“Sáenz-Marocco”: ¿Podrá ser la “Fórmula del Pueblo”?
Hoy, los salteños miran hacia Gustavo Sáenz con la expectativa de encontrarse con un gobernante capaz de llevar soluciones ciertas. Esperan austeridad, gobierno y no farándula, apertura y posibilidad de participación, honestidad de procedimientos y conducción, aplicación de políticas que motoricen al aparato productivo y saquen a la provincia de la debacle en que la deja la administración saliente.
Los últimos días del régimen Urtubeycista se escurren como arena entre los dedos y termina un tiempo político que la historia reconocerá como uno de los más regresivos desde el retorno de la democracia porque la provincia de Salta queda en un estado de postergación que sólo la implementación de políticas públicas de shock podrían contribuir a saldar en parte la degradación económica, política y social que deja esta Administración “U”.
Esta situación es el resultado de la visión personalista de un gobernante que puso todos los recursos en función de un proyecto presidencial personal descuidando el fin último de un gobierno que es la realización del bien común. El personalismo exagerado expuso la ausencia de liderazgo ya que un líder no mide los tiempos políticos en función de sus intereses particulares sino de las generaciones sucesivas.
Así es que los salteños no tienen ninguna esperanza que de la realidad sea benigna ya que la provincia de Salta queda situada debajo de los estándares mínimos que requiera Naciones Unidas para que una sociedad sea sustentable, tal como denuncian los índices de pobreza, salud, educación, femicidios, violencia de género, etc.
Pero Urtubey ya es pasado, al menos en la gestión aunque no en la política porque sus tentáculos todavía aferran importantes espacios de poder.
El resonante triunfo de la fórmula “Gustavo Sáenz-Antonio Marocco” hace suponer el inicio de un tiempo político y social renovado, aunque cabría preguntarse en este punto hasta qué punto es ésta una verdad o sólo una aspiración mayoritaria expresada en las urnas porque a priori no se advierte ningún recambio profundo en las líneas que componen la grilla del gobierno entrante.
No sólo en los ministerios se reiteran nombres de abolengo romerista y “U”, sino que las líneas siguientes continúan superpobladas de funcionarios que ya cumplieron más de dos mandatos atornillados a sus cargos.
En realidad, el hecho de que los nombres no cambien no está directamente relacionado a una sentencia de que lo que se inicia “sea más de lo mismo”, porque justamente, la diferencia estará en la cabeza que cambia y esa esperanza radica en que Gustavo Sáenz sea un líder y no un autocrático gobernante.
Durante la campaña electoral Sáenz demostró tener un carisma desconocido en Salta, un aura cautivante que le granjeó la adhesión de prácticamente todos los sectores sociales y políticos. Pero un líder no sólo es imagen, debe demostrar que tiene contenido, proyecto y proyección; justamente porque los líderes siembran esa mística que los hace sustentables más allá incluso de sus errores. Sáenz es la antítesis de Juan Manuel Urtubey quien carecía de esas condiciones, pero debe todavía demostrar que su gobierno es mucho más que canto y folclore.
Está probado que en Salta la mediocridad es un rasero que mide la media de la clase “dirigente” y de los funcionarios ya que hasta ahora no se ha visto funcionarios ni ministros que descollaran por su intelecto, sus investigaciones o sus innovaciones en las materias que tomaron a su cargo. Por el contrario, han sido administraciones anodinas que han gastado millones en simplemente ejecutar mínimamente planes y cobrar sueldos. Nada más.
En casi un cuarto de siglo Salta continúa siendo una aldea medieval con algunas rutas que la cruzan, nada más, porque la política se ha “monarquizado” y los cargos ya son hereditarios dentro de una casta de “nobles” que opera a una innoble distancia de la pobreza y las necesidades de los salteños.
Porque el salteño debe preguntarse: ¿Dónde están las obras que signan una Salta moderna, sustentable y ambiciosa de futuro? Si no hay autopistas ni establecimientos modelos. ¿Dónde están las obras intelectuales de los responsables de las áreas del crecimiento especulativo? Ni siquiera un folleto hallamos. ¿Dónde están los trabajos de universitarios que se integran a la administración pública para articular programas sociales? Directamente no existen. Aún más ¿Qué cambio trascendente se encuentra en la provincia? Ninguno.
Frente a este páramo intelectual y funcional el nombre de Gustavo Sáenz adquiere un carácter de signo de los tiempos cabiéndole al él sí, la responsabilidad de hacer realidad el sentido de la palabra utilizada en la campaña: “Futuro”.
Un futuro que para los salteños debe ser hoy, porque ni siquiera puede volver a utilizarse la palabra “esperanza” ya que el imaginario colectivo demostró el hartazgo que tiene con el “verso político”.
Hoy el Pueblo de Salta exige que la única realidad se aquello que sentenciaban los antiguos, “Res non Verba”: Hechos, no palabras.
El electo gobernador Gustavo Sáenz llegó a ese cargo generando un fenómeno pocas veces visto en la historia política local, casi rayano en la aclamación popular, destrozando a los rivales y dejando expuesta la pobreza institucional de los partidos políticos locales que yacen reducidos a la categoría de sellos de goma, una debacle de la que no escapan ni siquiera los dos grandes y tradicionales partidos de Salta, el PJ y la UCR., ambos atomizados y utilizados para negocio personal de un grupúsculo de oportunistas que buscaron sólo el negocio personal de los cargos.
