzgarán de “ajustadores” y “violadores de derechos” a los que hagan el trabajo sucio de desmontar los desastres infinanciables de una década. Los escucharemos cada vez más, a medida que huelan que la crisis se profundiza, los costos políticos se multiplican, y ellos vuelvan a tener una luz electoral.

El macrismo tampoco se ayuda mucho. En la negociación salarial docente, el ministro Esteban Bullrich dejó que los gremios instalaran en el imaginario una suba anual del 40 %. En realidad, ese sería el impacto en el salario testigo, el más bajo que se paga en las provincias con salarios más pobres. De todos modos, el aumento que sí se está pactando (entre 32 y 33 % anual) también parece incompatible con un programa que pretenda morigerar la inflación y con las finanzas de las provincias que tienen que afrontar esos salarios.

Es el guion de una vieja película que ya vimos muchas veces. Demasiadas.

El costo por la falta de un inventario sobre el estado en que quedó la Nación

El malhumor social por la fuerte suba de precios en los últimos tres meses obligó a Mauricio Macri a lanzar una batería de medidas, que ponga dinero en el bolsillo de los consumidores.

Primero fue el anuncio del aumento de 15,35 % a los jubilados, que implica una inyección anual de 14.255 millones de pesos. Luego, se amplió la cobertura de las asigna­ciones familiares a 1,2 millones de niños, que agregan otros 14.571 millones.

Por último, la modificación de Ganancias liberará de ese peso a 180 mil asalariados y pasivos, con un costo fiscal de 49.077 millones. La mejora en los salarios oscila entre el 9 y 22 %, que corre riesgo de ser absorbida por las próximas paritarias.

Los consumidores tendrán en sus bolsillos este año un extra de casi 78 mil millones. A ello se agregará una suma fija de 800 pesos por cada niño que concurra a la escuela, la inclusión de los monotributistas en la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la reducción del IVA-alimentos al 10,5 % para esos trabajadores y jubilados.

El cuadro negativo se completó con una suba en las naftas en enero y el anticipo de que en marzo se producirá otra alza, además del aumento en la luz. Para los salteños alrededor del 30 % promedio, con fuerte incidencia en comercio e industrias, que los trasladarán a sus costos.

La consultora Kantar Worldpanel registra que el consumo no aumentó en 2015, luego de haber caído el año precedente 2 %. En enero, la baja sería de entre 3 y 5 %. En almacenes y autoservicios, donde se registra el consumo de sectores populares, fue mayor. La caída en las ferreterías es del 30 % en lo que va del año, afirman desde la cámara sectorial.

El Gobierno apuró los anuncios ante una inflación que restó poder de compra y ahondó las condiciones de pobreza, que ya afectaba a casi uno de cada tres argentinos cuando Cristina Kirchner dejó el poder.

La ex presidente sólo mencionó la palabra “inflación” en muy contadas ocasiones en sus casi semanales intervenciones televisivas. El ex secretario Guillermo Moreno, que ahora da clases sobre cómo manejar las estadísticas, persiguió y denunció ante la Justicia a las consultoras que se animaban a medir los precios y publicar un resultado distinto al que daba el Indec, controlado por sus “técnicos”.

La ex directora Graciela Bevacqua, desplazada en forma criticable por el macrismo, reveló que antes de ser expulsada por Moreno, este le había pedido que la cifra de inflación de un mes estuviera entre 1,1 y 1,5 %, cuando la medición real anticipaba una suba de 1,9 y 2,5 %.

Macri está pagando la falta de un inventario sobre el estado de la nación que recibió el 10 de diciembre. La exitosa salida del cepo y la hábil gestión del Banco Central en reducir la cantidad de pesos en la calle serán efímeras en pocos meses, si no logra domar la inflación. Por ahora, la apuesta es que el consumo se mueva en un mes clave, como es marzo.

La apuesta de bajar a cero la emisión (Axel Kicillof fracasó en su teoría de que no genera inflación) y el aliento a la producción y a las inversiones necesita otras respuestas inmediatas. (J.V.C.)


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