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25 años…Y Roberto Romero renace


Invariablemente, y con estas mismas palabras y sentimiento lo evocamos cada 15 de Febrero desde hace ya 25 años, y que hoy repetimos porque es invariable la magnitud de su siempre renacer y agigantarse, impone a la política salteña la evocación como destacada efeméride, de la figura del último verdadero caudillo del peronismo salteño, el ex gobernador constitucional Roberto Romero.

Su legado de pensamiento palabra y obra dejó para la historia política provinciana, para el justicialismo en particular y para toda Salta –muy a su pesar de puro humilde no más- “el romerismo”.

Naturalmente el recordarlo entraña, desde esa identidad doctrinaria peronista, ideológica, ubicarlo imaginariamente, pero con fuerza de realidad, en el escenario político presente de cualquier tiempo de esta democracia que tanto costó reconquistar y cuesta reconstruir.

Entonces desde la Memoria Encendida del pueblo, de sus huérfanos tras su partida absurda en relación a lo que el destino debió haberle reservado como líder popular, es decir como un mariscal en las batallas políticas, Roberto Romero renace.

Y con particular nitidez resalta de su antología de luchas aquel histórico mensaje para la recuperación del gobierno pronunciado –tras una derrota y traiciones- en la Escuela de Conducción Peronista que con sapiencia él mismo creó en aquella vieja sede del Salta Club.

Un mensaje donde, marcando a fuego como punto básico e inviolable el respeto a las reglas irremplazables de la Democracia, sus tiempos y sus veredictos en las urnas, enseñaba el valor de militancia, el esfuerzo, la fe y la esperanza en nuevos triunfos.

Corría por entonces el primer mes de gobierno del capitán renovador Roberto Augusto Ulloa, elegido para conducir Salta entre 1991 y 1995.

Roberto Romero dejó esa exhortación como legado. Y al interpretarlo, los salteños y el justicialismo en particular, conscientemente en unión, reconquistaron en la elección inmediata el gobierno perdido por sus propios errores más la suma de la traición de la oligarquía siempre enquistada en el peronismo.

Oligarquía a la que equivocadamente creyó superada por los tiempos democráticos pero que evidentemente era y es como el huevo de la serpiente.

Los tiempos presentes, con un país y una provincia muy lejanos al país y a la provincia soñados por los grandes hombres de nuestra historia y por las resistencias heroicas a las dictaduras que nos asolaron, imponen corregir nuevamente las desviaciones que lo frustran y lo sumergen.

La Democracia, como el mejor y más perfectible de los sistemas de vida, no vuelve a brindar esa posibilidad de la esperanza con la que instaba Romero al conjunto de la sociedad.

Depende de nosotros. De todos nosotros.

Y en la evocación de su figura, bien vale repetir desde su pueblo, y en nombre de una verdadera legión de huérfanos, aquello que siempre decimos, con sentimiento y convicción:

“Cuando cae un roble… no es el roble el que gime sino el bosque…”

Invariablemente, y no sólo los 15 de Febrero, el peronismo salteño evoca con prodigiosa memoria y hasta en detalles que parecieran mínimos pero que en realidad están escritos en la historia política provinciana, a ese roble que nos sigue faltando en el bosque cotidiano de la vida en sociedad,

Sí, la mención no puede ser de otro que la de Roberto Romero.

Roberto. R.R. “El Tigre”, “Don Roberto”. “El Negro” para sus lógicos detractores. El de un Central Norte soñado. El de la precursora e inigualada idea cultural de la “Embajada de El Tribuno”.

El Amigo cabal y de lealtades irrenunciables. El político de prodigiosa intuición.

El doctorado en las universidades de la calle y de la vida, donde la academia está en los valores como la humildad y la grandeza.

El arquitecto de El Tribuno, obra imposible sin alma.

El del famoso afiche rojo de Unidad y Renovación que se hizo bandera para el triunfo en la recuperación democrática del ’83.

El del gran proyecto político para una Nueva Salta, nacido en ese desafío.

El visionario impulsor del Norte Grande como parte nuestra en una gran concepción geopolítica como el GEICOS.

El del Plan de Salud Ramón Carrillo que jamás debió abandonarse.

El de la Educación como derecho de todos y no privilegio de pocos.

