Pablo Outes, el terapista de Sáenz para resucitar al P.J.
“Gustavo gobernador…”:
¿Ahora todos Kirchneristas?
¿Y el “Frente” donde está…?
De las PASO del 2019 a esta parte, y con un año notoriamente desperdiciado en lo que respecta a la construcción (o al menos mantenimiento) del proyecto político que se supone sustenta al gobierno de Gustavo Ruberto Sáenz, la cáscara vacía del PJ Distrito Salta –premeditadamente esclerosada durante cuanto menos un par de décadas- se mantuvo en coma inducido, sólo vigilada en su latido vital y siempre atrayente de la tesorería. Aun cuando en ese largo lapso la anemia se comía también hasta el sello del histórico partido del general y de Evita, y así llegó hasta tener impagos sus compromisos morales, como lo fueron los salarios de sus empleados. Todo “compañeros”, obviamente, exceptuando a los que pudieron “calzar” en algún hueco del Estado.
Y ni hablar de la vida protagónica que todo partido político que se precie de serlo con principios, doctrina y compromiso social, moral y ético, levanta como banderas para convocar a la adhesión ciudadana y mejor aún, de ser posible, a la militancia.
Inmerso en la gestión anti pandemia –como correspondía y sigue siendo necesario- Gustavo Sáenz evidentemente cayó en cuenta que como las hojas del calendario vuelan, las elecciones de medio término del 2021 están ya “a la vuelta de la esquina”. Así, con su equipo para nada brillante en materia de ideas políticas –salvo alguna excepción de la regla que siempre debe existir para que no se apaguen las luces de la esperanza- puso la mira en ese PJ hueco de la calle Zuviría, de donde nunca olvidará que presidido por su nunca amigo Juan Manuel Urtubey lo palmeaban mientras a la par lo traicionaban haciéndole perder una empeñosa campaña electoral en pos del premio consuelo de una banca provincial. Precisamente en el históricamente cuestionado por inservible –y oneroso- Senado vernáculo.
Gustavo y su reducido entorno no podían seguir mirando al sudeste mientras el PJ era solo la necrópolis de una riquísima historia de triunfos abonados por el sudor militante de verdaderos conductores y dirigentes. Donde, para colmo de males, sólo anidaban o sobrevolaban como circunstanciales mangas de langostas en tiempos electorales los oportunistas, los asaltantes de la política que convirtieron cada elección en una bolsa de empleo… por cierto privilegiado. Los gerentes de la política, los Golden Boys de cero compromiso social ni doctrinario, etcétera.
La vergonzante estadísticas de boletas electorales con miles y miles de aspirantes a los privilegios de los sueldos y dietas, de las asesorías y de las secretarías y de las infinitas formas de usufructuar de ese verdadero tumor que son los acomodos y ese tumor metastásico que es el nepotismo, tornan innecesario abundar más sobre semejante realidad. Realidad.
Gustavo Ruberto Sáenz, de cuya formación, convicciones y trayectoria en el justicialismo nadie duda por ser historia escrita y contundente, obviamente que no podía descuidar en el completo tablero de la gestión que suma gobierno y política, al partido. Y hacia allí puso la proa.
La resurrección del PJ salteño pletórico –no olvidarlo- de trascendentales conquistas como por ejemplo y sólo por citar un par más cercanas a la memoria como las con Miguel Ragone y Roberto Romero, tenía que sumarse a la acción. Pero no es tarea fácil, ni admite errores groseros.
Perón, en su genio de conductor, es un faro inextinguible para los peronistas doctrinarios. Que no necesariamente deben ser únicamente los “históricos”, ni los de las heroicas resistencias a las dictaduras del ’55 al ’83 que incluyó el genocidio del ´76, ni los sesenta y setentistas, ni los que se quedaron con Perón en aquella Plaza de Mayo del ´74, sino todos los que reconocen el compromiso doctrinario que no cambia. Pero que naturalmente y como lo marcó el tres veces presidente de los argentinos, se debía y deberá seguir haciéndolo, se adapta, se aggiorna a los tiempos y al mundo. El faro que encendió el abrazo de Perón con Balbín.
Así es cómo, los muchachos peronistas de este tiempo, con el bravo petiso al timón del barco donde viajamos todos los salteños, cargaron sobre sus espaldas la mochila cargada de plomo y mercurio (deben existir otros elementos más pesados) del partido.
