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Química, usos e historia de la yista

La yista es una sustancia mineral alcalina, en piedra o en polvo, que se utiliza en los Andes Centrales para acompañar a la práctica ancestral del coqueo. La palabra aparece escrita de muchas maneras pero siempre en referencia a la misma sustancia y hábito. El diccionario de Diego González de Holguín (1608) la menciona como llipta y dice que son “panecitos de cenizas que son usados para comer la coca”. En realidad la coca no se come ni se masca, sino que simplemente se hace un bolo de las hojas en la boca para extraer sus componentes a través de la insalivación. Dice además que el acto de comer la llipta durante el coqueo se llama lliptacuni. También encontramos el vocablo escrito como llicta, llijta, llista o yisca. Sin embargo el término más extendido en el norte argentino es el de yista y así aparece en poesías y escritos literarios o científicos de numerosos autores regionales.

Contra todo lo supuesto, el coqueo en la América Meridional es una práctica que hunde sus raíces en tiempos profundos. Y desde muy temprano los pueblos indígenas descubrieron que las sustancias alcalinas naturales o preparadas a partir de cenizas de plantas, ayudaban en la insalivación. Tal vez el dato más antiguo corresponda al hallazgo realizado en el Valle de Nanchoc (Perú) por el Dr. Tom D. Dillehay y su equipo del Departamento de Antropología de la Universidad de Vanderbilt, Nashville (USA), quienes reportaron el descubrimiento de hojas de coca y yista asociado a habitaciones y fogones. Grande fue la sorpresa al realizar las dataciones radiocarbónicas y encontrarse con que esas evidencias se remontaban a seis mil años antes de Cristo. Los resultados del hallazgo fueron publicados en la revista científica Antiquity (N° 84, 2010).

Otro investigador, Antonio Brack (2009), sostiene que encontró evidencias de consumo de hojas de coca en Ayacucho (Perú) que se remontan a 4400 años antes de Cristo. Un trabajo sumamente interesante por la variedad y calidad de la información sobre el coqueo y la extirpación de idolatrías fue el publicado por Ana Sánchez en la Revista de la Inquisición de la Universidad Complutense de Madrid bajo el sugestivo título de “El talismán del diablo” (1997). Refiere el hallazgo de momias en Perú que conservaban hojas de coca en la boca y enterramientos cuyos ajuares incluían “mates con restos de llijta” y finas espátulas de hueso utilizadas para chacchar (coquear).

El ajuar funerario de las momias del Llullaillaco (Salta), cuenta con abundantes testimonios relacionados a la hoja de coca. Tal vez el dato más antiguo en un escrito de la conquista sobre el hábito de coquear y el uso de la yista sea la carta que envió Américo Vespucio al rey en 1504 y donde da cuenta de su viaje de 1499. Vespucio comenta que se encontró con unos indígenas que: “Eran muy feos de gesto y cara; todos tenían los carrillos llenos por dentro de una yerba verde que rumiaban continuamente como bestias, que apenas podían hablar, y cada uno llevaba al cuello dos calabazas secas, y una estaba llena de aquella hierba que tenían en la boca, y otra de una harina blanca que parecía yeso en polvo, y de cuando en cuando, de un palillo que tenían, mojándolo con la boca, lo metían en la harina y después lo metían en la boca…enharinando la yerba que tenían en la boca, y esto lo hacían muy a menudo; y maravillado de tal cosa no podíamos entender el secreto, ni con qué fin lo hacían así”.

O sea describe a la yista como una “harina blanca que parecía yeso en polvo”, no muy diferente a cualquier descripción que se pueda hacer de la yista en nuestros días.

La coca es un arbusto que se cultiva en las regiones húmedas y calientes de los Andes Orientales. Los incas tuvieron acceso a ella cuando conquistaron lo que llamaron el Antisuyo, uno de los cuatro suyos en que se dividía el imperio. Al expandirse su consumo, los pueblos que habitaban la costa, sierras y el Altiplano (Collao), debían proveerse de aquellas regiones. Al respecto Ortiz de Zúñiga, en su visita de 1562 a la provincia de León de Huanuco, comenta que los indígenas alto andinos llevaban “charqui, papas y quinua” para canjear por coca.

En el norte argentino y en el resto del área andina de Bolivia, Perú, Chile y Ecuador se consumen hojas de coca para coqueo y se utiliza la yista como sustancia alcalina para la lixiviación de los alcaloides. Ésta se fabrica en forma casera artesanal utilizando distintas cenizas de plantas. José V. Solá, en su Diccionario de Regionalismos define a la yista como: “Masa de consistencia semiblanda, hecha con las cenizas de algunas plantas, particularmente de ataco, pascana o puscana, a la que se agrega un puré de papas hervidas. Tiene una coloración gris oscura y un sabor salado muy agradable. Mientras se mascan o chupan las hojas de coca, el coquero mastica un pedazo de yista. Este acto se llama “Misquinchar”.

La yista, que se encuentra en muchos de los mercados del noroeste argentino, es una substancia elaborada con cenizas vegetales cuya alcalinidad convierte a los alcaloides en bases libres, lo que favorece la extracción de esas sustancias de la hoja de coca (Erythroxylum coca varErythroxylaceae).

Muy poco se conoce sobre la composición química y la alcalinidad de la yista. Norma I. Hilgert (2009) y colaboradores estudiaron las plantas empleadas y el modo de fabricación de la yista. Identificaron 27 especies nativas y cinco exóticas utilizadas en el presente o en el pasado para preparar yista en comunidades campesinas de la alta cuenca del río Bermejo (Salta). Los análisis químicos demostraron que la alcalinidad se encontraba en un rango de pH de 10 a 11. En las ciudades del norte argentino, se reemplaza a la yista por el bicarbonato de sodio que cumple el mismo papel.

Es sabido que las plantas concentran metales pesados y estos quedan retenidos en su estructura celular. Cuando las plantas se reducen a cenizas liberan esos metales. Dado el uso intensivo de la yista, fundamentalmente en las áreas rurales, pero también en un grado importante en las ciudades, se pensó en la problemática que ésta podría acarrear a la salud de las personas, por el consumo de metales tóxicos bioacumulables.

El Dr. Carlos Sorentino, químico australiano, se mostró intrigado por el contenido de metales pesados y planteó una investigación. Siete variedades de yista, tanto del tipo “torta” o “piedra”, como del tipo “polvo”, con y sin sal, se enviaron para análisis al “NationalMeasurementInstitute” (Australia). Los resultados fueron publicados en un número especial de la Revista Kallawaya (N° 17, p. 31-40, 2010, La Plata-Salta).

Se realizaron análisis de los siguientes elementos químicos: aluminio, arsénico, cadmio, calcio, cobre, cromo, hierro, magnesio, manganeso, mercurio, fósforo, potasio, silicio, sodio, azufre y cloro.

El análisis mostró valores de elementos químicos que se consideran beneficiosos para la salud y otros que son tóxicos o altamente tóxicos.

Entre los elementos beneficiosos pueden considerarse el calcio, magnesio, potasio, hierro, fósforo; mientras que entre los tóxicos determinados se encuentran aluminio, arsénico, cadmio, cobre, manganeso y mercurio, aun cuando en todos los casos depende de los contenidos y de las dosis. Muchos de ellos, incluso los tóxicos, en las dosis adecuadas son oligoelementos necesarios para la fisiología humana.

El análisis en general de todas las yistas estudiadas indica que desde un punto de vista químico se trata de una sal carbonatada cálcico-magnesiana, con altos contenidos de sodio, potasio, azufre, fósforo, hierro y aluminio.


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