Monseñor Lozano hizo un balance “sereno” de los tres años del pontificado de Francisco
Buenos Aires (AICA) - El obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano, destacó el compromiso por la paz mundial, la apertura al diálogo con todos los sectores y el desvelo por los pobres y el cuidado de la casa común del papa Francisco, al hacer un balance “sereno” de los tres años del pontificado de Jorge Bergoglio y de los desafíos que enfrentó y su forma de vencer los obstáculos.
El obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano, destacó el compromiso por la paz mundial, la apertura al diálogo con todos los sectores y el desvelo por los pobres y el cuidado de la casa común del papa Francisco, al hacer un balance “sereno” de los tres años del pontificado de Jorge Bergoglio y de los desafíos que enfrentó y su forma de vencer los obstáculos. El prelado hizo este recuento en un artículo titulado “El argentino del mayor y el mejor revuelo”, publicado hoy en el diario Clarín. “La prensa detectó algunos sectores dentro de la Iglesia que no lo quieren a Francisco y lo cuestionan duramente”, reconoció, pero recordó que “al menos desde san Juan XXIII a la fecha lo mismo les sucedió a los otros papas”. También admitió que “entre los argentinos también ha habido rechazos”. “Algunos dirigentes políticos de la gestión anterior de gobierno intentaron mostrar un Papa más aggiornado y a los obispos argentinos como retrógrados o díscolos. Ahora alguien espera más de los obispos que del Papa. Ambos son planteos alejados de la realidad. Francisco reconoce su fragilidad, y por eso pide ‘recen por mí, no como una frase hecha sino como mendigando nuestra oración. Pero eso no es lo mismo que querer hacer daño”, destacó. Monseñor Lozano celebró que “el sucesor de Pedro nos movilice” y “doy gracias a Dios por estos tres años cargados de desafíos”. “Ojalá venga pronto a visitarnos. Aunque seguramente no faltarán quienes, cronómetro en mano, midan cuánto estuvo en Paraguay y en Kenia, en Corea y en la Argentina, y realicen comparaciones tan eruditas como estériles”, concluyó. El artículo de Clarín
El 13 de marzo de 2013 la siesta se vio sobresaltada con una noticia que nos conmocionó: ¡Bergoglio fue elegido Papa! Las primeras reacciones en nuestra patria oscilaron entre lo sublime y lo absurdo. Es el argentino que más revuelo (del lindo) ha causado en la comunidad internacional, reconocido en su liderazgo espiritual por referentes de otras religiones, y para los católicos como el sucesor del Apóstol San Pedro. Su compromiso por la paz entre Israel y Palestina, el trabajo por el restablecimiento del diálogo entre Cuba y Estados Unidos, el aliento a los caminos de entendimiento entre el gobierno de Colombia y las FARC, la preocupación por la guerra en Siria y otros países, el dolor por los cristianos que sufren persecución y martirio... Esto también es “hacer política”. Hace unas semanas escuché algunas críticas hacia Francisco y no puedo imaginar que alguien que desarrolla este despliegue mundial por la paz y la justicia quiera apoyar la violencia y la división en su tierra. Otro desvelo de Francisco son los pobres en todo el mundo. Los que mueren a causa del hambre, o en el mar buscando una oportunidad, o en el desierto “texmex”, o en las calles de las megalópolis por el frío y la indiferencia. Los pobres que, organizados, son llamados por Francisco “poetas del cambio social”. Como bellamente expresó, “ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos”, las tres T: Techo, Tierra y Trabajo. Y qué no decir acerca del “cuidado de la casa común” en su Encíclica sobre la cuestión ambiental: Laudato si’, un documento claro, jugado, sin medias tintas, que alegró a muchos académicos, miembros de organizaciones populares, economistas. Cercano a los pobres, a los pecadores, y estricto con quienes debemos ser sus colaboradores inmediatos, los obispos y sacerdotes, exhortándonos a dejar cualquier sospecha de aire principesco que ahogue el olor a pueblo como el mejor perfume que un pastor puede tener y aspirar (en los dos sentidos del término). En el sínodo de los obispos –2014 y 2015- promovió que se escucharan todas las voces y reclamos en el aula, no en los pasillos y rincones, en lo cual no debemos caer, como la crítica que no da la cara y no se hace cargo. Y esto lo alentó para que todos se expresaran, incluso quienes le contradijeron con argumentos, y hasta unos pocos se aprovecharon con aire de cinismo que desgasta la comunión. La prensa detectó algunos sectores dentro de la Iglesia que no lo quieren a Francisco y lo cuestionan duramente. Debo reconocer que es así. Pero enseguida debo decir también que al menos desde San Juan XXIII a la fecha lo mismo les sucedió a los otros Papas. Algunas críticas tienen origen en posturas teológicas apasionadas con una parte de la doctrina, pero no les gusta que Francisco cite a los Padres de la Iglesia que denunciaban a los ricos las injusticias, o su insistencia en las enseñanzas bíblicas acerca del destino universal de los bienes. Otros no entienden la vinculación entre fe y política, y preferirían una propuesta exclusivamente orientada a la piedad. En los veinte siglos de cristianismo “la doctrina” no ha permanecido inalterable. ¿Cuánto tiempo se pensó que la tierra era cuadrada? ¿O que aun siendo redonda estaba en el centro y todo giraba en torno a nosotros? ¿O que la creación se hizo en seis días (más uno en el cual Dios descansó)? ¿O las dudas acerca de la existencia del alma en los indios? ¿Y qué con la esclavitud y la pena de muerte? Acerca de estas cuestiones y tantas otras, “la doctrina” fue evolucionando, no sin dificultades, excomuniones, sanciones... Excluyo a los que le critican por auto referencialidad o complejo del “último orejón del tarro”: ¿por qué saludó a tal y a mí no? ¿Por qué a los de ellos y no a los míos? ¿Por qué va a otros países y no viene a visitarnos a nosotros? Entre los argentinos también ha habido rechazos. Algunos dirigentes políticos de la gestión anterior de gobierno intentaron mostrar un Papa más aggiornado y a los obispos argentinos como retrógrados o díscolos. Ahora alguien espera más de los obispos que del Papa. Ambos son planteos alejados de la realidad. Francisco reconoce su fragilidad, y por eso pide “recen por mí”, no como una frase hecha sino como mendigando nuestra oración. Pero eso no es lo mismo que querer hacer daño. Celebro que el sucesor de Pedro nos movilice. Doy gracias a Dios por estos tres años cargados de desafíos. Ojalá venga pronto a visitarnos. Aunque seguramente no faltarán quienes, cronómetro en mano, midan cuánto estuvo en Paraguay y en Kenia, en Corea y en la Argentina, y realicen comparaciones tan eruditas como estériles.