El Dakar o la anti-filosofía del medio ambiente
- Por Dr. Ricardo N. Alonso
- 12 ago 2016
- 3 Min. de lectura
¡Y volverá a pasar por Salta…!
Rompen el ambiente y están exentos políticamente de presentar informes de impacto ambiental. Con el cuento de que los lugares por donde pasan van a ser promocionados.

El Dakar pasó al menos en dos oportunidades por Salta rompiendo todo y rompiéndose todo. Y volverá a pasar. Esta competencia deportiva fue echada de África porque traía problemas y no aportaba ninguna solución. En realidad no les interesa mucho saber por donde pasan, sólo les interesa pasar. A veces a enormes velocidades. Con camiones de gran porte, motos, autos, cuadriciclos. Con motores que rugen endemoniadamente y neumáticos duros que resisten las lajas filosas como cuchillos. Por eso entran a campo traviesa. En muchos de los paisajes.
Bramando arriba de las dunas, descuajando formaciones rocosas, alterando geoformas, huelleando los maravillosos pavimentos del desierto, traqueteando y generando microsismicidad, llevándose puestos animales cuando se les cruzan, o gente, o aves y por supuesto infinidad de insectos. Cruzando a alta velocidad ríos con agua y sin agua, con peces y sin peces. Levantando tormentas de arena que empalidecen al simún del desierto. Largando polvo sobre la vegetación vecina a los caminos y a más distancia también.
Rompen el ambiente y están exentos políticamente de presentar informes de impacto ambiental. Con el cuento de que los lugares por donde pasan van a ser promocionados. El mundo se va a enterar donde queda San Rafael, Palo Pintado o Peñas Azules. Para el mundo, apenas si ubican América del Sur en unos casos, Argentina en otros (y gracias a Messi) y por supuesto que un 95% de la población mundial no tiene ni la más remota idea de dónde queda Salta. Ni tampoco donde queda Salto, ni Moquegua, ni Vallenar, ni otras ciento de ciudades sudamericanas. Como que tampoco nadie sabe dónde queda Dakar y muchos menos cuanto de turismo llegó a Dakar por el famoso Dakar. Queda en África dicen algunos. Como si África fuera un país y no un continente entero.
O sea que Salta va ser de nuevo nombrada porque está en la ruta del Dakar (¡para un afgano de las montañas pegado al televisor, Salta podría quedar en África!). Pero el problema es que Salta sí estaba en las ediciones anteriores de la ruta del Dakar espacio-argentino pero no figuraba en el mapa, ya que el tramo del noroeste se llamaba Tucumán-Jujuy.
O sea que Salta ya fue ninguneada. No la mentaron ni a los cien. En cambio los tucumanos pícaros se llevaron todos los laureles. Agasajaron a los corredores, los recibieron en campamento, los llenaron de cámaras de televisión y otros etcéteras. En cambio nosotros sólo pudimos, mejor dicho algunos pudieron, esperar en vela largas horas para verlos pasar despacito por la ciudad. Casi huyendo hacia Jujuy, donde los esperaba la otra gran parada antes de internarse en la Puna y desaparecer tras la Cordillera hacia Chile.
Borges cuenta en uno de sus libros, creo que en Atlas, que estando en Egipto se acercó a una duna, levantó un poco de arena y la arrojó algunos pasos más allá. Filosofó diciendo que ese hecho le había dado la íntima sensación que le había llevado de alguna manera a modificar el desierto. Casi como las ideas del Caos y aquello de que el vuelo de una mariposa en la China puede causar un huracán en los Estados Unidos.
¿Qué hubiera pensado Borges de los monstruos mecánicos destrozando dunas sólo por deporte?
Lo cierto de todo esto es que sí hubo impacto ambiental y que de ninguna manera fue mínimo. Curiosamente Greenpeace, los llamados defensores del medio ambiente, se callaron cautelosamente la boca en esta oportunidad (como hicieron con el desastre petrolero en el golfo de México y otros desastres interesados). No les importó hacer campaña defendiendo el hábitat de la lechuza moteada o del yaguareté, o de cualquier otro bicho inventado a propósito para sus campañas lacrimógenas crematísticas.
Dicen los que saben que nadie puede cuantificar cuantas aves dejaron el nido ni cuantos pequeños mamíferos sus madrigueras abandonadas por el rugido infernal de los motores. Justo cuando las aves están empollando en esa época o los pichones aprendiendo a volar.
La ruta por el Valle Calchaquí y el Parque de los Cardones fue un error y se podría haber estudiado otras variantes menos delicadas. Que no se hizo ningún informe de impacto ambiental previo, con lo cual la Ley de medio ambiente 7070; muy bien, gracias.
Que a Salta no se la conoció (ni se la va a conocer) ni en la esquina por el Dakar y que nadie va a venir a hacer turismo en un lugar que ni siquiera fue mentado, pero que las imágenes de esa imprecisa región sudamericana muestran roto, y estropeado.
En definitiva, Salta, lugar de paso para estropear y además evitar promocionar.