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El origen de la vida en la Tierra

¿Cuándo comenzó la vida en la Tierra? ¿Dónde? No lo sabemos. Tampoco sabemos si no fue en Marte y que de allí llegaron las primeras semillas que eclosionaron en nuestros fondos oceánicos. Recordemos que para entonces Marte era un mundo distinto, con atmósfera y océanos que desaparecieron hace billones de años. Lo cierto es que en algún remoto lugar y en algún remoto tiempo comenzó la vida en el planeta Tierra. Vida que se fue organizando desde primitivas bacterias que dominaron el planeta por más de 3000 millones de años hasta alcanzar distintos niveles de evolución. El excepcional hallazgo de restos preservados de antiguas fumarolas oceánicas con filamentos mineralizados de hematita (óxido de hierro) generados por microorganismos y con una antigüedad mayor a 3700 millones de años abre un nuevo mundo de interrogantes. Interrogantes que tienen que con respuestas esenciales como son las de dónde venimos y cómo fue que evolucionamos hasta llegar a convertirnos en humanos.

Theilhard de Chardin, jesuita y geólogo francés, decía que si había algo difícil de explicar era el origen de las cosas naturales. El origen del universo, el origen del sistema solar, el origen de la Tierra, el origen de la vida, el origen del hombre, siempre el origen como enigma en el principio de todo. Uno de los grandes misterios es el origen de la vida. ¿Cuándo comenzó la vida en nuestro planeta? ¿Dónde? ¿Cómo? Estas y otras preguntas están presentes en el pensamiento científico desde al menos los antiguos griegos. Casi todas las mitologías coinciden en que al principio fue el caos y que luego se fueron creando los mundos y luego la vida y finalmente el hombre. El Génesis bíblico, más allá del orden de los eventos, es la mejor síntesis de la belleza de la Creación en manos de un Creador.

Los científicos desde antiguo, pero especialmente en los dos últimos siglos, comenzaron a buscar pruebas fácticas del origen y evolución de la vida. Comprobaron que a más antiguas las rocas que estudiaban, más simples eran las formas de vida que en éstas se habían conservado. A medida que se retrocedía en la escala estratigráfica se llegaba a un mundo de invertebrados y antes de éste a solo algunas estructuras globosas de difícil identificación para finalmente encontrar únicamente formas bacterianas en restos algales. Estaba claro que había habido una evolución desde formas bacterianas, hasta alcanzar a organismos simples, sin caparazón, y más tarde invertebrados, plantas, vertebrados hasta llegar a las faunas actuales y el hombre: los cinco reinos de Lynn Margulis. En este proceso habían dominado la Tierra las más complejas asociaciones de plantas y animales, ocupando los más variados nichos ecológicos marinos y continentales, entre ellos tremendos depredadores como el Anomalocaris del Cámbrico, pasando por el Dunkleosteus del Devónico, el Tiranosaurio del Cretácico hasta el Tigre Dientes de Sable del Pleistoceno. Si bien ya los viejos paleontólogos y naturalistas se habían dado cuenta de que sucedía una complejidad creciente desde las rocas más antiguas hasta las más modernas, la cuestión de fondo residía en saber qué edad tenían esas rocas. El tiempo geológico, sobre la base de cronologías poco fiables, fue retrocediendo desde unos pocos milenios hasta alcanzar los cientos de millones de años. Ello iba a cambiar radicalmente con el descubrimiento de la radiactividad y de los isótopos de elementos químicos que son inestables y se transforman con el tiempo de uno en otro, como el uranio en plomo, el rubidio en estroncio, o el potasio en argón para mencionar algunos ejemplos.

La escala del tiempo geológico se estiró desde cientos de millones a miles de millones de años. El carbono 14 vino a auxiliar con aquellos restos orgánicos que tenían menos de 50 mil años de antigüedad, mientras que los cristales de zircón permitieron datar eventos que se remontaban a más de 4000 millones de años. También fueron datados los meteoritos de la primitiva nébula solar y nos enteramos de que la Tierra se había formado hace 4566 millones de años. Con esta poderosa herramienta de las dataciones pudieron ubicarse las rocas de los continentes desde las más antiguas a las más modernas. Núcleos rocosos viejos, de miles de millones de años de antigüedad, fueron identificados en Brasil, Canadá, Groenlandia, Australia y otros puntos del planeta.

