Gradualismo, no hay otra
El macrismo eligió un camino gradual para bajar el déficit y morigerar la inflación. Prat Gay, lo expuso con metas. Recién en el segundo tramo del mandato podría conseguirse una inflación del 10 al 15 % y crecimiento económico en orden del 4,5 %.
Son horas decisivas para el modelo económico de Mauricio Macri. La comunicación telefónica entre el secretario del Tesoro norteamericano, Jacob J. Lew, y el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay implicó un respaldo clave en la negociación de Argentina con los holdouts. Se trata de la segunda señal proclive al acuerdo. La anterior había llegado del mediador, Daniel Pollack, quien consideró “un avance histórico” la oferta del Gobierno.
La economía intenta abandonar la orilla del estancamiento y pone un pie en las torrentosas aguas del río que la separan de la otra costa donde–no antes de seis meses–puede comenzar a construir algo de crecimiento y de estabilidad.
Ese cruce desde la emisión monetaria desmedida de la “era K”, dirigida a financiar un gasto público desbocado, al campo llano que se necesita para bajar la inflación, y conseguir inversiones está, sin embargo, plagado de dificultades, al punto de que en el corto plazo no pocos problemas pueden llegar a potenciarse. La inflación está en el corazón del problema económico argentino. Hasta tanto no se supere, todo será un círculo vicioso, y la carrera precios-salarios, un giro sin fin como el perro que quiere morderse la cola.
Hay un elemento que al grueso de la sociedad le cuesta interpretar. Su nivel marca la gravedad del escenario en el cual debe moverse el Gobierno: el déficit fiscal heredado suma siete puntos del PBI. Con ese porcentual coincide prácticamente todo el universo de economistas y discrepan aquellos que sostuvieron el “modelo” y que lo sitúan en menos de tres puntos. Si este fuera el nivel del déficit, el kirchnerismo no habría necesitado aumentar un 40 % la masa monetaria en un solo año. El Gobierno actual bajó a la mitad el ritmo anual de crecimiento.
Los siete puntos, implican que al Estado nacional le faltan a lo largo de un año la friolera de 410 mil millones de pesos para cerrar las cuentas. Implica un “rojo” diario de 1.100 millones. Tres puntos de déficit son mucho más fáciles de arreglar, pero siete no dejan otra escapatoria que continuar emitiendo pesos y apelar al financiamiento externo. Además de ser alto, el déficit tiene un efecto inercial por decisiones de la política económica anterior, como los mercados a futuro del dólar o el régimen de actualización automática de jubilaciones y pensiones.
Gradualismo, no hay otra.
El macrismo eligió un camino gradual para bajar el déficit y morigerar la inflación. Prat Gay, lo expuso con metas. Recién en el segundo tramo del mandato podría conseguirse una inflación del 10 al 15 % y crecimiento económico en orden del 4,5 %.
Las otras opciones a ese plan oficial implican más de lo conocido. Es decir, cubrir todo con emisión, como venía haciendo bajo distintos formatos Axel Kicillof para terminar probablemente en una hiperinflación recesiva, o un ajuste drástico, de una profundidad superior al incómodo recorte que hoy se aplica en el Estado. Macri descartó ambas alternativas. Tratará de repartir el ajuste en varios años. El Gobierno confía en que la economía volverá a crecer a partir del año próximo y esto ayudará a licuar el déficit fiscal, lo cual responde también a un criterio de prudencia debido a la maraña de subsidios cruzados que existen.
La primera muestra de esa poda a los subsidios solventados sólo con la maquinita de imprimir billetes, se oficializó recientemente. Fue el aumento tarifario anunciado por el ministro de Energía, Juan José Aranguren, que de cumplirse tal lo proyectado implicaría un ahorro de 4.000 millones de dólares en el año. Así y todo, no alcanza para cubrir todo el gasto que exige la generación eléctrica.
El siguiente paso es la revisión tarifaria del gas natural, campo en el cual el país llegó a la vergonzosa situación de adeudarle seis meses de pago a Bolivia–220 millones de dólares–por compra de hidrocarburos.
Después vendría un recorte a los desparejos subsidios al transporte, el área más delicada por el impacto que tiene en los sectores asalariados, sobre todo del Gran Buenos Aires. Con esos ajustes el Gobierno estaría actuando sobre cuatro puntos del déficit, pero no de un sólo golpe, sino hasta 2019. Pero como en economía todavía dos más dos da cuatro, otras decisiones adoptadas por Macri y su ministro Prat Gay podrían potenciar transitoriamente el déficit fiscal y hacer escalar la inflación al punto de frustrar largamente la meta del 25 % anual.
Sería la parte más escabrosa del río y la que más conflictos le generarán a Macri. Por eso ya se habla de volver a negociar salarios después de la primera ronda de paritarias.