Gobierno versus empresarios: Llegó el momento de discutir sin llantos ni reproches
Avanzado el primer trimestre del año, el familiar vínculo que mantenía el Gobierno nacional con el empresariado se fisuró.
El Presidente y el arco empresarial de la Argentina tienen fuertes reproches mutuos que comenzaron a aparecer por el cansancio del Presidente ante los incesantes reclamos del sector, con la inversión en niveles mejorables y un posicionamiento político al que en el Gobierno llaman como “tibio”.
La construcción y el campo vienen creciendo a tasas chinas, pero el resto de la actividad exhibe un escenario variado, sin que las inversiones repunten fuerte.
Macri está cansado. ¿Cansado de qué? No es de un país normal que los empresarios pidan y pidan y no reflejen su interés por el país en los números. El Gobierno ya produjo quita de retenciones, mejora del tipo de cambio, facilidades para exportar, una reforma tributaria con disminución progresiva del costo laboral y ahora irá por iniciativas para “relajar” el entramado de normas laborales.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la utilización de la capacidad instalada cerró 2017 en el 64 %. A su vez, la inversión bruta interna medida en términos de volumen físico (descontando el efecto de los precios) finalizó 2017 con un incremento de 9,6 % comparada con el 2016.
Especialistas que asesoran a la Unión Industrial Argentina (UIA) indicaron que recién al alcanzar niveles “cercanos al 75 u 80 %” de la capacidad instalada se necesitan nuevas inversiones, por lo que aún se está lejos de un boom.
La Unión Industrial Argentina (UIA) llamó la atención sobre las mayores importaciones de alimentos. Los Industriales Pyme Argentinos (IPA), pidieron sumar este sector a los subsidios a usuarios electro intensivos. La empresa Ledesma cuestionó la alta tasa de interés, la eliminación de la Línea de Inversión Productiva subsidiada por el Ministerio de Industria de la Nación, e incluso el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea.
Los reclamos encontraron una respuesta repentina del ministro de Producción, Francisco Cabrera: “Hay que dejarse de llorar”. Para el disgusto empresarial, el propio presidente Mauricio Macri lo respaldó, lo que desató disgustos que se intentará apaciguar.
¿Es justificado el “llanto” del empresariado? ¿O sólo confirma ese rasgo argentino que tan crudamente caracterizó Enrique Discépolo, en 1934, al decir que “el que no llora no mama”?
La queja sobre la apertura indiscriminada de la economía de algunos industriales es, al menos, exagerada. Si no, veamos.
La apertura de la economía argentina (medida por la suma de exportaciones e importaciones sobre el PIB) es de 27 %, cuando el promedio de toda América latina y el Caribe es del 53 %, según un estudio del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep) de hace unos pocos años. En el vecino país, ese porcentaje llega a 88 %.
¿Por qué el resto de los empresarios latinoamericanos pueden competir con el mundo y los argentinos no?
El empresario local se acostumbró a la red de protección del Estado: hay 1.300 posiciones arancelarias (cada una tiene más de un producto) cuya importación requiere de licencias no automáticas, trabas para proteger “productos sensibles”. También traslada a precios internos ineficiencias increíbles: sale más caro transportar un contenedor de Salta al puerto de Buenos Aires que desde allí al puerto de Rotterdam, en los Países Bajos.
Sin embargo, no se puede pedir competitividad sin, por lo menos, bajar la inflación. En 2017, llegó a 24,8 % en Argentina, cuando (excluido Venezuela) sólo en cuatro países de la región osciló entre el 5 y 6,5 % anual (México, Uruguay, Guatemala y Nicaragua) y en el resto fue menor al 5 %. Esto impacta en los costos. En la cadena automotriz, el costo laboral argentino supera en 25 % al de Brasil y es tres veces mayor que el de México.
La presión tributaria nacional agrega otro tanto. Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), con las reformas en Ganancias y en los derechos a la exportación, disminuyó de 26,3 a 24,9 % en dos años. Los cambios en Ganancias, seguridad social y el impuesto al cheque lo reducirán aún más este año. Pero el promedio de América latina es cuatro puntos abajo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) y el Gobierno no puede acelerar el proceso por el déficit fiscal.
