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YPF: ¡“Él” y “Ella”… lo hicieron!

No es sorpresa. Sólo se trata, en definitiva, de otro abuso de poder sobre la conciencia de “el pueblo”. Vergüenza para algunos que se venden como “populares” y en realidad son unos aprovechadores.

Juan José Aranguren–ex presidente de Shell y asesor de Mauricio Macri–opinó que "no es relevante recuperar el autoabastecimiento" y que, en cambio, lo importante es la "seguridad energética", para "acceder a energía variada, accesible y a precios razonables". Fue el acabose. La lluvia de rasgadas de vestiduras no se hizo esperar.

Tomemos como modelo la respuesta que vino del responsable de la política energética de todos los 12 años K: el ministro de Infraestructura Julio De Vido. Dijo: "Las expresiones de Aranguren muestran un profundo desprecio por la soberanía energética, el autoabastecimiento y el federalismo, dejando en claro que no es una opinión personal sino la propuesta de la alianza Cambiemos de volver a entregar los hidrocarburos, a dolarizar los precios de los combustibles y terminar con la participación de las provincias en YPF". Veamos:

Néstor (“ÉL”) lo hizo…

1) Privatizar con la mano. El relato busca borrarlo con el codo, pero está clarísimo: Néstor y Cristina respaldaron la privatización de YPF con tanto énfasis como el que se puso en la expropiación, dos décadas después. No siempre se destaca, en cambio, que, además, vendieron con iguales ganas las porciones de acciones que habían quedado como propiedad de la Provincia de Santa Cruz luego de la privatización. Nadie les puso un revólver en la nuca.

2) Petróleo y gas para las campañas. El autoabastecimiento energético–alcanzado en el hiperinflacionario 1988 y con picos de producción logrados en una economía a todo trapo en 1998–se perdió en 2011, cuando Argentina tuvo que importar 3.200 millones de dólares netos en energía. Se llegó a él porque el kirchnerismo se negó a subir tarifas de gas y precios de combustibles porque eso le permitía calentar el resto de la economía (y colectar votos urbanos) a costa de quienes debían invertir y, para no perder más plata, habían dejado de hacerlo. En 2005 Roberto Lavagna renunció como ministro de Néstor justamente porque se le rechazaron de mal modo la idea de subir tarifas. O sea que De Vido se comió 6 años a sabiendas de que lo que le permitía reclutar votos demagógicos para sus jefes se estaba comiendo la producción de petróleo.

3) Petroleros con hocico y cuatro patas. El kirchnerismo no se molestó por la ola de desinversión derivada de las tarifas junta votos. Al contrario. Lo aprovechó para hacer negocios. En diciembre de 2007 Enrique Eskenazi–dueño de la constructora Petersen, Thiele y Cruz SA y que en los 90 había comprado el Banco de Santa Cruz que Néstor Kirchner había privatizado (Néstor lo hizo, pero en la categoría bancaria, no energética) –compró “milagrosamente” el 14,9 % de Repsol. En 2011 Eskenazi compró otra porción, llegando al 25 % de Repsol. No se ha podido probar que Eskenazi haya sido un testaferro de la familia Kirchner. Cuando algo babea, mueve la cola, ladra y tiene cuatro patas, la reacción usual de las personas es considerar que está ante un perro.

4) Desinvertí tranquilo. ¿Cómo pudo un modesto constructor y dueño de un banco que sólo existe porque recibe los depósitos de los sueldos estatales santacruceños comprar un cuarto de una petrolera? “La estafa estaba clara”, suelen decir en mi pueblo los apresurados. La compra de Eskenazi fue alucinante. Repsol le vendió las acciones pero ella misma le dio un crédito de 1.800 millones de dólares para que Eskenazi pudiera pagarlo. ¿De dónde iba a obtener Eskenazi los dólares para devolver esos préstamos? De las ganancias que le dieran las acciones de Repsol ¿No es hermoso?

Ahora bien: si las ganancias se repartían entre los accionistas, entonces quiere decir que no se reinvertían. Exacto. Que era lo que necesitaba Repsol. Que el “Estado presente” no la molestara cuando quisiera sacar del país los dólares necesarios para reportar a sus accionistas los dividendos que generaba una compañía en el que, por el momento, no convenía reinvertir.

Cristina (“Ella”) lo hizo:

5) No pago pero al final pago. La política energética que llevó a Repsol a esto era la misma para todo el sector. He ahí el fin del autoabastecimiento.

