El turismo del NOA y su increíble potencial
Los Andes del Norte Argentino son un escenario magnífico para el turismo nacional e internacional. El paso del Dakar, más allá de las contradicciones, mostró el enorme potencial que tiene la región. Salta y Jujuy están atravesando por un buen momento coyuntural en lo que hace a la actividad turística. Esto se debe no sólo a las maravillas paisajísticas y a la rica historia que la acompañan, sino especialmente a una política de estado, a la calidad de las agencias de turismo y a la profesionalidad de los guías.
Hay un universo oculto o poco conocido y que puede ser motivo de atracción para un sinnúmero de intereses del visitante. ¡Y no estamos hablando de los ovnis de Cachi o los agroglifos de Chicoana! Se cuenta que el gran escritor Ítalo Calvino anduvo una vez por Salta obsesionado en fotografiar zaguanes y balcones. Hay turistas que llegan entusiasmados con los cardones, otros con el avistaje de aves, muchos con la arqueología vallista, y por supuesto con las famosas “momias” del Llullaillaco que se conservan en el Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM). El Cabildo y su museo histórico son un atractivo doble y bien conservado. La Quebrada de Humahuaca declarada patrimonio de la humanidad, los profundos valles intermontanos, la reseca Puna y sus volcanes y salares, la selva de Baritú y Calilegua, son verdaderos tesoros naturales.
Cuando se viaja por el mundo y se realizan tours específicos se descubre cómo es posible venderle al turista –en el buen sentido- las cosas más extravagantes. Una vez me llevaron en un tour por Virginia City, en Nevada, que terminaba en el lugar donde había sido asaltado Mark Twain. Ese dato histórico tenía relevancia. Todo lo que podría rescatarse en el norte con la impronta dejada por San Martín, Belgrano, Güemes o Lavalle. En otra oportunidad me mostraron en Siena, Italia, una cruz negra en un peldaño de escalera de mármol blanco que señalaba el lugar donde se había tropezado Santa Catalina de Siena. Y ejemplos así los hay en cantidades.
Los salteños y jujeños tenemos una riquísima historia colonial por nuestra condición de nexo entre virreinatos que está saturada de hechos y anécdotas que deberían exhumarse para deleite propio y de los turistas que nos visitan. Nuestra historia común con el Cerro Rico de Potosí es todo un tema, ya que conecta desde la vieja fundación de una ciudad en lo que hoy es la provincia de Salta (Cáceres o Talavera de Esteco) hasta la increíble fiesta de Sumalao y su feria y plaza de mulas más grande del mundo, tal como la describió en el siglo XVIII el viajero colonial Concolocorvo.
La historia geológica del cerro San Bernardo es, por esencial, invisible a los ojos ¿Qué se sabe del cerro San Bernardo? Muy poco. Y esto a pesar del esfuerzo de César F. Perdiguero y otros por hacerlo conocer. ¿Alguien pensó en señalizarlo pensando en el turismo? Pocos saben, por ejemplo, que allí el sabio alemán Brackebusch descubrió el primer graptolite de la República Argentina en 1880. O que el Dr. Gilberto Aceñolaza descubrió un trilobite nuevo para la ciencia: Sanbernardaspis pigacantha.
Decía que el turismo se nutre de una miríada de cosas. Es sorprendente lo que puede llegar a interesarle a un viajero. Cierto día acompañé a unos científicos italianos al valle Calchaquí. Un artesano había hecho figuritas de piedras con animales africanos (elefantes, rinocerontes, jirafas). Pensé que eso era inviable de vender. Sin embargo uno de ellos compró emocionado un rinoceronte ¿Por qué? Porque era de Siena, donde son fanáticos de la “Fiesta del Palio” y su barrio llamado Selva tenía al rinoceronte como su símbolo. Esto fue un claro ejemplo de las singularidades que tiene el turismo y de los múltiples intereses que puede tener un turista cuando visita un lugar.