Un par de renglones arriba, decía, palabras más, palabras menos este cronista que “no existe margen para errores groseros…”. Atención entonces.
Gustavo –como les gusta llamarlo para regodearse a los infaltables cortesanos donde también se susurra el apodo de “mojarrita”- no puede ignorar en este desembarco en calle Zuviría al 900, que triunfó merecida y contundentemente para alcanzar el honor de ser gobernador con una construcción política de amplitud democrática. De esas de las que los Perón, los Balbín, los Alfonsín, los Tabaré Vázquez, los Lacalle, los Suárez, los Carrillo, los Felipe González y tantos líderes del universo acertaron concertar en impostergables Frentes.
Tan cierta es esta historia que fue el propio Sáenz quien marcó ese lineamiento frentista al proclamar como compromiso de conducta para la gestión, tras vencer contundentemente en las PASO y luego en las generales, que había logrado conformar “un frente absolutamente amplio, salteño, donde se permitió la participación de todos los sectores que querían hacerlo…”
En ese frente –testimonian las crónicas de aquellos días- “confluyeron diversos espacios de la política local…”
Mientras la ciudadanía convocada por este Frente con Gustavo Sáenz para gobernador y para vice a Antonio Marocco (idénticamente justicialista) se manifestaba en las urnas categóricamente, la más dura oposición de ese proyecto la representaba y ejercía con dureza el kirchnerismo encarnado en la figura del ex intendente de Tartagal y hoy senador nacional, Sergio Leavy.
La paliza que le propinó el frente multipartidario de Sáenz al kirchnerismo fue histórica y tiene sentido traerla hoy al tapete del análisis político porque resulta que el equipo de terapistas comisionado en el PJ Distrito Salta con la primera espada de Sáenz, el contador Pablo Outes a la cabeza, lo primero que hizo fue proclamarse Cristino-Kirchneristas. ¡Y Albertistas!... va se suyo, por simpatías escondidas quizás, o por el unitarismo de la chequera de la Casa Rosada más el clarísimo rigor ideológico de La Cámpora y el Instituto Patria.
En aquellas generales, donde Leavy en campaña y en nombre del Kirchnerismo denunciaba como lo peor a Gustavo Sáenz en las escaleras del edificio de la Justicia Federal en Salta, éste con su Frente Electoral obtuvo un 53,8 % contra un 25,9 del hombre de Cristina en la tierra de Güemes y del Señor y la Virgen del Milagro.
Cabe aquí volver a las crónicas que atesoran las hemerotecas y los archivos imposibles de desmentir. Por ejemplo: “Dos semanas antes de la elección, Leavy (llevó de compañero de fórmula a Emiliano Estrada, exministro de Economía de Urtubey) denunció al gobernador electo por desvío de fondos en la intendencia capitalina, y Sáenz acudió inmediatamente a la Justicia para devolver la gentileza con una denuncia por calumnias e injurias.”
Que cualquier peronista sueñe con su partido resucitado es válido. Y hasta loable. La militancia es virtuosa. En toda organización democrática. Nadie discute eso.
Pero la verdad es que cuesta imaginar, o directamente es un imposible, que lo co-autores del triunfo de Gustavo Sáenz se conviertan en un masivo ataque de amnesia, en Alberto-Cristinistas.
Más claro aún y tomando como escenario o pantalla gigante la fotografía que ilustra esta página: ¿Se imaginan completando la fotografía que ilustra esta nota (y que testimonia el Frente consagratorio de Gustavo Sáenz con las figuras de Bettina Romero, Sáenz y Marocco agradeciendo a todos los salteños) a Cristina Kirchner, Alberto, Parrilli, Máximo K, Massa, Moreau, Moyano, De Vido, López de los bolsos, Lázaro Báez, etcétera, más tantos compañeras y compañeros no K, radicales alfonsinistas, balbinistas, midistas, socialistas, democristianos, o simplemente adherentes motivados desde sus organizaciones vecinales o por los derechos humanos?
En la conducción política, sin duda, no existe margen para errores groseros. Más precisamente para defecciones del orden ético y moral que contiene la Política como valores sustanciales. Cuando se la escribe con mayúsculas y sin comillas.
“Hemos conformado un frente absolutamente amplio, salteño, donde se permitió la participación de todos los sectores que querían hacerlo… En ese frente “confluyeron diversos espacios de la política local…” (GRS)
Hay Memoria. La atesoran los pueblos.