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El poder es, y será del pueblo

«...si la herencia es pesada, entonces que la devuelvan...»

[Cristina Elisabet Fernández, ciudadana argentina].

Tamaña caradurez

Ahora resulta que la discusión pública en el país, pasa por disputar el Poder, entre las autoridades legítimamente establecidas, y las que fueron predecesoras, deslegitimadas por el uso y el abuso que hicieron del Poder en su momento. No existe la sagrada soberanía del voto popular. Los que se las ven oscuras para avanzar en sus promesas electorales prácticamente imposibles de cumplir, afirman los más truchos: La gestión de un presupuesto diezmado y una República con cáncer terminal “...es una pesada herencia...”, dicen; y la indigna respuesta que sirve de acápite a este despacho: “...si la herencia es pesada, entonces que la devuelvan...”. Según este sofisma, la conclusión sería: Hubo un robo de Poder que, al andar de los días, resulta pesado sostener frente a la gente de a pie, los sencillos populares; en otras palabras, una queja bíblica sobre la leche derramada, a lo que, el que fue desplazado gruñe escupiendo veneno y exigiendo que le devuelvan el Poder. Y el Pueblo, votante ingenuo y desplazado, bien gracias, en un rincón mascando tanta porquería. Entonces, como ocioso observador de la realidad, me pregunto: ¿Qué carajos piensan éstos, del Pueblo que los votó sucesivamente...? Uno, que lo recibe como herencia [algo absolutamente falaz, porque el Poder no se transmite por tradición hereditaria, si no por el voto popular], la otra, que exige su devolución. Pero miralos vos.

Tamaña caradurez parece no tener límites. De ambos lados de la cuestión: Ambos se alían en el ninguneo del Pueblo elector. El primero, por introducir el concepto de “herencia”; y el segundo, por exigir una supuesta devolución a espaldas de los sencillos. Pues señores, aquí no hay herencia de nada ni de nadie: Hubo latrocinio ayer, y hay una gestión incompetente, hoy, para generar soluciones. Ambos, mandados por el Pueblo para gobernar, se inventan a sí mismos permanentemente y de manera mutua como enemigos, acelerando el inicio de una campaña electoral que se las trae. Y para eso, no tienen límites para desarrollar acciones tácticas. Ninguno de los dos tiene una estrategia republicana. Uno, por haber violado a la República de manera continua; el otro, por exhibir las heridas de la Democracia, a su favor, ocultando quién sabe cuántas componendas detrás de las cortinas que le van a costar caras, muy caras, al Pueblo elector. Como dato para el primero: Se acumulan y se acumulan los expedientes judiciales en manos de jueces federales que gozan, por hoy, en su conjunto y a ojo de buen cubero, como corresponde analizar al tablón, de un desprestigio rayano en el esperpento, que en otros países les valdría la cárcel de por vida. Salvando las excepciones, por supuesto. Como aporte para el segundo [el gobierno institucionalmente instalado], un atroz 34% de funcionarios, entre subsecretarios, directores y burócratas de lustre, que son gerentes, CEOs y/o accionistas de aquellos factores de la Economía que debieran ser rigurosamente vigilados, controlados y puestos en cintura, llamados Empresariado, formador de precios, generador de la corrosiva inflación, violadores de la República.

En fin: Cristina Elisabet Fernández, reclama, por sobre la voluntad popular expresada en las urnas en 2015, la devolución lisa y llana del Poder corrompido por su misma gestión [Gregorio Dalbón, su abogado, reconoce públicamente que si bien “...tuvo funcionarios corruptos...” Ella es inocente]. Recordemos al pasar que Dalbón fue expulsado y sancionado judicialmente por el Tribunal Oral Federal Nº 2 con multa, de la causa por la tragedia de Once por grave inconducta en las audiencias del juicio oral.

Por otro lado, Mauricio Macri, y sus adláteres, se quejan amargamente cada vez que tienen un micrófono o cámara delante, de “la pesada herencia”, que ya les tiene pesadas las gónadas el sencillo de a pie.

Mientras...

Lo que verdaderamente interesa pasa por encima de esta realidad virtual, ilógica y procaz creada mediáticamente por dos personas que no pueden vivir el uno sin la otra y viceversa, en una finta perpetua que no tiene otro sentido que el de disputar el Poder. A espaldas del Pueblo, que es legítimo propietario del mismo. Es golpista exigir la devolución del Poder, eso queda meridianamente claro; lo perdido, perdido está. Y es ilegítimo exhibir lagrimones por “la herencia recibida”, para encubrir la carencia de hormonas sustentadoras de la fuerza democrática, a la vez que encubrir nuevas formas de violentar el contrato social en un obsceno entreguismo del Poder a corporaciones capitalistas corrompedoras y corruptas.


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