Efecto ventajosamente comparativo
No hace falta ningún "6,7,8". Basta con la complacencia de Clarín (y Nación)
A Mauricio Macri no le hace falta ningún “6,7,8”. Le basta con la complacencia de Clarín y La Nación, aunque debiera simularse mejor. Y con el aliento casi total que brota de tantas emisiones televisivas. Con defensas frontales sin que nadie ataque. Con el apoyo militante de los “buscapinas” de la comunicación. Ex halcones irascibles transformados, de repente, en enternecedoras palomitas racionales. La fortaleza mediática del nuevo oficialismo es inicialmente perfecta. Los que fueron condescendientes con el primer kirchnerismo, reiteran las claves del mecanismo habitual. Es la máxima de Vernet que indica: “Es tan tonto estar en contra en el primer año de un gobierno como estar a favor durante el último”.
Entonces, los empresarios, los profesionales bien intencionados y los buscapinas apoyan sin fisuras “los cambios”. Los adelantos “republicanos”. Exhiben la tradicional selectividad para la indignación. Hábiles para hacerse creer ahora, cuando apoyan. Y más hábiles aún cuando tomen distancia crítica y luego los fulminen. “El arte de sobrevivir”, de Arthur Schopenhauer.
En su instancia de cuaderno nuevo, el oficialismo es transitoriamente imbatible. Por ahora no le va a entrar ninguna bala (aunque nadie les tira). Ni las balas, siquiera, de la propia desprolijidad.
Fotografías admirables
Debe coincidirse en que Mauricio arrancó bien. Con el caudaloso positivismo interno y la simpatía voluntaria de lo externo. Con el deseo explícito de la sociedad de abandonar el hartazgo y ser gobernada. Viene sostenido, hasta aquí, por el efecto ventajosamente comparativo. La permanente alusión a “lo anterior”, que beneficia. Todo lo “malo”. La “pesadilla” que “se dejó atrás”. “Cambió la onda, se respira mejor”, confirman Gargantas colectivas. Este efecto comparativo es un crédito abierto que puede depararle dividendos durante un par de meses. Entre cuatro y seis. Debe ser aprovechado. Significa confirmar que el arranque de la gestión fue admirable. Con la producción de fotografías emblemáticas que representaron el cambio del rumbo.
Primero, la foto de Mauricio con los adversarios vencidos, Daniel y Sergio, los integrantes de la consagrada miniserie. Para coronar la noción del marketing que asegura el robustecimiento de la imagen de la grandeza. De la transparente predisposición hacia el diálogo. Con su noble mensaje de convivencia fácil. Segundo, con la foto panorámica de los gobernadores. Consolidó la garantía de una calidad de respiración superior. La explícita ausencia de tensiones.
Lunes de máxima aceleración
Mauricio sólo patinó, a “conciencia pura”, en la cuarta jornada. Fue donde se puso en práctica el modelo del blindaje. En el mismo lunes de la máxima aceleración. Fue cuando Mauricio pasó lícitamente al cuarto al congreso. A los efectos de desplegar, en Pergamino, las medidas aliviadoras hacia los empresarios del ruralismo. Los que deben rendir su material, que se encuentra encerrado en los preservativos denominados silo-bolsas, diseminados por los campos “de la república”. Son los que pueden ayudar a respirar aún mejor, con el ingreso de ocho mil millones de dólares. En Pergamino comunicó la eliminación de las retenciones al maíz, y la reducción del manotón hacia la vedette soja. Lo anunció junto al irreconocible Alfredito, ya con diente y todo, que se mostraba rápido para el aplauso, acaso para contagiarlo a Reutemann, siempre tan medido.Fue otro símbolo de superación. Del conflicto absurdo desatado por el kirchnerismo, durante los últimos días de Alberto Fernández, y a partir de un plan encargado a nuestro próximo embajador en Washington. Para completar la bella imagen superadora, el embajador Lousteau mereció integrar, también, la foto.
Pobres, los empresarios
La jornada contuvo también el apriete italiano más elegante del presidente hacia los empresarios de la industria. Los apretados y reducidos de Parque Norte. Fue cuando Mauricio les dijo “yo no voy a tener ningún Moreno” (otra vez el efecto comparativo). “Pero no voy a tolerar abusos. Los conozco y sé quién es quién”. Al decirles que los conoce, lo que verdaderamente Mauricio les dice a los empresarios, en su memorable apriete italiano, es “sé cómo evaden”. Pobres, los empresarios. Durante años debieron ser psicólogos vocacionales para entender las claves enigmáticas de la personalidad de La Doctora. Y cuando se liberan de ella deben interpretar a Mauricio. Para entrometerse en el campo freudiano. “Lo que pasa es que Mauricio cree que todos los empresarios somos como el padre”, confirma la Garganta. El presidente Mauricio los entusiasma y los inquieta. Tal vez les cuesta convencerse que Mauricio, “el hijo del Tano”, va por el bronce. Y que, en su altivo acuerdo con Carrió, va a ser “implacable en la lucha contra la corrupción. Que es, por supuesto, la lucha contra los corruptores”.
El patín
Sin embargo el mismo lunes Mauricio patinó. Con la designación, arbitrariamente innecesaria, por decreto, y “en comisión”, de los dos jueces de la Suprema Corte. Rosenkrantz y Rosatti. Calificados ambos, con cierta precipitación valorativa, como intachables. Reconocidos hasta por los radicales puenteados. Los que se atrevieron a emitir las tibias críticas de procedimiento. Es un patinaje que, por decisión editorial -y sin formar parte de la comparsa protectora- el Portal prefiere no indagar. Es en virtud del prometido periodo de gracia de 120 días. De los que consumieron, hasta hoy, apenas seis.
Bernardo Maldonado-Kohen para JorgeAsisDigital.com