Al hambriento le dará su pan
"Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías"(Lucas 1, 50-53)
El Papa Francisco ha lanzado la primera Jornada Mundial de los Pobres, bajo el lema "No amemos de palabra sino con obras" citando al Evangelista San Juan en ese imperativo que ningún cristiano debe ignorar.
Alguno dirá que es una verdadera perogrullada, ya que toda la biblia y la tradición de la iglesia habla de la predilección que Dios tiene por los pobres. Pero el Papa sabe que esta sociedad rápidamente se olvida de esa verdad tan elemental. No en vano, apenas elegido Obispo de Roma, aún sin haber elegido su nombre, un cardenal brasileño, le susurró "No te olvides de los pobres". Esto lo motivó a tomar el nombre de Francisco, en memoria del Santo de Asís que enfrentó a la sociedad de consumo de su época y la grosera opulencia de la iglesia institucional, que estaba empachada de riqueza y poder; y en su primer discurso ante la prensa mundial proclamó solemnemente, "quiero una iglesia pobre para los pobres"
Una jornada convocada por el Santo Padre para toda la iglesia y la sociedad en general, para todos los hombres de buena voluntad. Frente a la cultura del descarte, con un sistema económico centrado en la concentración del dinero y no en la preocupación por el bienestar de la humanidad, miles de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños van quedando al margen del camino como estelas de muerte y miseria, que lucen opacados frente a la grosera y luminosa ostentación de los nuevos ricos, generando un clima de violencia que escandaliza, del cual no escapan instituciones política, sociales e incluso religiosas. Los bienes materiales se convierten en un fin en sí mismos para enrostrar fuerza y poder en la sociedad, mientras los pobres se convierten en funcionales a un sistema perverso.
¿Qué es ser pobre y quiénes son los pobres a los que el Papa Francisco considera sujeto de nuestra misericordia?
En la biblia se los llama "anawin" que en arameo quiere decir, “hombre pobre, cuya riqueza es tener a Dios. Cree radicalmente en El, y teniéndolo en su ser, le basta para sobrevivir”
Históricamente se decía de los ‘anawin’ que formaban un grupo, como un resto, cuya existencia se fundamentaba en la esperanza en Yavé, en la misericordia y compasión que tendría con su pueblo. Esos eran los pobres de espíritu. Por supuesto carecían de condecoraciones, influencias o prestigio sociales ni honores de clase alguna. Pero sí tenían algo infinitamente superior, su fe y esperanza inquebrantables en su Dios.
Los pobres tienen rostros concretos. debemos responder, dirá el Papa, "a la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.
La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada"(Mensaje del Papa Francisco del 13/06/17)
La invitación para este domingo, no sólo es reflexionar sobre la dura realidad que viven muchos hermanos nuestros, hic et nunc -aquí y ahora-, es para tener gestos solidarios concretos que involucren "comunión, preocupación y responsabilidad común", como cuando rezamos el Padre nuestro, y decimos "nuestro" hablando de la necesaria comunión con el otro, a quien debemos, porque lo es de verdad, considerar un hermano. Más allá de un simple acto de amor a los más necesitados que incluyen a los ancianos, sobre todo los abandonados, a los enfermos o postrados, a los que perdieron su trabajo o no encuentran uno, a los violentados de diversos modos, a los que no tienen techo propio, a los que viven en la marginalidad, debemos cobrar conciencia de la existencia de los pobres, superando la indiferencia o pretendiendo negarlos, cuando no acusándolos de ser los gestores de su propia miseria. Deben ser los pobres, una interpelación constante a nuestra propia fe y a nuestras opciones de vida. Superar la pobreza requiere una gran labor de educación y trabajo genuino, responsabilidad del estado y de la sociedad toda, pero para nosotros los cristianos la clave será "comunión, preocupación y responsabilidad".