En abril de 2012, 6 años después de una política desastrosa, a Cristina Kirchner la despertaron del sueño las protestas por los cortes de luz y gas. Enojada con lo que “Él” había armado, pero sin decirlo, vio que en sus huestes más fanáticas e ignorantes había sed de relato entonces decidió expropiar Repsol en nombre de la soberanía nacional que–en los términos en los que el propio kirchnerismo entiende por “soberanía”–el matrimonio Kirchner no había tenido empacho en entregar en los 90.

Dos años después Axel Kicillof–el mismo que había dicho que no se le pagaría nada a Repsol y que en todo caso en el precio se iban a descontar los “pasivos ambientales”–le entregó a la compañía bonos de deuda argentina por 6.000 millones de dólares. El valor pactado es menor, pero lo que debe el país–y pagarán otros, como le gusta decir a Cristina cada vez que paga el interés de alguna deuda contraída por otro gobierno–son 6.000 millones de dólares que, con intereses y capitalizaciones, se agrandan hasta que fenezcan los bonos a 10 mil millones de dólares.

6) No pago pero al final pago caro. Eso se pagó por el 51 % de Repsol, en valores acordados cuando el precio internacional del petróleo volaba por las nubes sin que los genios del Gobierno nacional aparentemente se percataran. En agosto de 2015, el 100 % de YPF, según su capitalización bursátil, era de 8.830 millones de dólares.

7) Peligro de gol y fondo buitre. La expropiación puede llegar a salir todavía más cara. Cuando el amigo de Néstor y Cristina, Eskenazi, compró el 25 % de Repsol, no puso una moneda. La parte del león era financiada por la propia Repsol, como se explicó. Pero otra parte era con créditos de bancos internacionales otorgados a dos firmas radicadas en España, Petersen Energía Inversora y Petersen Energía, garantizados… ¡con las acciones de Repsol! Argentina país generoso. Por eso, cuando se expropió, Eskenazi canceló los créditos entregando las acciones a sus acreedores, que se las vendieron a Burford Capital Limited, un hedge fund que en la jerga del cristinismo deberíamos llamar “fondo buitre”. Burford ya inició un juicio contra YPF y contra la Argentina aduciendo que, cuando se expropió, YPF violó las normas que debe cumplir en operaciones de este tipo. Veremos.

8) Altos costos. Después de la expropiación de YPF, el gobierno comenzó a darle al sector petrolero–sobre todo a los socios multinacionales de YPF–parte de lo que pedían las petroleras como Repsol antes: garantías de márgenes para exportar crudo, bajas de retenciones a las exportaciones, precios mínimos internos (77 dólares el barril contra 48 en el mundo) y siguió engrosando los subsidios al gas. Pero la negación se producía cuando el petróleo en el mundo volaba, mientras ahora eso no ocurre. El resultado es que los argentinos pagamos los precios más caros del planeta, sea en el surtidor o a través de los impuestos/inflación con que bancamos los subsidios que generan un déficit fiscal desmadrado y que caerá como una espada sobre el próximo gobierno.

9) Deshonestidad intelectual. A todo esto, ni el autoabastecimiento energético ni la “soberanía hidrocarburífera” se han recuperado. En los primeros nueve meses de 2015, Argentina importó en energía 4.100 millones de dólares más de los que exportó. Y eso que cayeron los precios mundiales. Pese a que ellos lo destruyeron y ellos han fracasado en recomponerlo, el malo de la película es Macri vía Aranguren. Macri se inició en la política en 2003, cuando los Kirchner ya iban por su capítulo 2 (el congelamiento de precios y tarifas) y Aranguren comenzaba a criticarlos por eso. Aunque ninguno de los dos haya pasado jamás por ninguna oficina del poder nacional ni se hayan sentado en el directorio de YPF. Si hay dos personas que jamás gobernaron la Nación, ellas son Macri y Aranguren. Pero son los culpables. O están por serlo. Aunque los culpables, es obvio, son los que los acusan.

Abuso sobre el “pueblo”

Es hilarante constatar este absurdo: quienes perpetraron 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8 y 9, liderados por De Vido, mandan a acusar a Mauricio Macri y a su asesor Aranguren de ser anti soberanos hidrocarburíferos. Pero resulta que ni Macri ni Aranguren cometieron 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9.

Lamentablemente la hilaridad termina cuando se observa la mescolanza de ignorancia y cinismo con que la militancia K, rentada y no rentada, impone, otra vez, un relato desquiciado y esquizofrénico a amplias franjas sociales que no tienen ni la información ni los conocimientos ni el tiempo para defenderse.

No es sorpresa. Sólo se trata, en definitiva, de otro abuso de poder sobre la conciencia de “el pueblo”. Vergüenza para algunos que se venden como “populares” y en realidad son unos aprovechadores.


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