El fantasma de “Romero vuelve” pone histéricos a los urtubeístas puros… y a Sáenz

No es novedad ni para el menos informado en política, que en la jungla del peronismo -valga la figura sin ánimo de ofensa ni a los animales ni a las personas- la lucha por la supervivencia no sabe de recatos máxime a la hora de las candidaturas.
Esta Verdad de Perogrullo en esta tierra bendita del Milagro, Güemes y las vírgenes del Cerro y de Urkupiña -amén de no pocos curas pedófilos- tiene en este 2019 renovados fervores que finalmente se muestran como lo que en realidad son: desbordadas ambiciones.
En ese escenario desarrollan sus estrategias todas las expresiones políticas que -hay que reconocerlo como realidad provinciana- tienen como vanguardia en lo que se refiere a la vocación y posibilidades reales de poder casi exclusivamente al peronismo.
Allí hoy, en ese abanico ideológico con histórica amplitud pendular, vemos a los Cristinistas derrotados por su propia corrupción y a los que otrora fervientes Kirchneristas devinieron finalmente en irreductibles anti cristino/kirchnerismo.
Precisamente por ese poder decisorio a la hora de las urnas es que en el seno del justicialismo y sus aliados y socios minoritarios el tiempo electoral se convierte en una verdadera caldera donde está demostrado lo que abunda son las ambiciones personales por los cargos, y consecuentemente lo que menos importa y en lo que ni se piensa son los programas para un gobierno que el conjunto de la ciudadanía y la provincia y la región reclaman impostergablemente tras más de una década estragada.
No obstante esa realidad, es Juan Manuel Urtubey, el actual gobernador de la provincia y auto proclamado aspirante a la presidencia de la nación, quien, junto a su antecesor y promotor, su ex amigo y ahora nuevamente amigo Juan Carlos Romero, ejercen en alto grado el control del tablero político salteño.
Así las cosas, es tanto casi natural como lamentable que el futuro vuelva a jugarse en la misma mesa de las decisiones como sucedió desde la recuperación de la democracia al presente. Planteado así para no entrar en la historia pretérita a la dictadura genocida del ’76 también pletórica de barquinazos institucionales y protagonismo del conservadurismo oligárquico.
Hoy nuevamente ese justicialismo triunfante en Salta en 1983 mueve los principales hilos del poder con los nombres de Romero y Urtubey en el centro del escenario que este año que recién comienza lleva nada menos que a una elección general.
Acá bien vale un párrafo para referir la evolución de las relaciones entre ambos dirigentes peronistas a partir de lo que en el 2007 los romeristas consideraron una derrota producto de la traición de Urtubey (Calificativo tomado del frondoso anecdotario de ex juancarlistas urgentes campeones del salto de garrocha hacia el urtubeísmo de buena estrella) hasta este presente con nuevos abrazos y brindis. Y los mejores augurios con los tradicionales “andá tranquilo… hermanito”. Para nada confiables por cierto. Pero esa es ya harina de otro costal.
Hoy Juan Manuel y Juan Carlos se arrojan flores twiteras que, conociendo el paño del justicialismo tan bien graficado por Borges, tantas veces confirmó ser incorregible.
Los amigos que seguramente con los años en algún momento -tal vez- hicieron suyos y reverdecieron el valor de la autocrítica, regla moral y ética sustancial para una de las actividades trascendentes del hombre como lo es la política, hoy sienten sobre sus espaldas la responsabilidad histórica de responder a las expectativas, necesidades y exigencias de su pueblo que, en ambos casos, los honró con nada menos que tres mandatos constitucionales de gobernador. Amén de otros diversos cargos.
Las circunstancias políticas actuales, donde la patética pérdida de credibilidad de las dirigencias, sumada al flagelo de la corrupción que llegó en muchos casos a la desvergonzada ostentación de demasiados nuevos millonarios hasta no hace mucho meros cortesanos, les imponen a Romero y Urtubey volver a ser protagonistas para asegurar un nuevo rumbo que recupere a Salta del pantano en el que cayó precisamente por la mala gestión de gobierno local, sumado al castigo permanente que debió soportar no Urtubey sino la Provincia de parte de un poder central egoísta tanto de Néstor como de Cristina Kirchner, que odiaban por igual -cabe el término- al gaucho mandatario salteño que aceptó sin éxito complacerlos. “Soy un kichnerista/cristinista ad-honorem” reconoció el frustrado delegado norteño al comprobar su castigo personal y peor aún a Salta.
Lamentablemente, al menos hasta este inicio del trascendente año electoral, ni Romero ni Urtubey han generado una propuesta que responda a las expectativas de una ciudadanía a la que sólo le llegan esporádicos twits como estos últimos donde por su lado Juan Manuel anuncia con bombos y platillos que quiere ser candidato a presidente, y Juan Carlos le tira flores como corresponde hacerlo con todo político provinciano que se anime al desafío de prometer un programa federal reivindicatorio de tanta postergación del interior argentino.
