PJ Salta: Sáenz-Outes, para resucitar un muerto
Después de que el peronismo en Salta mutara en las últimas décadas de ser aquel imbatible Movimiento Nacional Justicialista al paradójico fenómeno de convertirse en una oligarquía que no logró “meter” ni un concejal, con la llegada de Pablo Outes a la presidencia de la C.A.P. el PJ salteño vuelve a su cauce original “llamando a la participación de todos los Compañeros…”
La pospandemia no sólo será el tiempo resultante de una crisis sanitaria profunda, histórica, sino que como bien lo señala la etimología del término “crisis”, ésta representa un cambio generalizado para la sociedad. La política no estará ajena a este fenómeno y quienes no sean capaces de leer este signo de los tiempos quedarán fuera del tablero irremediablemente.
Uno de esos ámbitos donde esta crisis operará cambios son los partidos políticos, dentro de los cuales el peronismo es puntual ya que durante décadas marcó el tiempo político de la provincia de Salta dando dirigentes de nota y de alcance nacional, hombres y mujeres que actuaron convencidos y motivados por aquella doctrina y que fueron desplazados por los ejecutores de una fanfarria mediática que terminó pagando el pueblo.
Era ese peronismo donde obraba un sindicalismo operativo y combativo, donde había hombres y mujeres que se jugaban la cabeza por un ideal y que en 1983 exhumaba a dirigentes fogueados en las luchas políticas y electorales, marcados por el exilio y la persecución de una siniestra dictadura y que más allá de colorados, verdes o amarillos, eran todos peronistas que se alinearon bajo el liderazgo de un conductor como fue Roberto Romero… hoy, ese peronismo es sólo “una nostalgia que cabalga en el recuerdo”, como diría un viejo peronista.
La década en que gobernó el Dr. Juan Carlos Romero significó un proceso de transición donde la globalización echaba abajo categorías que la sociedad había heredado en la Modernidad y que el peronismo de 1945 había fusionado en una doctrina animada por una mística que en Salta fue licuada con el ingreso de jóvenes exponentes que compondrían la “Guardia de Hierro” de aquel romerismo, bautizados con el sugestivo nombre de “Golden Boys”, una gavilla variopinta de pragmáticos, algunos de los cuales ni sabían lo que significaba el peronismo, pseudos “playboys” del subdesarrollo que liquidaron aquello que animaba al peronismo: la mística y la doctrina.
El sucesor de Romero, Juan Manuel Urtubey, fue el que ultimó al PJ salteño vaciándolo de contenido, de compañeros y hasta de votos. Expulsó a los verdaderos peronistas y consagró como “dirigentes” a una “comisión directiva” que bien podía rivalizar con la del Club 20 de Febrero. El de Urtubey fue un peronismo con “P” de PRO. Claro, luego de haber sido kirchnerista a ultranza y abulonado a esbirros a sueldo como Pablo Kosiner y Santiago Manuel –El Indio- Godoy. Lo demás es historia conocida y una palabra más sobre este fallido candidato presidencial sería desperdiciar espacio y tiempo del lector.
Outes en la C.A.P.
¿Y ahora, qué se viene?
La respuesta en sencilla, procede la restauración del Partido Justicialista y desde allí de la democracia que necesita de los partidos políticos y no de consorcios económicos. La Comisión de Acción Política del PJ necesita volver a ser eso: “acción política” y no la “Comercializadora de Agrupamientos Políticos” que comandaba Godoy. Estos mismos conceptos caben predicar del radicalismo, igualmente desaparecido bajo Miguel Nanni que debe reorganizarse para cumplir aquel postulado de Ricardo Balbín: “El que gana gobierna y el que pierde acompaña”.
No es bueno que un partido o
un hombre gobiernen solos…
Así, la presidencia de Pablo Outes en la C.A.P. representa la oportunidad de que los peronistas regresen a la Casa partidaria, vuelvan a militar y le devuelvan entidad al PJ. ¿Qué significa militar?, reunirse, opinar ¡Elegir! Y ¿por qué no?, hasta volver a cantar la Marcha Peronista con sentimiento.
Pero cuidado, Pablo Outes al frente de la C.A.P. significa también la alineación del PJ con el proyecto político que lidera Gustavo Sáenz en primer lugar. Luego, es la normalización y el reordenamiento del peronismo bajo el mandato político de un hombre como Sáenz que luego de más de dos décadas proviene de las bases y no es producto de un injerto político.
De modo que visto desde afuera, con el análisis aséptico de quien no pertenece al Justicialismo, resulta apropiado pensar y decir que para los peronistas alinearse detrás de Pablo Outes representa el regreso al orden partidario y el encolumnarse dentro del proceso que ha iniciado el actual gobernador, de modo que quien pretenda “hacer la suya” o “comercializar” votos de compañeros, deberá considerar cambiar de actitud… o de partido, si encuentra alguno, claro.
El peronismo de la pospandemia comenzó su movilización partidaria y popular en el día de ayer y pensando ya en el 2023. Y será la C.A.P. la usina política que opere esa transformación partidaria que le devuelva al PJ su sentido de Justicialismo y recupere la mística en el marco de la doctrina, porque peronistas se llaman todos, pero justicialistas quedan pocos.
El peronismo residual
En la pandemia hay que fumigar “para eliminar los bichos” y en la pospandemia hay que reconstruir. Este principio general de sanidad ambiental que es válido para toda la sociedad es aplicable también al PJ de Salta donde personajes como Pablo Kosiner y Santiago Manuel Godoy, deben retornar definitivamente a sus madrigueras, porque ya no es tiempo de parásitos sino de obreros, de aprendices y de compañeros que trabajen en la reconstrucción de la pirámide peronista.
Vanos serán los trabajos y los días que gasta Pablo Kosiner en un intento desesperado por continuar viviendo del Estado intentando captar adeptos entre legisladores y funcionarios que le sustenten una nueva e improbable candidatura a diputado nacional en 2021, sin advertir que a partir de ayer la política del contubernio y la “levantada de mano rentada” a que estuvo acostumbrado, se terminó. Sin embargo, las puertas de la calle Zuviría le estarán siempre abiertas porque siempre hace falta una mano para limpiar o acomodar algo, menos cargos políticos.
No menos ocurre con Santiago Manuel Godoy cuyo cacicazgo ya es historia luego de haber ejercitado las condiciones físicas del corcho, que siendo hundido volvía a la superficie a flotar como si nada, que se acomodaba al vaivén de toda marea, que servía para tapar algún agujero y obstruir el flujo corriente de la democracia. Aquel Godoy que sometido a la acción del fuego se cubría de una pátina que servía para pintarse de negrito en los actos cívicos o disfrazarse de “compañero peronista”, ya es sólo rescoldo, aunque más cenizas. Es un proceso natural el retiro. La ciudadanía y el peronismo en general esperan que lo haga con grandeza.
En fin, se trata de un Nuevo Orden que modela una nueva sociedad donde la pandemia está obligando a todos a volver a las fuentes en muchos aspectos: recuperar la familia en la reunión de la casa, evitar las dispersiones, pensar proyectos comunes porque aquí salimos todos o nos perdemos todos, volver a la consideración de los antepasados porque comprobamos que la “sociedad líquida” de Bauman se va por los caños…, se trata de recuperar aquellos que nos identificó a todos como argentinos.
De allí que el ingreso de Pablo Outes como presidente de la C.A.P. signifique todo eso para el peronismo que pretende en el 2023 volver a la senda ganadora con Gustavo Sáenz liderando un proyecto político y con Outes… quizás formando parte de ese binomio.
El tiempo lo dirá.