Día del Periodista, Día de Exigir Respeto
Nota con algunas reflexiones en exclusividad para aquellos maracanases que denostaba Yupanqui, que vienen a hacernos promesas que nunca cumplieron… Para ellos, estas líneas que los muestran desnudos. Tales como son cuando sin disimular su socarronería conceden al periodista “la gracia” de otorgarles una participación en la publicidad estatal que jamás reglan por ley, o de abonarle como favor una factura sin importar cuántas tiene acumuladas. Prometiendo para “pronto” y vía de un sub alterno algún cheque. Eso sí… diferido. Con destino de usura.
Para aquellos que no dejan de concurrir los 7 de Junio, y en brevísimo “vuelo rasante” al “brindis oficial” del gobernante de turno; aunque nos los roce -ni tal vez tengan noticias de ella- la ejemplaridad de los grandes hombres como Mariano Moreno y la de sus dignos herederos los periodistas dignos de hoy.
“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente...”
(Reflexión esta última que Gabriel García Márquez, el Gran Gabo, legó a la humanidad toda, seguramente sin imaginar podría convertirse en oración, en la 52ª Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de 1966, cuando además bautizó para siempre al periodismo como “el mejor oficio del mundo”)
7 de Junio, este día exactamente, no sólo hay uno, dos, tres o diez o cincuenta colegas desandando pasillos estatales; hay una procesión peregrinando con rabia, pero a la vez obligada, sin alternativas que la eviten, tras “el favor” de alguna audiencia a los burócratas de turno que -precisamente- debieran evitarles, por respeto, repetir obligados su penosa ronda en procura de lograr como si fuese una “gracia” el otorgamiento o ya con esa conquista, cobrar lo que por su dignísima profesión, trabajo y servicio, le pertenece; le corresponde.
Y hemos querido así encabezar esta nota que reedita lo que ya denunciamos en nuestro día un año atrás con el debido permiso comprensivo del lector de permitimos esta vez hablar de nosotros; porque ese destrato -que en modo alguno es patrimonio exclusivo del actual gobierno- excede groseramente los ya habituales límites de la comprensión.
Ello, porque el periodista mismo, equivocadamente, lo fue permitiendo con el correr de los tiempos. Eso sí, debemos reconocerlo, también forzado por la imposibilidad de vencer -hasta hoy todavía- la inmoralidad y crimen de la Censura Indirecta, figura con la que ya el Derecho Internacional bien ha encuadrado y calificado a la presión que ejercen los Estados sobre los medios y obviamente sobre la Libertad de Expresión a través del manejo discrecional, arbitrario y antidemocrático de lo que se ha dado en llamar la pauta publicitaria oficial.
Hoy, este escenario así expuesto descarnadamente sigue siendo la realidad, la lamentable verdad.
Es la realidad protagonizada por una dirigencia que cómo no va a perder el respeto a los periodistas y a los medios, si lo que realmente han perdido para siempre es la cualidad y calidad fundamental que deben ostentar los hombres públicos, y que se llama e-jem-pla-ri-dad. Sin embargo, hasta presumen de ello cuando no se ruborizan en absoluto ante la condena social que por supuesto tiene su principal voz (sino la única) justamente en el periodismo. En los medios de comunicación consolidados como insobornables, hoy fuertemente potenciados por una imparable revolución digital.
7 de Junio… también día de la repetición de brindis oficiales tan forzados por el protocolo que más allá de las palmadas y un par de párrafos alusivos no pueden disimular ese maltrato con el que comenzamos esta crónica y que es en verdad una denuncia que sabemos importará un bledo a los jerarcas de turno.
Verdad que bien vale decirla, sin falsa retórica, para aquellos que trocan por un breve tiempo ese pedestal de barro de verdugos impunes de los periodistas por el rol de candidatos peregrinos pedigüeños por las redacciones y los estudios radiales y televisivos.
Es cuando sus rostros impresos en afiches ocupan las paredes de las ciudades y llegando, como aquellos maracanases que denostaba Yupanqui, a hacernos promesas que nunca cumplieron… Es decir, en los “tiempos electorales”, como el presente.
Para ellos, estas líneas. Que los muestran desnudos. Tales como son cuando sin disimular su socarronería conceden al periodista “la gracia” de abonarle una factura sin importar cuántas tiene acumuladas. Y… prometiendo -repetimos- para “pronto” algún cheque. Eso sí… diferido. Con destino de usura.
Pero -eso sí- que no dejan de ofrecer y “concurrir” en un breve e impuntual acto protocolar obligado de los 7 de Junio el “brindis oficial” del gobernante de turno donde, obviamente, se “comprometen” con el dignísimo oficio del periodista con una proclamada identidad de ideales. Aunque nos los roce -ni tal vez tengan noticias de ella- la ejemplaridad de los grandes hombres como Mariano Moreno.
Que puedan existir excepciones a lo relatado, por supuesto que sí.
Caso contrario, ya estarían muertas hasta las esperanzas y los valores. Lo que para los periodistas y toda persona de bien jamás sucederá.
Simplemente porque nunca dejaremos de soñar en el país que, de jóvenes, soñamos.
Y que porfiadamente insistimos diciendo, como el poema Difulviano:
¡Un país que veremos!