Periodismo y compromiso político
Reflexiones del vocero de Juan Carlos Romero después de las urnas
Gracias a mi amigo y colega Juan Gonza por invitarme a escribir. Es esto lo que me gusta, lo que me devuelve al rol de periodista que nunca abandoné. Muchas veces, muchos colegas, se dejan llevar por las circunstancias, Por obligaciones y responsabilidades que nos alejan de esta profesión, pero cada vez que podemos volvemos y hasta en aquellas actividades seguimos siendo comunicadores.
Acaba de cerrarse en la provincia un proceso electoral, lleno de elementos para destacar. Intentaré, solo con la ayuda de mi memoria, distinguir algunos de ellos.
La victoria del oficialismo fue mucho más holgada no solo de lo que yo creía, sino de lo que la mayoría suponía. No es una gestión que se destaque por la acción, o por las obras y tal vez mi error fue pensar que la gente castigaría la inacción o la falta de obras. O tal vez, muchos como yo, no vimos los méritos que la gente rescató.
Ese triunfo se construyó bajo la sospecha de un sistema electoral que perdió lo más sagrado, lo que le da transparencia al mismo: la confianza de la sociedad. No hay sistema electoral transparente sino goza de la confianza de la gente. Y esa desconfianza también es responsabilidad de la justicia electoral, que más allá de todos los esfuerzos que sus miembros hicieron en el tramo final, no supieron reflejar en hechos lo que sus propias palabras pronunciaron.
Si mi mujer me pide mi celular yo tengo dos opciones, solo dos. O se lo doy, y que vea todo lo que hay allí en una muestra total de confianza, o se lo niego, despertando en ella una lógica desconfianza, más allá que pueda o no esconder algo. No es lo que es, en este caso, sino lo que parece. El código fuente es el celular del ejemplo. El tribunal nunca lo entregó, generando una lógica sospecha sobre el mismo. ¿Por qué, si no hay nada que esconder, como el marido del ejemplo, no lo mostraron? Dirán que hicieron una auditoria con técnicos de la Unsa, pero fue como, siguiendo el ejemplo, mostrar solo los mensajes de texto, pero no los mails ni los WhatsApp.
Estuve en cada rincón de la Provincia con Juan Carlos Romero.
Escuché cada agradecimiento, cada pedido, cada preocupación de cada comunidad. Vi a Juan Carlos hacer un esfuerzo sobrehumano para estar en la hora comprometida en cada lugar. Dio otra muestra absoluta de amor por la Provincia que transformó. Entregó todo. No alcanzó, pero como lo he hablado muchas veces con él, se hizo todo lo posible, con errores por cierto, como todos.
La última actividad pública de campaña de ambos candidatos fue un debate televisivo. Estuve ahí adentro en el estudio. Y vi, en lo que no se vio por cámara, como dos personas que piensan (ahora) absolutamente distinto, que disputaban el poder, que no se veían ni hablaban desde aquel día en el que Juan Carlos asumió como Senador Nacional junto a Rodolfo Urtubey y Cristina Fiore, se saludaron con respeto y pudieron explicar sin agresiones sus planes, aunque muchos querían ver sangre.
Ambos, dejaron plasmado allí un ejemplo que quedará por siempre para cada elección. Y cada vez que los medios pidan un debate se hará referencia a éste.
Debo advertir que no hubo ninguna negociación ni conversación previa entre ambos ni entre los asesores o secretarios. Solo existió la buena voluntad de Javier Matus y su equipo de profesionales de Canal 9, para hacer un programa adulto y cumplir con lo pactado en relación a los temas y la reglamentación del mismo.
La disputa terminó. Salta debe seguir y para eso es importante que las buenas propuestas de los opositores, sean consideradas por quienes pueden aplicarlas.
Que las quejas de la gente tengan una respuesta adecuada de los responsables.
Que la oposición cumpla el rol sin caer en el agravio personal ni en la crítica vacía.
Que se genere un clima de mayor convivencia y no se use el poder para perseguir ni calumniar.
Que se dialogue.
Que se busque aun en el disenso un punto en común.
Que la reforma institucional propuesta por la oposición se considere y demos un pase adelante en la búsqueda de limitar los mandatos y darle independencia a la justicia.
Que los periodistas tengamos libertad. Y donde ejercerla. Tal vez sea mucho pedir, pero con la pluma y la palabra todavía se puede.