Tan delincuentes, tan impunes, tan estúpidos
Un idiota es alertado de que querían reventarle la vivienda con un allanamiento. Cagado hasta las patas sale desesperado a deshacerse de todo lo que tenía a mano: unos diez millones de dólares, doscientos mil euros, varios miles de pesos, yuanes, relojes, títulos y teléfonos. No entraban en la billetera, así que cargado de seis bolsos –tampoco es cosa de caer en la indigencia– y una carabina, sale a buscar un milagro.
El convento al que concurrió varias veces al año desde 2003 se encontraba cerrado así que se pone a tocar timbre mientras revolea los bolsos dentro del predio. El llamado de un vecino al 911 hace que caigan los polis de la bonaerense a una velocidad tal que, o ya estaban alertados, o son capaces de oler un billete verde como un tiburón detecta una gota de sangre en un millón de litros de agua salada. El buen hombre tiene tanta mala leche que le tocaron los únicos polis de toda la provincia de Buenos Aires que no iban a aceptar ser sobornados. Para qué se iban a arriesgar si después venía el conteo de dinero para confiscar. Una monja de 95 años dice que el esposado es un buen tipo. El ahora sopre afirma que le quieren robar la donación para el monasterio. Desconozco si la entidad acepta donaciones de madrugada, pero que la misma conste de 10 millones de dólares explica por qué el gobierno recibió de vuelta la donación de 16 millones de pesos que hiciera a la iglesia: por ratones. Para finalizar, aparece una abogada que, en sus ratos libres, oficia de cantante de cumbia. Costó reconocerla –estaba vestida– pero en su primera declaración de prensa, la letrada afirmó que el hombre delira y escucha voces, pero que al momento de designarla como defensora estaba en un lapsus de lucidez. Este país es insuperable. Insuperable.
Mucho amor por los pobres, mucho llantito en actos en los que ninguno de los asistentes se preguntaba con qué se pagaban, mucha queja por los “ataques” recibidos de parte de los que denunciábamos lo mismo que ahora no les queda otra que ver y aceptar. Y todo para que el modelo de redistribución con inclusión social demostrara que sólo se trató de un modus operandi para garantizar un modelo extractivo en el que una enorme masa de gente trabajaba y dejaba el 60% de sus ingresos anuales en impuestos para que una élite de analfabestias, pero élite al fin, se la llevara toda. Toda. Al igual que con la mita impuesta por el imperio español para reventar los commodities durante la conquista, para poder aplicar este sistema perverso sólo bastó un pueblo sumiso y sin líderes.
Si la mayoría de los que consumen noticias en cualquiera de sus formatos no tenía mucha noción de quién era este José López, el resto de esa masa enorme de argentinos que no consumen información –y por inmensa mayoría me refiero a un número cercano a siete de cada diez– no se enteró de qué es lo que pasó. Suponer que el kirchnerismo está acabado por este hecho es un chiste ni bien se sale del microclima de las redes sociales. Si el kirchnerismo está vivo o no, no pasa por hechos de corrupción aunque queden tan expuestos. Nosotros nos cagamos de risa de lo payaso que puede resultar una secuencia que, si se la proponemos como guión a Torrente, nos la tira por la cabeza por ridículos. Un número considerable se indignará. Otro tanto lo justificará y, finalmente, la inmensa mayoría no lo registrará.
El Frente para la Victoria como sello político empezó a caerse a pedazos con el éxodo de sindicatos en 2012, se disparó con la derrota electoral en las legislativas de 2013 y recibió el tiro de gracia en 2015. Con los peronistas totalmente en otra, hasta volaron a la mierda los cuadros de Néstor y Cristina del quincho de la sede partidaria hasta que a uno le pareció casi un acto de bullying y los repuso por compasión. Sin el peronismo, al FpV le quedaron el Frente Grande, los comunistas, el Partido Intransigente y algún que otro mamotreto más sin importancia electoral.