El del Trabajo y la vivienda. El del DELMI y el Teleférico, por ese entonces cuestionados por el gorilaje histórico y hoy orgullo de todos.

El que en el ’82, planificando Unidad y Renovación, se anticipaba a los tiempos y avizorando el caos del tránsito futuro pensó en el Tren Elevado para Salta.

El visionario que en aquel tiempo –como bien nos recordó en un homenaje el compañero Ricardo Alonso- le tomaba el pulso a la importancia del litio, hoy centro de fantásticos proyectos mundiales.

El de la petroquímica que quedó como deuda y que se proclamó subsanar con un tristemente célebre y sospechado Fondo de Reparación Histórica del Norte de Salta. .

El incansable visitante de los más recónditos parajes de nuestra geografía.

El gobernante sin soberbia. El gobernante democrático. El gobernante probadamente federal.

El que por sus convicciones no permitió que una reforma constitucional le abra paso a una reelección.

El de la náusea indisimulable ante la plaga de los amanuenses y alcahuetes.

El que ni por asomo hubiese permitido el asalto a la política de parte de los “gerentes” sin historia, sin compromiso humano, político y social, y fundamentalmente sin moral ni ética.

El que hubiese cortado de cuajo con la corrupción de los “jóvenes exitosos” “nuevos millonarios” de la política.

El que supo unir al peronismo.

El de oficio periodista, lo que definía sus convicciones y acciones en el ámbito supremo de la Libertad de Expresión.

Y en párrafo especial, con el debido pedido de permiso a los lectores para una consideración de carácter personal, evoco a mi Amigo Roberto al momento del abrazo y del apoyar su brazo sobre mi hombro tras el martirio de la prisión, para asilarme con coraje en su casa, en su bastión de lucha, su redacción central en Salta, desafiando a la barbarie de aquella última dictadura.

No hubo “Lista Negra” del Ejército que lo condicionara.

Abrazo y solidaridad que a la par me brindara también su hijo, mi Amigo Juan Carlos, en aquel momento en la dirección de El Tribuno. Diario donde la vida volvió a premiarme cuando me honraron como vicedirector.

Es natural así que al pronunciar en borbotones emocionados el homenaje de hoy, un verdadero torbellino de ideas conmocione al cronista, justamente por la magnitud de tan rica historia protagonizada por Roberto Romero y con Roberto Romero.

Entonces el intento se torna una crónica difícil por lo estrecho del espacio para condensar semejante historia, pero por sobre ello esencialmente grato.

Al encarar la tarea, siento a mi lado a un interminable listado de salteños amigos de Roberto que aún consciente de gruesas omisiones por las que me disculpo procuro rememorar, aún cuando ya no nos acompañan en este mundo. Hablo, por ejemplo, de los Jorge Montoya, los Emilio Benítez, los Mario Ríos, los Roberto Adán Galli, los Eduardo Barrionuevo, los Alfredo Pérez Vidal, los Herrera, los Enrique Tanoni, los Gogo y Silvia Troyano, los ciego Sángari, las Dina Taritolay, las Juanita Solís, las Berta Condorí, los Rolo De Luca, los chaqueños Lalo y las Teresa Puertas, los Tito Vera y los Lucio Rojas, los Samuel Córdoba, los Héctor Legorburo, los vallistos Abán, los Chaile, los Palo Domingo, los Walter Wayar, los Guitián, los Salva, los Zenteno, los Alcides Ontiveros victoreños, los Juan Caballero, las Rómula Monteros, los Tito Sández, los quebracho Saravia, las Irma Caro, los Daniel y Miguel Isa, los Antonio Valenzuela, los Pedroza, los Ferro Podestá, los Gildo Armando, las Porota, las y los Oropeza, los Azcárate, las bravías compañeras Díaz de La Silleta, las Graciela Gilabert y las Litas Lagomarsino, los Chiva Colina que acaba de partir y tantas pero tantas otras idénticas en lealtades insobornables… Y la nómina llevaría, sin duda, páginas y páginas..

Está visto, no es difícil imaginárselo.

Y no es difícil hacerlo presente.

No enojándose quizás, pero sí enormemente preocupado por esta realidad no sólo del peronismo sino de la Argentina sino del país todo después de tanta corruptela aún impune.

Aquí estaría instalado.

En su lucha de siempre.


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