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Los días compartidos con Pepe Rosa, y una conferencia clandestina, en Jujuy

Con otro militante salteño, Laureano Almirón, el historiador predicaba con su revista “Línea”, desafiando a la dictadura.

Vivir con la memoria encendida es, para una generación que la barbarie diezmara en su última dictadura en todos los órdenes que hacen a la existencia de todo su conjunto social, a sus sueños del país que merecemos, me impone hoy esta evocación a José María Rosa, a quien con total acierto la pluma de la escritora y colega Gabriela Canteros (Ver su nota en estas páginas) define con pleno acierto como nuestro contemporáneo. Un contemporáneo de siempre y para siempre, me atrevo a agregar.

“Pepe” Rosa -dice Canteros- “debe ser recordado, con justa causa, en su amplia variedad de desempeños: ponderando la historia por encima de todas sus pasiones; ponderando la docencia del maestro incansable, de las inagotables anécdotas; como bohemio empedernido. Su pasión por la novela histórica - no siendo esta una invención actual- sino una vieja práctica que tiene en Argentina sus apasionados y detractores.

Cada año, un 20 de agosto, cuando nos toca recordar su natalicio, me cuesta mirarlo en el pasado y lo veo en el presente; coleccionando audios de youtube. Como youtubers, para miles de seguidores, tuiteando verdades trascendentes en el espacio de lo efímero. Bloggeando desde el exilio. Lo veo en el futuro porque como dice Pablo Hernández y su biógrafo Enrique Manson, acerca del regreso del escritor, que jamás se fue, porque: “José María Rosa es nuestro contemporáneo”.

Me entusiasma la autora del homenaje y recuerdo por su natalicio en los 20 de Agosto.

Y es tal la fuerza de ello que me permito, amigo lector de este semanario, un breve pero emocionado y profundo recuerdo al enorme intelectual y a su valentía militante por la idea. Por la Libertad de expresarla. Por su coraje militante inclaudicable. Por el imperio del debate, con la mirada puesta en las estrellas. Donde en esos tiempos oscuros de nuestra historia brillaba como distante la de la Democracia.

Corría el mes de marzo de 1980 y no hace falta que haga mención a cómo padecía esta Argentina su noche más trágica.

La suerte quiso que a este periodista lo invitara un salteño, también verdadero militante de la idea, de la doctrina del justicialismo, de la resistencia por la reconquista de la democracia violentada, a acompañarlo al aeropuerto de Jujuy, donde tenía prevista su llegada el historiador abanderado del revisionismo histórico argentino.

Sí… José María “Pepe” Rosa llegaba a esta parte de nuestra geografía no a dar una conferencia. Más bien yo dije y lo repito: a dar otra lección de coraje y por supuesto de su sabiduría inconmensurable.

Ese salteño es Laureano Almirón, quien con su gesto hacia mi persona, honrándome verdaderamente, galvanizó el trascendente vínculo entre los seres humanos que es el del ser amigo y compañero, con el común denominador del valor moral y ético -hoy tan devaluado por las dirigencias sin ejemplaridad- que se condensa en la palabra Lealtad.

Así, venciendo las amenazas de los mesiánicos de manos ensangrentadas, y por qué no también decirlo los temores lógicos nuestros de pueblo aprisionado, “Pepe” Rosa disertó en Jujuy.

Y además, predicó con su también histórica Revista “Línea”, de la que con Laureano Almirón, asumimos como corresponsales.

Está demás decir que no desaprovechamos un instante de abrevarnos de su riqueza.

Con orgullo muestro hoy a los lectores la dedicatoria que me hizo, me hace y me hará sentir por siempre uno de sus herederos. Y que harán sus herederos a mis hijos y a los hijos que de ellos vinieron. Y así seguirá de por vida.

Me escribía el verdadero maestro que Laureano me permitió conocer para hermanarme, en primera página del tomo 13 de su Historia Argentina que bien imaginarán atesoro: “A Juan Guillermo Gonza, con el gran afecto que le he tomado en estos días. José María Rosa. En Salta, Marzo 29/980”.

¿Cómo no agradecer a la Vida y a este oficio maravilloso del periodismo, como con exactitud absoluta lo definiera el Gran Gabo García Márquez?

Y, naturalmente, a la virtud que es la Memoria Encendida de los Pueblos.

El regreso del escritor que jamás se fue

Una de las cualidades más fascinantes de un historiador de culto como lo fue José María Rosa, es su capacidad de relatar la historia al estilo policial de una novela. En esta nota, un homenaje personal al historiador.

Por Gabriela Canteros

Una de las cualidades más fascinantes de un historiador de culto como lo fue José María Rosa es su capacidad de relatar la historia al estilo policial de una novela, con un guiño a los más introspectivos. Una de sus primeras obras, El Cóndor Ciego relata la historia de la muerte de Lavalle, en una especie de tiroteo en plena Ciudad de San Salvador de Jujuy, donde hoy se erige el Museo Lavalle, que tiene de pieza célebre: la puerta de cedro perforada por el proyectil que terminó con la vida de Lavalle, sobre la cual Rosa tiene sus propias teorías.

El verdugo de Dorrego encontró la muerte en el norte del país, cuando los límites territoriales no estaban políticamente definidos. El suceso histórico es revivido en cada visita guiada a la antigua casona. El relato de José María Rosa, una lectura ineludible para rememorar las escenas cual policial negro. Trama. Persecución. Testigos . Falsificadores. Pruebas. Ensayos. Diagnósticos. Identikit. Sobre todo pasión. mucha pasión para empuñar la pluma. Para teclear la vieja Remington. Sería una obra célebre del joven historiador. Producto de la audacia juvenil, pero no por eso una obra de menor, valía también como producto de su compromiso, de su obsesión, la precisión exhaustiva y técnica de los sucesos y su trama.

¿Resultado de su formación de abogado? ¿Producto de su actuación como juez? O simplemente efecto de una genialidad inerte que le impedía no comprometerse obsesivamente con cada proyecto de investigación histórica.

José María Rosa debe ser recordado, con justa causa, en su amplia variedad de desempeños: ponderando la historia por encima de todas sus pasiones; ponderando la docencia del maestro incansable, de las inagotables anécdotas; como bohemio empedernido. Su pasión por la novela histórica - no siendo esta una invención actual- sino una vieja práctica que tiene en Argentina sus apasionados y detractores.

Cada año, un 20 de agosto, cuando nos toca recordar su natalicio, me cuesta mirarlo en el pasado y lo veo en el presente; coleccionando audios de youtube. Como youtubers, para miles de seguidores, tuiteando verdades trascendentes en el espacio de lo efímero. Bloggeando desde el exilio. Lo veo en el futuro porque como dice Pablo Hernández y su biógrafo Enrique Manson, acerca del regreso del escritor, que jamás se fue, porque: “José María Rosa es nuestro contemporáneo”.


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