Carolina Ceriani Navonni: arte con talento, fineza y firmeza
El sábado 5 de octubre, la maestra Carolina Ceriani Navonni, con el auspicio de la Fundación Parnassos, presentó y dirigió la orquesta y coro, “Cavallería rusticana”, intermezzo de Pietro Mascagni, obra estrenada en 1890 en el Teatro Constanzi de Roma. La presentación de hizo en el salón del Club 20 de Febrero.
Con su prolongado aplauso el púbico reconoció la calidad de esta presentación, fruto de un gran esfuerzo. En junio de 2013 publiqué esta semblanza de Carolina Ceriani, sobre quien recaen el peso y la responsabilidad de la organización, la gestión y la dirección artística de este ejemplar emprendimiento privado que es Fundación Parnassos.
Reproduzco aquí esa semblanza de Carolina Ceriani Navonni.

No es un juego de palabras. Tampoco una combinación de sonidos. Fineza y firmeza son dos trazos que dibujan el perfil humano y artístico de Carolina Ceriani. En su personalidad, espíritu de geometría y espíritu de fineza se equilibran. La razón, el rigor y la precisión matemática conviven con la intuición, la sensibilidad y el refinamiento de espíritu. Ambos espíritus no se rechazan: se realimentan, se apoyan y complementan mutuamente.
“El espíritu de fineza es la capacidad de comprender en su singularidad la realidad del hombre, realidad muy distinta a la de los cuerpos simples que el espíritu de geometría estudia en las Matemáticas y en la Física”, define Romano Guardini en su libro sobre Pascal, el sabio del siglo XVII que comprendió y definió la complejidad de esos dos espíritus.
“El corazón tiene razones que la razón no conoce”, añadió Pascal. El espíritu de fineza, que incluye lo artístico, no se contrapone al espíritu de geometría, la razón: ambos conforman la razón. De esa fineza con firmeza en Carolina Ceriani, aleación de sensibilidad artística con exactitud matemática, da cuenta el tema y desarrollo de su primer libro sobre el número áureo: “El simbolismo numérico en el arte musical y su relación con la emotividad”, primer tomo de una obra que comenzó a escribir a los 25 años, en cuyo tema sigue investigando.
Carolina nació en Salta en julio de 1982, justo cuando terminaba la guerra en Malvinas con el retiro de las tropas argentinas de las islas. A los tres años descubrió el papel y los lápices de colores, con los que jugaba desplegando su imaginación, la que entrelazó con la danza. Comenzó su formación artística en las clases para niños de la Escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera”, a la que concurrió siete años.
Su personalidad coincide con los rasgos que se adjudica al significado de su nombre y a las características de su signo del Zodíaco (Cáncer) Carolina, nombre de origen germánico (Karl), significa “aquella que es inteligente”. Es persona dotada de sensibilidad y talento artístico, amante de la música y de los colores; sensible, rigurosa y de pensamientos firmes. El signo Cáncer es el más complejo de los del Zodíaco: tiene talento artístico.
Talento que ella cultivó y acrecentó desde niña, con el estímulo de su madre, Catalina Britos, de quien heredó su oído musical y su insaciable apetito por la lectura; el gusto por la música también proviene de su familia paterna, colonos italianos radicados en 1890 en Trenel (La Pampa) y con el apoyo de su hermano Flavio, ingeniero físico y músico pianista que reside en Barcelona.
“Mi interés por la danza lo heredé de mi padre, Raúl Hugo Ceriani. Llevaba el ritmo en el cuerpo. Fue un excelente bailarín de tango”. Carolina completó la primaria en la Escuela Urquiza y estudió en la Escuela de Música.
Inició su formación académica en Buenos Aires en el Conservatorio Nacional “Carlos López Buchardo”, de donde egresó como profesora nacional de música. Su instrumento preferido es el violín, y luego, el piano. “Cuando comencé a estudiar en el Conservatorio me propuse estudiar danzas, sabiendo lo difícil de cursar dos carreras”.
Obtuvo licenciaturas en Artes del Movimiento y en Artes Musicales en el Instituto Universitario Nacional de Arte. Fueron sus profesores: Héctor Zaraspe, Héctor Barriles, Cristina del Magro, Alejandro Totto, Lidia Segni, Estela Erman y Silvia Bazils. La dirección de orquesta es una de las pasiones de Carolina. “Estudié con Mario Benzewcry, discípulo de Leonard Berstein, un grande del siglo XX”.
“El artista aprende, toma modelos pero es difícil que se aferre a uno solo. Se aprende de varios maestros. Pero el estilo es algo personal, se va construyendo y puliendo en el tiempo. Es el valor añadido, lo que cada uno puede aportar. No puede ser una simple copia. Uno de los libros que más me influyó es la “Antropología Filosófica” de Ernst Cassirer. La misión del artista es superar, es enriquecer la herencia, investigando, comprendiendo”.
Carolina es artista a tiempo completo. Administra las horas. Conoce el valor de los minutos. La concentración y la inspiración levantan vuelo a la noche. Con frecuencia, la luz de su estudio se apaga cuando comienza a amanecer en la ciudad aún dormida.
“Mi tiempo y mi cabeza están puestos en el trabajo. El arte es inspiración pero también esfuerzo, disciplina. También hago coreografía, tarea muy exigente en la que uno no se puede dispersar”. Investiga, escribe, trabaja en coreografías y compone obras de ballet.
Fineza y firmeza reaparecen en escena. En realidad, nunca se han movido de allí. Fineza es una idea afín a “afinar” y a “refinamiento”, notas que impregnan su trabajo artístico y también su vida cotidiana marcada por el buen gusto en el estar, en el decir y en el vestir. Artista con oído afinado pero también con mirada atenta.
“Me interesa mirar a las personas. No para quedarme en la apariencia sino para ir de allí a lo profundo, al comportamiento, a lo que hay detrás de cada ser humano. Poder ver la mariposa pero también la crisálida. A veces vamos por la vida sin prestar atención a lo pequeño, donde solemos encontrar inspiración para lo grande. Las grandes obras de la música clásica brotaron de lo pequeño”.
Este esbozo de retrato puede ser engañoso si no incluye otras preocupaciones de Carolina: el espíritu solidario, su preocupación por la educación y su interés por promover nuevos talentos.
Desde 2006 preside la Fundación Parnassos, sin fines de lucro, que tiene “objetivos muy comprometidos con la sociedad. Cada año seleccionamos el trabajo a realizar. Trabajamos con recursos propios sin subsidios del gobierno. No trabajamos sólo en la capital de Salta, también lo hacemos en los departamentos. Tratamos de hacer emerger talentos sumergidos. Es una tarea difícil pero que tiene su gratificación con la gota de miel necesaria que brota de nuestro espíritu”.
Carolina se perfeccionó en Europa. Es exigente consigo misma. No conformista, no fatalista. Cree que el artista no es respetado y tampoco valorado: “pasó en todas las época, en todos los sitios. Un artista no trabaja pensando en el reconocimiento de sus contemporáneos.
Los gobiernos se equivocan: ni el arte ni la ciencia pueden teñirse de política. La educación tampoco. Hay que estimular la educación artística, promover nuevos talentos, formar de nuevos públicos comenzando por los niños. Un país sin educación es un país sin futuro”.-