Tampoco es fácil entender el llamado de Cabrera a que “se pongan a invertir y competir”, sin más, cuando dio de baja la Línea de Inversión Productiva, que financiaba a una tasa de entre el 17 y 19 %. Las nuevas propuestas son a 6 o 7 % actualizada según la unidad de valor adquisitivo (UVA), cuando se espera que la inflación llegue a 20 %.
La fuente oficial manifestó que no todo se resume a números. También molesta sobremanera (al Presidente) que los empresarios no apoyen abiertamente ante la presión sindical. El camionero (Hugo Moyano) metió 150.000 personas en la 9 de Julio para extorsionar y ningún empresario dijo una sola palabra. Tibios, sí. Bastante. En esa línea, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, había advertido que “todavía le está costando encontrar la voz al sector empresario” y les reclamó a los hombres de negocios “decir en público lo que dicen en privado”.
Desde el otro lado del mostrador señalan causas más profundas ante los problemas para el despegue: lo que no les permite competir es el modelo económico de Cambiemos, que no apuesta al mercado interno y, en paralelo, abre importaciones.
El recambio de modelo llegará a buen término sólo si la economía crece, aunque sea a tasas moderadas. Para eso, no hay tiempo para llanto ni para reproches.
La lupa sobre los sectores sin mejoras
Pese al ruido político que signó el cierre de 2017, debido a la violenta discusión de la reforma previsional, la economía argentina creció 2,8 % ese año, según datos oficiales.
El comportamiento es el más alto desde 2011. La expansión de la actividad se mantuvo durante el último mes–pese a las violentas protestas–, que mostró un crecimiento de 2 % en relación con igual período de 2016. La mejora se percibió en 13 de los 15 sectores que releva el estimador mensual de actividad económica (Emae).
Estos datos llevaron al presidente Mauricio Macri a exteriorizar un fuerte optimismo sobre el comportamiento de la economía durante los próximos 20 años. En el mensaje ante la Asamblea Legislativa, señaló que esa tendencia posibilitará a la Argentina recuperar los mejores estándares de la actividad económica, que se registraron en los primeros años de la década de 1970.
Sin embargo, el Presidente reconoció que la inflación sigue siendo un fenómeno indomable, que atraviesa los últimos 70 años de la historia económica del país. La suba de precios por encima de los ingresos determinó que hoy prácticamente 1 de cada 3 argentinos permanezca en la pobreza, en tanto la situación social empeora cuando casi 4 de cada 10 trabajadores están en la informalidad, por lo que carecen de la atención de un sistema de salud y la garantía de acceso a una jubilación digna.
La crónica inflación, que registró alrededor de 7,5 % en el trimestre diciembre-febrero, obliga a un ataque eficiente del déficit fiscal y, a la vez, la generación de un ámbito de mayor competencia.
La decena de empresas líderes de la producción en la Argentina abusan de una posición cerrada en la fabricación de insumos y alimentos clave para la población.
En los dos últimos años, se generaron 270.000 empleos registrados, pero el número de asalariados cayó en la industria a raíz de una menor actividad en el primer semestre de 2017, del lento repunte de Brasil y por la importación de productos sensibles sin mayores controles.
Los buenos datos que se registran a partir de una mayor actividad en el campo, en la construcción y en el comercio exigen–por parte de las autoridades nacionales–una mirada atenta sobre qué está sucediendo en la industria, que genera los empleos de mayor calidad.
La robotización y las nuevas formas de trabajo en equipos interrelacionados demandan una preparación adecuada por parte de los establecimientos educativos y la asistencia de los organismos públicos a quienes necesitan de tales aptitudes.
Luego de años de estancamiento, el repunte de la economía en 2017 es una buena noticia, acompañada, incluso, por la recuperación que insinúa Brasil.
Sin embargo, la lupa de los funcionarios debe posarse sobre los sectores que aún no lograron esa dinámica y en la formación de los trabajadores para el nuevo escenario laboral. Será la mejor forma de acompañar los festejos por una paulatina salida de la crisis. (Fuente: www.danielsalmoral.com)