Juan Manuel, como el pastorcito mentiroso...
Tras doce años de Kirchnerismo “Ad Honorem” en perjuicio de Salta, ahora busca que Macri le crea
Los coqueteos sin rubores con el nuevo gobierno nacional del Frente “Cambiemos” con Mauricio Macri a la cabeza no hacen más que reafirmar que a nuestro gobernador Juan Manuel Urtubey poco y nada le creen –y menos le confían- cada vez que con premeditada, obstinada y seguramente onerosa frecuencia lo ven aparecer en las pantallas de la televisión de Buenos Aires, en los estudios radiales y por supuesto en los principales diarios de la corporación mediática que aportó y mucho para tumbar el proyecto de una Cristina Eterna.
Fueron fundamentalmente sus últimos años de “Cristinismo Ad Honorem” los que le construyeron esa fama de “Pastorcito Mentiroso” que los kirchneristas despiadadamente descalificaban gritándole gorila, oligarca y otras linduras idiomáticas, que en rigor de la verdad hay que decirlo, “nacieron” por inspiración, instigación y convicción del mismísimo Néstor Kirchner en sus momentos cumbres de poder.
Luego, con su sucesora Cristina ya coronada y por dos mandatos, el destrato hacia el joven y apuesto gaucho salteño no cambió aunque la vanguardia ya no la asumieran los Moyano amigos de Néstor sino los nuevos centuriones encuadrados en agencia de colocaciones “La Cámpora” –al decir del talentoso Jorge Asís- más los D’Elía, las Hebe Bonafini, los Aníbal Fernández, las Milagro Salas y demás conocidos personajes y sellos.
Así pasaron los años de la década estragada en cuyos últimos capítulos el gobernador salteño erró el vizcachazo apostando todas sus fichas al triunfo de Daniel Scioli, el candidato de teflón que mal supieron elegir Cristina y su legión de amanuenses, descartando de plano la menor posibilidad de una derrota en las urnas. Que los argentinos legitimaron en las urnas.
Además de su protagonismo efímero y lamentable como herramienta descartable de un Scioli que lo engatusó como “canciller anticipado” para ir a pegar “El Grito de Nueva York” que prometía sin falsa retórica que la continuidad K iba a pagarle a los “fondos buitres” fantasmas de Cristina y bandera de su revolución nacional, popular y chavista bajo la consigna de ¡Patria o Buitres!, Urtubey no dejó la claque de aplaudidores hasta el nocaut del ballotage.
Obviamente, y reafirmando su probada aptitud de no tener un pelo de tonto, de ipso facto giró su mano más hábil, la de siempre, es decir hacia la derecha donde un Mauricio Macri lo invitaba astutamente a sumarse consciente de la necesidad de todos los apoyos posibles para una gobernabilidad que el país reclama y confía lograr a pesar de los durísimos momentos de la transición, sustancialmente en materia de política económica.
En lo político sabido era que el campeonato de garrocheros iba a tener infinidad de inscriptos y de recontra conocidos veteranos practicantes. Salta no iba a ser la excepción en modo alguno, pues su number one lisa y llanamente proclamaba ante todos los micrófonos y cámaras cotidianos que Cristina “ya fue”. Kaput.
Repasada y comentada esta historia sin perder de vista que en el fondo de la cuestión, en lo medular, en lo realmente importante, es de destacar lo correcto de todo proceder de gobernante que aporte, que construya, que consolide una gobernabilidad imprescindible para un país devastado en múltiples y vitales aspectos de su vida institucional y política como es el que dejó de herencia Cristina Kirchner y su imaginaria revolución no peronista.
Ojalá sea cierta la convicción de nuestro gobernador de dejar de ser un aplaudidor ad honorem como lo fue con Néstor y más con Cristina. Porque el daño que ello significó para la Provincia, para el conjunto de nuestra sociedad sin distingo de sectores ni pertenencias de ningún orden fue enorme.
Estamos empantanados.
Nos empantanaron.
Fue el “castigo” y la “vendetta” de los fanáticos que así, postergando a Salta y su Pueblo, castigaban a su odiado Juan Manuel Urtubey “gorila”, “conservador”, “Oligarca”, “Clerical”, “Opus”, “Cholo”, etcétera.
La alternancia lograda habilita el cambio de semejantes tropelías –en definitiva, insistimos todos- en contra de Salta y los salteños.
En una de ésas una bendición papal –que se descuenta ya como inminente- ilumina tanto a Macri como a Urtubey en sus ideas y hechos concretos sobre un federalismo históricamente tan declamado como pisoteado.
Allí es entonces, en el gobierno del PRO y en Macri, donde Juan Manuel Urtubey puso sus fichas ahora. Naturalmente sin renunciar a sus legítimas aspiraciones de llegar un día a la presidencia de la nación, a la presidencia del PJ tan destruido como el país, o a un sitial de una dirigencia renovada, imprescindible para el futuro que la Argentina merece y alcanzará si triunfa sobre el fanatismo, la intolerancia, la soberbia, la violencia y por sobre todo si castiga la enorme corrupción hasta aquí impune.
Dicho en pocas palabras: Si se reconstruye la República.
Mauricio Macri, sin duda alguna, o salvo que nos haya engañado a triunfadores y derrotados en las elecciones que lo honraron con la Presidencia, no infectará ni su nombre ni su gestión con el peor de los males de una democracia: la Cesarización del Poder.
Con lo ya vivido en ese sentido en nuestra historia reciente, ese riesgo ya no lo correremos.
Pero cuidado: para que ello suceda, Macri, su Frente Político, cada Partido, cada hombre o mujer en funciones de gobierno tendrán que mostrar sin demoras más extensas que el tiempo lógico de toda transición, su Programa, sus Políticas de Gobierno para lo inmediato y para el largo plazo, y fundamentalmente su decencia y el cumplimiento de sus compromisos de campaña donde el castigo a la corrupción no admite la más mínima tolerancia.
Alguna vez habrá que demostrar que no es verdad absoluta que gobierno corrupto que cae tiene asegurada y negociada su impunidad con el que llega.
Y eso es válido aquí o en la Cochinchina.