En lo concreto, el ridículo que presenciamos esta semana tiene dos puntos notables. Primero, Julio De Vido muestra que ya no puede estar más quemado. De un modo difícil de explicar desde la lógica, es uno de los esquivados por cualquier impulsor oficialista de investigaciones revisionistas, con actos de tibieza que llegan a extremos como la Oficina Anticorrupción, que se limitó a pedir el embargo de su sueldo en la causa por la tragedia de Once, donde ya está siendo investigado a pedido del Tribunal Oral que condenó a Ricardo Jaime. Tibieza total e inexplicable. Con lo fácil que es caminar la obra pública: empiezan con la primera obra, siguen con la siguiente, y así podrían haber sospechado de la restauración de la Basílica de Luján y los vínculos con el obispo emérito y fallecido de Mercedes. Hoy De Vido quedó en la mira, a pesar de que el payaso de Héctor Recalde diga que don Julio es tan sólo una “víctima” de José López. O sea: la idea de Recalde es que un tipo que manejó la caja de la obra pública con De Vido desde la intendencia de Río Gallegos en 1987, treinta años después queda en evidencia que engañó a su jefe durante dos décadas.
El segundo hito pasa por el desbande de los que quedaban. Luis D’Elía, que desde diciembre de 2015 viene resistiendo con aguante y con lástima, utilizó su cuenta de Twitter para decir que repudia lo que hizo José López “miembro del PJ de Gioja y Scioli” y no de su partido Miles. Es increíble todo lo que puede desprenderse de 140 caracteres mal redactados. Aparentemente, a Luis D’Elía no le molestó el origen del dinero, sino que le reventó que López fuera atrapado mientras lo revoleaba dentro de un convento. Luego le tiró el fardo al Partido Justicialista del candidato que apoyó con los ojos cerrados hace menos de ocho meses. Y por si fuera poco, se hizo el pelotudo con un detalle que no es para nada menor: López y D’Elía compartieron ministerio. Fue en 2006, cuando Néstor Kirchner designó a Luisito como subsecretario de Tierra bajo la órbita del ministerio comandado por Julio De Vido, donde López era secretario. Por si eso fuera poco, uno de los grandes escraches que se comió el amigo de regímenes teocráticos medievales fue por la construcción de viviendas. Adivinen de dónde sacó la plata.
Desde el peronismo, Aníbal Fernández salió a llorar indignado por quienes demostraron formar parte de actos de corrupción. No, no es un chiste de mi parte. Gabriela Cerruti, en cambio, encarnó el lamento de quienes sabían que eran flor de cornudos, pero que ahora tienen que ver la foto de la orgía en la que se encontraba la pareja: “Le hacen daño al modelo”. Y nosotros que pensábamos que el Modelo era precisamente eso: el choreo más pornográfico con el cerebro más estúpido que encontraron en una oferta de liquidación de temporada en un outlet de La Salada.
El día después fue sublime. Héctor Recalde, que de abogado de la ortodoxia sindical peronista pasó a ser el líder del progresismo cristinista, tuvo una serie de declaraciones que ameritarían que lo investiguen por si las moscas. Eso de considerar que “uno, dos o diez funcionarios corruptos no pueden afectar lo realizado por la gestión kirchnerista” tendría algo de lógica si no fuera por un detalle: de los 16 ministros que tenía Cristina, diez son más de la mitad y uno sólo concentraba las obras públicas, la energía, el transporte y casi la totalidad de los subsidios. Sí, uno no hace la diferencia, salvo que sea el que maneja toda la torta. Finalmente, el defensor de lo indefendible sostuvo que con lo de López se “intenta desvalorizar todo lo que se hizo durante 12 años”. Está claro que lo único que les jodió es que se note.
Inocencia total provocaron las declaraciones de Juliana Di Tulio, a quien el hecho le resultó “una trompada en el estómago”. Así y todo dijo que López se equivocó y pagará, pero que la rosca política no se mancha: sostuvo que nada de lo visto en los últimos días puede salpicar la moral de Néstor y Cristina. Y tiene razón: no se puede manchar un leopardo. Lo curioso del asunto es que la mentalidad de Di Tulio se replica en la militancia. Es como que descubrieron que el Ratón Pérez son los padres y piden cuidar a Papá Noel y los Reyes Magos.
En este período de Resistiendo con Ternura, también se destacó la posición de víctima encarnada por Florencia Kirchner, quien se quejó de que hay “ensañamiento y persecución” contra su familia. Ingratos, nosotros, que no dejamos que disfruten en paz de todo el dinero que nos punguearon.