Lo ocurrido en el PJ y en la UCR –por mencionar las dos expresiones políticas más importantes- demuestra la ausencia de grandeza en la política, un dato que suma a la responsabilidad de Sáenz el imperativo de tratar de devolverle contenido a la política mediante la restauración de una democracia que debe pasar de ser representativa a ser participativa. Un desafío nada menor.
Otro débito de Sáenz será devolver la confianza en la política a los ciudadanos mediante la apertura a una participación mayor de los sectores populares, reducidos a cenizas por la gestión “U” que sólo deja sobre este campo social árido edificada una neo oligarquía plutocrática que no puede justificar sus patrimonios.
Esto dice de la necesidad de transparentar la gestión por parte del nuevo gobernador, que únicamente será posible mediante un recambio paulatino de nombres en la función pública para exhibir una imagen de gobernante y no sólo de gobernador.
Como gobernador, Sáenz sólo podrá repetir el modelo impuesto por la inercia de una agenda de intereses de grupos –internos y externos-; pero como gobernante, debiera superar el concepto de gobernabilidad por el nuevo de gobernanza, porque la primera alude al viejo sistema vertical de mandato; en cambio la gobernanza dicta la participación de los sectores populares, de las organizaciones intermedias y de los particulares que aporten ideas innovadoras.
Caso contrario, todo será un “revival” de procedimientos ya obsoletos en la política moderna. Para decirlo de otro modo, la supervivencia de viejos personajes en los cargos públicos habla de gobernabilidad. Cuando el establishment político de Grand Bourg –y de la municipalidad capitalina incluso- se renovara en personas e ideas, se podría hablar de que se ha iniciado el tiempo de la gobernanza.
El nombre del nuevo tiempo político es “Participación”, donde los municipios deberían dejar de ser instrumentos electorales del poder del turno para convertirse en gestores de esa gobernanza. El problema es que al no estar los políticos al corriente de los beneficios políticos de ejercitar la gobernanza, entonces continuarán manipulando a los Poderes del Estado y a los intendentes, todo para “garantizar la gobernabilidad”.
En este punto el Foro de Intendentes de Salta tiene una oportunidad histórica de ser protagonista de un tiempo de cambio para cambiar una época de “re-evolución del pensamiento”. El Foro debiera un espacio de discusión y aprendizaje y no sólo una parrilla comunitaria y ocasional, transformándose en un catalizador de proyectos para los pueblos.
El “Gringo” Marocco, ¿peronista o justicialista?
La elección de Antonio “Gringo” Marocco como compañero de fórmula de Gustavo Sáenz fue un acierto oportuno –quizás oportunista también-, ya que el nuevo gobernador tenía que hacer un guiño al electorado “K” que no se sentía contenido con un Sergio “Oso” Leavy cuyo único mérito era haber sido un genuflexo kirchnerista a prueba de humillaciones. Nada más
El “Gringo” Marocco como peronista de ley y amigo personal de Alberto Fernández le aportó un sesgo de identidad al Frente de Sáenz, aunque los resultados de la votación en el Senado salteño le informan que no siempre “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. El mensaje fue claro.
En este punto, la pregunta sería ¿Podrá Marocco restaurar al peronismo como ese histórico factor de poder en la provincia de Salta?
Siendo que los “dirigentes” del PJ se encargaron de diluir al peronismo privándolo de mística y de militancia, quizás Marocco debiera pensar que la gravedad de la cuestión social exige ser pensar en hablar más bien de Justicialismo antes que de peronismo, porque la hora exige un retorno a la esencia del Movimiento Nacional poniendo en práctica una verdadera Justicia Distributiva.
Porque la restauración del Justicialismo en Salta podría articular un nuevo movimiento social, económico y político para los tiempos, pero hoy es nada más que una expresión de deseo. Hay que aceptar que el peronismo como tal es sólo una añoranza que cabalga en la nostalgia.
Un romerismo intacto en su poder político
Ahora bien, a los desafíos sociales que debe enfrentar Gustavo Sáenz se le suma uno estrictamente político como es su convivencia con el romerismo triunfante en la Capital de Salta en la persona de Bettina Romero que inicia su camino de entrenamiento en el Ejecutivo con inocultables intenciones de llegar -en su momento- al sillón de Grand Bourg. La aspiración de Bettina es tan legítima como la de Sáenz de pensar en al menos dos períodos de gobierno, sumado a esto que Juan Carlos Romero ha retenido su banca en el Senado de la Nación, lo cual traza un cuadro de poder donde Sáenz queda en medio de un Urtubeycismo residual pero con intenciones de reconstituirse y el imperio Romero intacto en su poder y capacidad de fuego político.
Gustavo Sáenz podría ser la tercera opción entre el Clan Romero y el de Urtubey, pero estará en su capacidad de abrir el juego de la participación para fortalecerse, de otra manera no será más que un gobierno de transición.
Hoy, los salteños miran hacia Gustavo Sáenz con la expectativa de encontrarse con un gobernante capaz de llevar soluciones ciertas. Esperan austeridad, gobierno y no farándula, apertura y posibilidad de participación, honestidad de procedimientos y conducción, aplicación de políticas que motoricen al aparato productivo y saquen a la provincia de la debacle en que la deja la Administración saliente. Si así ocurre, entonces sí “Sáenz – Marocco” será la “Fórmula del Pueblo” porque habrán sembrado políticas cuyos frutos los verá en plenitud la próxima generación.
Sin cambios profundos, esperar que este gobierno resulte revolucionario sería similar a pensar en que algún día se haga realidad la esperanza.-