Revisando las rocas más antiguas comenzaron a aparecer evidencias directas e indirectas de vida. Los científicos comenzaron una frenética carrera para identificar los signos de vida más antiguos de la Tierra. Algunos reportaron carbón cuya firma isotópica delataba un origen orgánico. Otros buscaron estromatolitos y los encontraron en rocas marinas muy antiguas, especialmente en Australia. La duda de que algunas de esas estructuras carbonáticas fueran orgánicas o inorgánicas estaba siempre presente y daba lugar a encendidos debates en los congresos internacionales de la especialidad. Lo cierto es que Australia mantenía el récord de los hallazgos de estromatolitos más antiguos en 3500 millones de años, hasta que en 2016 se anunció el descubrimiento en Groenlandia de estromatolitos de 3700 millones de años.

Pero como un hallazgo tapa al siguiente, el pasado 2 de marzo de 2017, se anunció un nuevo descubrimiento de evidencias de vida más antiguo que todos los conocidos hasta ahora. Esta vez no fueron estromatolitos y tampoco australianos. El hallazgo se produjo en Canadá, más precisamente en la faja Nuvvuagittuqen Quebec. Matthew Dodd, un estudiante de doctorado del University College de Londres fue el autor del importante descubrimiento que fue publicado en la prestigiosa revista Nature (N° 543, p. 60–64).Dodd no estuvo solo y fue acompañado por un equipo de investigadores internacionales entre los que destacan D. Papineau, T. Grenne, J.F. Slack, M. Rittner, F. Pirajno, J.O’Neily C.T.S. Little, pertenecientes a universidades e instituciones geológicas de Australia, Japón, Noruega, Canadá, Inglaterra y Estados Unidos. El artículo se titula “Evidencias de vida primitiva en precipitados minerales de las chimeneas hidrotermales más antiguas de la Tierra”. Siempre se había especulado que la vida pudo surgir en los fondos oceánicos, en los humeros negros, que son una especie de fumarolas submarinas que precipitan toda clase de metales. El ambiente sería el ideal para que los compuestos orgánicos pudieran organizarse en un medio acuoso, caliente, rico en elementos químicos. Las fuentes hidrotermales proporcionarían la energía y los gradientes químicos necesarios para iniciar los primeros procesos metabólicos.

Los científicos estaban muestreando rocas sedimentarias ferruginosas de origen marino que se habían formado alrededor de esas bocas termales hace al menos 3770 millones de años atrás. Llevaron las rocas a los laboratorios para poder estudiarlas con las más modernas tecnologías de microscopía electrónica, análisis químicos e isotópicos de alta precisión, técnicas sofisticadas de dataciones de edades radimétricas, identificación mineral, etcétera. Grande fue la sorpresa al encontrar unos filamentos de hematita (óxido de hierro) que indica la presencia de microorganismos, ergo los fósiles y las evidencias de vida más antiguas del mundo hasta ahora. Se han identificado distintos tipos de estructuras, sea como tubitos microscópicos huecos o rellenos por un filamento, además de filamentos torcidos y gránulos férricos. Ocurre que esos microorganismos filamentosos se han encontrado también en las fumarolas submarinas negras que existen hoy en varios fondos oceánicos. Con lo cual se puede aplicar claramente el principio del actualismo que permite explicar fenómenos del pasado por la observación de las causas presentes.

El artículo informa que las rocas podrían ser aún más viejas, llegando hasta los 4280 millones de años, ya en el período Hádico (por el hades mitológico infernal). Esto abre toda clase de interrogantes ya que si la vida pudo surgir en aquella lejana época, a unos pocos cientos de millones de años de la formación del planeta, entonces Marte estuvo en la misma condición de haber engendrado vida, puesto que en aquel entonces tenía una atmósfera y océanos de agua líquida. Pero además abre interrogantes sobre lo que puede haber ocurrido en otros sistemas solares de la galaxia donde se han estado encontrando exoplanetas que orbitan distintos tipos de estrellas y que muchos de ellos pueden tener condiciones análogas a la Tierra. Todos miran ahora con expectación el lanzamiento en 2020 a Marte del nuevo robot nuclear de la NASA que llevará herramientas de excavado y un poderoso microscopio y equipos de análisis químicos que tendrán como objetivo prioritario detectar evidencias de vida antigua en el planeta rojo. Un hallazgo de este tipo podría cambiar radicalmente nuestra forma de pararnos frente al universo.


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