La comparativa de todas estas muestras de tristeza comprueba que para estas mentes brillantes duele mucho más ver cómo descubren a uno de ellos con diez palos verdes que la muerte de 51 personas. Aún recuerdo la última vez que el bloque legislativo del Frente para la Victoria dio una conferencia en banda: fue tras la aparición sin vida –y con un corchazo en la cabeza– del fiscal federal Alberto Nisman. Aquella vez salieron a putear al muerto por tener la actitud golpista de quitarse la vida para desestabilizar a Cristina. Esta vez, lo hicieron para velar al FpV. Hubo algunas ausencias por culpa de varios diputados y un senador que se fueron a comprar puchos y dijeron “hasta acá llegó mi amor”, aunque otras versiones no confirmadas indican que, en realidad, dijeron “acá no hay más un mango”.
Lo que sí está confirmadísimo es que resultará interesante ver qué pasará si evoluciona la postura de blindar a De Vido y se impone la teoría de que no tenía nada que ver con lo que hizo López. Porque algo de eso hay: López manejaba la obra pública desde mucho antes de que Julio De Vido llegara a la gobernación de Santa Cruz. En criollo, López respondía directamente a Néstor y Cristina.
Mientras tanto, aquellos que nos bullearon durante años están corriendo en círculos y golpeándose la cabeza mientras gritan que a Cristina nadie la toca, que no se metan con ella, que Cristina vuelve, y demás cosas que confirman que no hay forma de mover el encefalograma plano. Mañana Máximo manda a la mierda a la madre y dirán que siempre supieron que era un gordo vago. No existe método viable de hacerles entrar una y esperan ansiosos el comunicado de la que no sabe redactar para tener algo para decir. Lo que si podemos especular es que ella dirá que, desde que era secretaria Legal y Técnica de la intendencia de Río Gallegos y almorzaba con López todos los días, hasta el último acto que dio como presidente de la Nación, no estuvo al tanto de nada. O por ahí toca el tema de coté, como si tuviera que hablarnos en código cuando el tema está más instalado que el smartphone. O tal vez tan sólo vuelva a calificar todo de un complot internacional de un mundo que se derrumba como una burbuja, y de los medios hegemónicos que prefieren hablar de la que se chorearon antes que contar detalles de todo lo que nos estamos bancando por culpa de la que se chorearon.
Porque a nosotros nos acusaron de golpistas cuando dejaron a gente sin laburo tras la pachanga de Sueños Compartidos, nos tildaron de desestabilizadores luego de que nos preguntáramos si era normal que cualquier cuatro de copas sin experiencia en la obra pública pudiera construir viviendas, sea Luis D’Elía en La Matanza, sea Milagro Sala en Jujuy; nos calificaron de imperialistas por decir que era una locura festejar la reconexión del gasoducto boliviano cuando había sido cerrado por haber alcanzado el autoabastecimiento; nos acusaron de ser apátridas los mismos tipos que se patinaron la primera causa por cometas al pretender entregarle un negociado a una empresa europea; dijeron que éramos cipayos; en el dogma discursivo nos tildaron de vendepatria los mismos que, cuando ya no quedaba forma de venderle algo a los chinos, le entregaron una porción de tierra soberana; nos tildaron de oligarcas conservadores los mismos que demostraron esconderse bajo la sotana de algún obispo que les lave las culpas y los activos; nos cosieron en el pecho la estrella del vendepatria, como si hubiera alguien interesado en comprar este país con nosotros adentro; nos acusaron de ser fachos por no querer que hagan crecer al país mientras disfrazaban de doctrina keynesiana el más salvaje choreo de obra pública que hayamos visto; y afirmaron que éramos todos gorilas inconformistas por asegurar que, en Comodoro Py, el que no está carpeteado, directamente es de ellos.
Tanto esfuerzo para que un pelotudo les mee la acuarela perfeccionista al caer de madrugada en un monasterio trucho con una carabina y millones de dólares.
No hay caso. Además de ladris son muy boludos. Y ya sabemos que no hay nada más peligroso que un boludo con pretensiones de poder.