Hebe: Un quebracho de 86 años en las vías del Poder, más allá de su fanatismo “K”
Va de suyo que este comentario –ineludible e imperativo de conciencia para su autor- generará polémica, reacciones de rencor y sin duda alguna también de adhesión, reflejo exacto de los sentimientos que despiertan los rasgos de la personalidad y de la trayectoria de la protagonista de hoy, la presidente de Madres de Plaza de Mayo, la señora Hebe de Bonafini.
No es necesario, por supuesto, formular presentaciones de ella ni de su situación en estos momentos donde perpetra nada menos que un decidido acto de rebeldía y más exactamente de rebelión ante los dictados de la letra de las leyes y normas que rigen el funcionamiento de uno de los poderes básicos del sistema republicano, sin duda alguna el mejor y a la vez el más perfectible de los modos de vida de cualquier sociedad libre: la Justicia.
Un acto ilegal, si lo prefiere.
Resultan inaceptables, sin margen de discusión, los brutales excesos verbales de Doña Hebe. Que no son en modo alguno novedad, y que lamentablemente, sin perspectivas de corrección ni siquiera de reflexión de su parte, se repitieron ayer y se repetirán hoy, mañana y no resulta arriesgado suponer mientras viva.
Como así irritan e irritarán a no pocos la runfla de impresentables que aprovecharon la volada del escandaloso procedimiento de ayer del tándem institucional Poder Judicial y Poder Ejecutivo para hacer otra de sus reapariciones aprovechando el fanatismo Cristino Kirchnerista de la mujer emblema mundial de las Madres de Plaza de Mayo.
Verlos allí como oportunistas miembros de una guardia de corps a los Boudou, los Sabatella, los D´Elía, los Yazki, los De Pedro, los Zaninni, los Parrilli, los Kiccillof y tantos otros sobre los que ya cayó implacable la condena social en las urnas pero más por sus actos corruptos y no por un siempre posible fracaso en la gestión de gobierno, justifican por cierto que las reacciones no sean a favor de Bonafini.
Ni tampoco tienen por qué serlo como opinión generalizada por su historia en lo medular, que dista sideralmente para su valoración por parte de la mayoría del conjunto de la sociedad, de su actual confesa identidad con el modelo que la Argentina no quiso ratificar tras una década que para ellos fue “ganada” pero que está visto y comprobado fue la más corrupta y verdaderamente estragada.
Precisamente por ese fanatismo incontrolado que la tornó repetidamente en irracional, es que no resulta fácil argumentar a favor de la reivindicación de Hebe de Bonafini pura y excluyentemente como expresión de lucha por los derechos humanos, que es la esencia que este cronista, con el corazón en la mano y fundamentalmente con la Memoria Encendida (así con mayúsculas) decide hoy, con convicción y por historia de vida, hacerlo.
Porque en esa Memoria de los Pueblos, y de su propia historia personal, surge intacta la madera noble de una mujer que liderando a un universo inmenso de mujeres con idénticas heridas irremediables y disparos en el corazón, enfrentaron a los genocidas de la dictadura de 1976 a 1983, contribuyendo así como un factor decisivo a la reconquista de la democracia.
Para los sobrevivientes de los campos de concentración nada podrá hacer borrar de sus recuerdos y cicatrices que eran las Hebe las que “afuera”, en las calles de toda la geografía del país, protagonizaban junto a sus compañeras y compañeros la resistencia y atraían la solidaridad del mundo para que se frenara tanta muerte y martirologio. Eran ellas: “Las Locas de Plaza de Mayo”.
Las que hicieron imposible que la tortura y las rejas impidieran que les cantara en homenaje versos como éstos:
Te pienso mujer,
en este instante
vencedora del miedo,
con tu grito en los ojos
y de tus manos
aferrándose la Vida
en cada hijo…
Oigo tus pasos
con más eco
que las botas
en aquellos cuarteles cubiles
donde clamabas
por las Vidas que amabas…
La canalla,
los cobardes
jinetes de la muerte
de aquel tiempo
y para todos los tiempos
se mofaba…
Tu Victoria Final, mujer
vencedora del miedo,
celebra la Vida,
mi Vida…
todas las Vidas rescatadas.
Reiterando una y mil veces un expreso pedido de comprensión al sentido de este comentario que no obedece a la errónea y monstruosa creencia que el periodista tiene la obligación de opinar sobre todo, sino que por el contrario –como ya se advirtió en el comienzo- responde a un imperativo de conciencia; también corresponde manifestar con todas las letras el respeto a toda opinión en contrario y mejor aún si fuese en debate. Porque maldecir, maldice cualquiera. Y sólo insultar… no necesita argumentos. Ni merece respuesta.
Si la actual Hebe de Bonafini, o dicho con mayor precisión, si la Hebe de Bonafini kamikaze kirchnerista fuese y representase sólo eso, esta nota no quedaría en las hemerotecas.
Es un concepto moral el que a los hombres –tal vez no a todos o seguramente no a todos- circunstancias que le marcan para siempre la vida los hacen inclinar a favor de la buena fe y de sus valores morales y éticos, contra la letra dominante de la ley.
Así entendidas las cosas, y porque esta mujer de 86 años que ayer se le escurría al poder de turno vulnerando indiscutiblemente leyes y normas fue y morirá de quebracho como se plantó en aquella noche trágica de la Patria, es que esta nota está escrita y con firma.