ALBERTO FERNÁNDEZ Y LOS DIABLOS NECESITAN TERAPIA YA - Por Jorge Lanata Clarín
Si Alberto Fernández fuera radical ¿cuánto tiempo seguiría en el gobierno? Hoy el Presidente está aislado, esmerilado por el fuego amigo, con gobernadores que buscan adelantar las elecciones en sus provincias y empresarios que ponen distancia.
Su nuevo fan es Luis D’Elía, quien le pide a Cristina no “delarruizar” al Presidente (gracias Luis, no sigas ayudando). Su transformación física ha sido acompañada por la pérdida de poder: Alberto se muestra ojeroso, excedido de peso y deja que las palabras se escapen de su boca sin pensarlo demasiado.
Sus llamados a un “grupo de terapia”, las advertencias sobre “el diablo” son solo algunas de las que en estos días nos asombraron a todos. El Gabinete, paralizado, lo acompaña en su “no ritmo”: esta semana el proyecto de control de las redes corrió la misma suerte que había corrido hace unos días la Subsecretaria de Resiliencia. Horas después de anunciarlo el propio gobierno se desmintió diciendo, frente al escándalo, que nada de eso iba a aplicarse.
Nadie tomó en serio, tampoco, la “guerra” contra la inflación: solo se relanzaron controles de precios que aun hoy no se terminan de implementar con empresas y supermercados.
Con un aumento de dos puntos en las retenciones, Roberto Feletti prometió controlar el precio del pan por tres meses. Ninguno de los dieciocho proyectos incluidos en las sesiones extraordinarias del Congreso durante febrero fue aprobado.
Corrieron la misma suerte que el “plan plurianual” anunciado el 14 de noviembre, la ley de capitales alternas del presidente “más federal de los porteños”, las reuniones de Gabinete en el interior o las famosas “sesenta medidas” que ni siquiera llegaron a conocer en su totalidad antes de incumplirse.
Un sindicalista histórico fue lapidario frente a Clarín sobre los encuentros de esta semana para acordar precios y salarios: “Son pajas mentales”.
El sindicalismo está más preocupado en su propia crisis interna: Pablo Moyano está más cerca de Cristina y Hugo le pide a Alberto que lo ayude a financiar la obra social. La calidad de las prestaciones va en picada y se le suman los gastos de Independiente.
En el gremio de gastronómicos la pelea familiar enfrenta a Luis Barrionuevo con su ex cuñado Dante Camaño. La disputa se judicializó, Barrionuevo intervino la semana pasada la seccional porteña y congeló las cuentas. Pero lo más sorpresivo para Alberto fue la derrota de Caló en la UOM: “Gano caminando”, dijo Caló ante sus pares de las CGT. “Estamos creciendo, hay que apoyar a Alberto”.
Ahora se habla de “la maldición Caló”: “Eso le pasó por firmar paritarias a la baja y por salir a defender a este gobierno”.
Los gobernadores sonríen para la foto pero se despegan después del flash. Hay dieciocho provincias que se preguntan si les conviene desdoblar para evitar el lastre. “Si adelantamos la elección podría ser un certificado de defunción para Alberto”, le dijo a este diario un funcionario bonaerense. Es cierto que el Presidente podría presionarlos con los fondos para la provincia, pero eso sería una escalada de la guerra.
El último encuentro con los empresarios fue curioso: no lo convocó el Gobierno sino un sindicalista, José Luis Lingeri, y el único tema concreto que se trató fue el pedido oficial para que administren el uso de la energía en el pico del invierno. Al gobierno lo desvela el gas domiciliario.
“Los empresarios escuchamos, planteamos la necesidad de generar más actividad, buscar políticas de incentivo a la inversión y el diálogo con el gabinete económico es racional. Pero el problema, es que cuando nosotros salimos de ese encuentro nos quedamos esperando que aparezca el cachetazo de Cristina y se borre todo lo conversado” le dijo a Clarín uno de los empresarios.
Dicen los mozos de Casa de Gobierno que la cercanía del poder está relacionada a la temperatura y rapidez de los cafés que sirven. ¿Le llegarán fríos los cafés a Alberto?
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