Hay un muerto en el baño
« (...) Los grupos mafiosos tienen sus códigos y dejan marcas en los cuerpos de sus víctimas para mandar mensajes internos y externos. La traición, el engaño, “puentear” a un enlace o superior, o ser considerado un “enemigo íntimo”, parecen ser las acciones suficientes para que un integrante de estos grupos conozca la muerte. (...)»
(Doctor en Criminología Raúl Torre)
Casualidad o mensaje
En el término de algo más de un año, y vinculados con dos situaciones que involucran al Régimen de triste memoria, aparecieron dos muertos en sendos baños familiares. No es arbitrario que aquí llame yo la atención de esta coincidencia, pues se trata ni más ni menos de dos casos policiales paradigmáticos, digo bien casos policiales, que, de no haber sucedido se hubieran destapado ollas hediondas en torno al poder político del ejecutivo nacional: El caso AMIA y sus incontables peripecias, y el caso money cash wash que está en cartelera en todas las salas, con un éxito de taquilla que mire vea. Pero la hediondez, como buen fluido, lo mismo ocupa el aire que mal respiramos los de a pie.
El costado trágico en el primero, está patentizado en que el muerto del baño era nada más ni nada menos que un Fiscal de la República, encargado de investigar hasta el hueso en la conexión local con los atroces asesinos que marcaron para siempre con sangre el barrio de Once, asesinando masivamente a pacíficos ciudadanos el 18 de julio de 1994, sin que la espada de la Justicia durante 21 años haya caído, afilada, sobre el pescuezo de los genocidas. El 18 de enero de 2015, el Fiscal federal Alberto Natalio Nisman, recién cumplidos los 51 años de edad, preparaba sus últimos apuntes para presentarse en la mañana del lunes 19 ante el Congreso de la República, a informar ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados sobre sus importantes hallazgos sobre la criminalidad del hecho. Fue hallado muerto en el baño de su departamento con herida de arma de fuego. La Fiscal Viviana Fein [61], de turno ese domingo, debió hacerse cargo de la investigación. Comienza en ese momento un largo desfiles de acontecimientos que más embarraron el camino a la Verdad, que encender su Luz en el caso. En un acto fallido ante decenas de periodistas, Fein afirmó: “...lamentablemente hay indicios de que no fue un suicidio...”, palabras más, palabras menos. Hoy, desde un retiro lleno de fantasmas, la Fiscal sostiene ante quien quiera oírla: “Nisman se suicidó”.
Quedó el caso ya hace más de un año, en las turbias aguas de la impunidad; aguas sucias agitadas de ven en cuando por aquellos que pretendemos Justicia, y haciendo resaca, los que no lo quieren. Involucrados, hay ciertos oscuros personajes de del espianato local; uno, en particular, con cara de ángel. El otro, archiconocido. El asunto es que Nisman se suicidó. En el baño.
Luego del recambio institucional en el gobierno de la República, derrota electoral mediante, del FpV liderado por CFK, con la escalada mediática de la Justicia, a cuyos jueces federales les picó el bicho de la investigación del régimen de peor memoria de los regímenes civiles y legitimados por las urnas, que podría tener consecuencias espeluznantes para la vida institucional de la República, y la exhibición de los ladrones ante la vindicta del Pueblo, apareció otro muerto vinculado a las investigaciones.
El cuerpo de Horacio Quiroga [65], ex director de Epur SA y Misahar SA hasta noviembre de 2010, dos empresas petroleras de Lázaro Báez, fue hallado ya sin vida en su casa con un golpe en la nuca. La carátula presuntiva del expediente judicial: “Muerte dudosa”. Primeras pericias tanatológicas: Edema pulmonar y golpe en la nuca. En el baño de su departamento.
En declaraciones públicas, este hombre, en dos oportunidades había vinculado a Báez y sus prácticas empresariales, con Néstor Carlos Kirchner. Era director de las empresas, pero le estaba prohibido firmar los cheques de las mismas. Estaba a punto de declarar en las investigaciones de SS. Cassanello sobre Báez y el dinero robado al Pueblo.
No tiraron la cadena
Rebasan los conductos y el desborde huele mal. Como un baño trancado, salen a la superficie aquellas cosas que hieden. Encima, en el desbande, alguno olvidó tirar la cadena. El baño da señales concretas de sucedidos criminales, con gestos esotéricos. ¿Casualidades...? ¿Mensajes conscientes...? Los casos Nisman y Quiroga suman un interrogante digno de Jules Maigret o de Sherlock Holmes, o si prefiere, de Salvo Montalbano, preferido de Doña Clota. Los adictos televidentes saben a quiénes me refiero. Los sabuesos más perros para el crimen y los criminales.
Hay una coincidencia por demás supina como para aislar una muerte de la otra. La escena del crimen. Los expertos en semiótica criminal, que es la interpretación de los signos que rodean un crimen de sangre, toman nota de esto. Dos muertes vinculadas a un mismo entorno, con diferentes orígenes, y que son la clave para comprender cada hecho que compromete al mismo gobierno, se escenifican en el baño.
A riesgo de parecer escatológico, lo que no me interesa, impulso a los investigadores interpretar el mensaje que yo hipotetizo como implícito en los dos casos: Ambos muertos, uno al parecer “por mano propia”, y el otro “por mano del destino”, exhalaron su último suspiro en el baño; lugar de los excrementos humanos. Teléfono jueces de la Justicia Federal.
Ya lo dijo Don Vito Corleone: “Che sembro un incidente...” (Que parezca un accidente).