ALGO HUELE MAL EN DINAMARCA
Pero como no todas pueden ser buenas nuevas para la perspectiva política salteña, en esas esferas cerradas del poder real representadas por los nuevamente amigos Urtubey y Romero, en los cenáculos más allegados al gobernador actual les corre un frío glacial por las espaldas y demás por la inevitable reaparición de un Romero fantasmal, al que alguna vez imaginaron muerto de mortandad absoluta, como diría un ingenioso escriba.
Como Romero, supuestamente “liquidado” por el osado joven Juancito del 2007, está vivito y coleando, y más aún cafeteando y/o brindando con un buen Laborum for export o un fino scotch etiqueta negra, los pocos, poquísimos del verdadero entorno y obviamente todos los cortesanos, los alcahuetes y becarios de este y cualquier poder de turno, deambulan desorientados ante la amenaza del retorno.
Son ellos, los que además de creerse remedos de Duran Barba cuando en realidad son una pésima imitación por insolvencia intelectual, repasan con espanto algunas encuestas “casualmente” puestas en sus escritorios donde Júcaro se corporiza con un más que alentador porcentaje de buena imagen, buena gestión de gobierno, con miras a una nueva postulación para gobernar la provincia.
En esa mesa con las hipótesis para la campaña 2019, los pasmados soldados de Juan Manuel comprueban que su líder no construyó nada, pero absolutamente nada, en lo que hace a estructura partidaria, donde por el contrario lo único que posee es un P.J. esclerosado, vacío, sin vida.
Es frecuente oír, en esos conciliábulos que día a día se potencian, que los eventuales candidatos para sucederlo sin riesgo o con menor riesgo de traición son realmente impresentables. Im-pre-sen-ta-bles.
Y una y otra vez, y una y mil veces, repasan la grilla de los “anotados”, todos con el para nada tranquilizador óleo bautismal de un Juan Manuel que sólo guarda para sí un imaginario fuego sagrado.
Eso sí… para todos está la bendición con aquel “andá tranquilo, hermanito”.
Pero como además de los auto anotados aspirantes al sillón principal del Grand Bourg salta al centro de la escena otro “indeseable” para los urtubeístas de paladar negro, el intendente de la capital, justicialista/macrista/romerista Gustavo Ruberto Sáenz, el cólico generalizado “U” potencia sus estragos.
Ya no se trata solo del fantasma mayor del viejo zorro Romero. Hay que preocuparse -y ocuparse dicen los opacos estrategas vernáculos de Urtubey- del intendente. Entonces gozaron de su despliegue “informativo” movilizando trolls y publicistas con la torrencial lluvia que creyeron -creyeron- sería capaz de ahogar al hasta aquí bien promocionado intendente mostrando sus obras nacionales-macristas.
Paralelamente y como es práctica de la deleznable acción de los operadores “de inteligencia”, comenzaron a moverse los infaltables “carpetazos” que nadie duda -empezando por Sáenz- no necesitan de pruebas y no respetan límites de lo público con lo personal y privado. En ese extremo, la responsabilidad de poner freno está en el number one, en el líder. En el conductor, si lo hay con esa estatura.
Y ya que del intendente de la capital se habla, es oportuno recoger un mensaje que dio hace pocas horas donde, a contrario sensu de la alocada carrera de algunos, Sáenz, el pitufo astuto como le llaman sin animarse a decírselo sus más allegados, aclaró que, además de “no ser candidato de nadie” tampoco sabe si llegará a postularse para gobernador. Evidentemente omitió advertir que “tampoco sabe, AÚN, si llegará a postularse para gobernador…” Pequeño detalle.
Como a Gustavo Ruberto Sáenz no le falta entorno, cortesanos y alcahuetes, ocurre que por los recovecos del espantoso y antifuncional tinglado mayor de la ciudad que es la Municipalidad también sobrevuela permanentemente el fantasma del “Romero Vuelve”
Ello sucede aunque el veterano de mil batallas ex gobernador de tres mandatos, de vez en cuando también le envíe bendiciones al amigo y compañero Gustavo.
Lo que sí interesa bucear, y en eso el periodismo de opinión busca afanosamente certezas que hasta hoy son sólo sospechas, es si es verdad que tanto el uno como el otro, Júcaro y Juan Manuel, coinciden que al amigo y compañero Gustavo (Gustavito lo llama Juan Manuel para seducirlo) aún no le da el pinet para estadista.
Que es lo que imperiosamente necesita Salta para resurgir.
Con Macri o con el que venga.