Sería una misión imposible reseñar aquí el variopinto universo de temas atractivos de la región que van desde lo geográfico, geológico y paisajístico, pasando por lo histórico, antropológico y arqueológico, hasta recalar en lo gastronómico, religioso, cultural, folclórico y costumbrista. Toda la región está surcada por la vialidad incaica que dejó testimonios imperecederos en el famoso Camino del Inca. Camino que fue usado desde los primeros días por los conquistadores españoles. Qhapaq Ñan o Sistema vial andino, es la red de caminos incaicos construidos a lo largo de 2000 años de cultura andina que fuera declarado recientemente Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Jujuy divide su turismo en los circuitos Puna, Quebrada, Valles y Yungas. La Puna de Jujuy muestra un paisaje de volcanes, salares y lagunas; aleros pintados por antiguas tribus indígenas; pueblos de pastores; iglesias coloniales, etcétera. Volcanes portentosos como el Tuzgle, el Zapaleri o los Nevados de Coyahuaima; salares como Cauchari, Olaroz o las Salinas Grandes; cuerpos lagunares como Vilama, Guayatayoc o la Laguna de Pozuelos, todos con sus ricas avifaunas; termas actuales y fósiles, algunas de ellas con derrame de boratos y consideradas los ejemplos más espectaculares a nivel mundial; minas de oro con historias del far-west, entre ellas la de Rinconada donde se halló la pepita de oro más grande de Argentina y que pesaba 8 kilos; iglesias como la de Susques y la de Rinconada que se remontan a los siglos XVI o XVII; lugares arqueológicos como el de Barrancas; dunas musicales como las del Huancar de Abra Pampa; el árbol de la Queñoa.
El circuito Quebrada abarca a la Quebrada de Humahuaca y sus múltiples valles transversales (Juella, Huichaira, Yacoraite, etc.). Dueña de una geología y geografía deslumbrante que incluye el “Cerro de los Siete Colores” en Purmamarca o la “Paleta del Pintor” en Maimará; numerosas iglesias coloniales como la de Uquía, de 1691, que conserva enterrados los restos del fraile y escritor Pedro Lozano; Tilcara y su pucará; a lo que hay que sumar los numerosos atractivos de los pueblos de Tumbaya, Huacalera y Humahuaca. Todos unidos por el camino de postas donde transitaron los viajeros al Alto Perú y los guerreros de la Independencia.
El circuito Valles, no solo incluye a la ciudad de Jujuy con sus monumentos históricos y su deliciosa geografía, sino también a Palpalá y la sierra de Zapla; El Carmen y sus espejos de agua, y las espectaculares Termas de Reyes. El circuito Yungas incluye el Parque Nacional Calilegua, Valle Grande, Palma Sola y otros atractivos que tienen que ver con selvas, ríos, termas y una rica fauna de aves y mamíferos.
Salta tiene una situación semejante con la Puna, los valles de la Cordillera Oriental, las serranías de las Sierras Subandinas y la amplia llanura chaqueña. Volcanes espectaculares como el Llullaillaco, Socompa y Quevar; salares inmensos como el de Arizaro y Hombre Muerto; manantiales “Ojos de mar” con estromatolitos vivos; vicuñas, guanacos y suris; paisajes “lunares” y “marcianos”; serranías de sal y yeso; el famoso “Cono de Arita”, abras que superan los 4500 m.s.n.m, etcétera.
Los valles de la Cordillera Oriental, flanqueados por altas cadenas montañosas y dueños de particulares situaciones agroecológicas, como el de Calchaquí y sus viñedos, el de Lerma y su tabaco y el de Siancas y su caña de azúcar. Una rica geografía y geología expuestas en los profundos cañones de Escoipe, Conchas y Toro, con geoformas únicas como el Desierto Pintado, el Anfiteatro, la Garganta del Diablo, el Obelisco; el Parque Nacional Los Cardones; los nevados de Acay y Cachi; La Poma y el Puente del Diablo; el Cañón del Juramento y su atractivo para rafting; huellas de dinosaurios; a lo que hay que sumar los parques nacionales Baritú y Estancia del Rey en las Sierras Subandinas; y la mayor diversidad de pueblos indígenas del país distribuidos en la llanura chaqueña, la cual está surcada por los ríos Pilcomayo, Bermejo y Pasaje o Salado.
El norte argentino tiene todavía profundas áreas de vacancia en lo que a turismo se refiere y a la vez cuenta con un potencial mayúsculo para desarrollar. Todo aporte es un granito de arena que se suma para hacer más atrayente la región para los hombres que la visitan desde cualquier otra geografía.