Es increíble. Lo de Cristina es realmente increíble: Massita anunció el sábado pasado un tarifazo de la luz, con aumentos que van de 90 a 600%, más otro de 25% en gas, y ella, nada, nada de nada. ¡En plena campaña electoral y por una exigencia del Fondo Monetario! Juro que ese día pensé: hoy mismo, o a más tardar mañana, aparece Cris y arma una revolución: vuela el superministro, vuela Alberto –bueno, termina de volar–, vuela medio Gobierno, asume ella y congela todo. Pero no: lo único que vuela, camino al firmamento, son las tarifas.
Recorriendo el espinel en busca de explicaciones a esa lacerante falta de reacción de la vice recogí seis alternativas.
Primera: Cristina tiene la luz subsidiada.
Segunda: los sábados atiende a los nietos.
Tercera: le comieron la lengua los ratones.
Cuarta: una revoluta no se monta de la noche a la mañana; puede que esté alistando las tropas y no encuentra a su lugarteniente, Máximo, que sigue festejando el 1º de Mayo.
Quinta: es una quinta columna que está trabajando para Milei, o para el Fondo, o acaso para despedirse y no trabajar más.
Sexta: considera que entre el tope del 9% de subas que le puso a Guzmán en 2021 y el 600% que acaba de convalidar no hay tanta diferencia. Me inclino por esta última: a primera vista, la distancia entre 9 y 600 parece enorme, pero son contextos distintos; el 9 de Guzmán, distinguido profesor de Columbia, no es lo mismo que el 600 de Massita, que en cualquier momento podría cumplir la promesa y meterla en cana.
Todas las banderas económicas de la vice han ido cayendo, mientras ella da clases magistrales de economía.
A ver, mi reina, repasemos: no quería acordar con el FMI, no quería ajustes salvajes y menos en años electorales, quería incentivar el consumo y que creciera el salario real, no quería beneficiar al campo con el dólar soja, resistía a Massita… Apenas mantiene enhiesto un trapito: la negativa a devaluar, y no sabemos si con la misma convicción.
Para estos renuncios de la mujer que no renuncia a nada, salvo a ser la candidata de la derrota, hay una sola explicación: la Cristina que estamos viendo no es la original; es una creación de inteligencia artificial. La Cristina auténtica purga en el sur la condena autoinfligida por haber diseñado otro producto totalmente artificial: Alberto.
Compañeros, el espectáculo es deprimente: Alberto y el mago Sergio han salido al mundo con una bolsita a ver cuántos dólares recolectan. Hasta sufren las más crueles humillaciones. Al mago le dijeron en el FMI que para esta ronda de negociaciones en Washington fueran funcionarios que hablen inglés; se tuvo que bajar. Y en Brasilia, Lula le negó al profesor asistencia financiera y lo gastó públicamente en la cara: “Vino aprensivo y se va más tranquilo, pero sin dinero”, sonrió.
¿Es posible que los brazucas, que en Qatar no pasaron de cuartos de final, ahora nos ninguneen así? A esa misión recaudadora no la llevaron a Cristina: ir a decir que estamos sin dólares con Cris al lado, como que no cierra; en todo caso, se podría incluir en la agenda de mangueos un viaje a El Calafate.
En estas giras de pordioseros mendicantes no usaría el nuevo Boeing 757 re cool (25 millones de dólares) que compró Alberto para la flota presidencial; no da. Más bien, iría en vuelos de línea, en clase turista, y me presentaría en las reuniones con ropa de calle, incluso mal vestidos. Sí, lo llevaría a Máximo.
Me olvidaba. Lula prometió reclamarle personalmente al Fondo que ayude a la Argentina. Lo imagino encontrándose en las próximas horas con Georgieva, e imagino la posterior declaración de Georgieva: “Vino aprensivo y se va más tranquilo, pero sin dinero”.
Está claro que nos faltan dólares, que la caída de las reservas es dramática, pero ojo, porque dólares hay: en la Secretaría de Comercio, a cargo de Tombolini, hombre de Massita, vienen ahorrando unos cuantos. Un amigo que tiene una pyme industrial estaba angustiado porque no le autorizaban la importación de un insumo sin el cual no puede poner su producto en la calle. En Comercio hicieron las cuentas y le dijeron que debía pagar 7008 dólares. Fue a entregarlos a la oficina que le habían indicado. Abrieron el sobre, había 7000 y le hicieron notar que faltaban 8. Conclusión: ese es el tipo de funcionarios celosos que necesitamos para pagar la deuda. Por supuesto, mi amigo es un rata.
Yo quedé preocupado después de escuchar la conferencia de Carlos Ruckauf en el Club del Progreso. Dijo que el país está en terapia intensiva, que los ocho meses de mandato que faltan son “peligrosos” y que se deberían adelantar las elecciones. Fue más allá: caracterizó a Alberto y Cris como “el dúo Pimpinela”.
Impresiona que un político de raza, que fue canciller, gobernador de Buenos Aires y vicepresidente de la Nación, desconozca que no estamos en manos de un dúo, sino de un trío.
Un trío imposible de caracterizar. Bueno, sí: son el Triángulo de las Bermudas.