Ella, Cristina, hacia su ocaso…
Cristina se encuentra al borde de un ataque de nervios.

El fallo de la Justicia tucumana anulando las elecciones provinciales la obligó a mostrarse, una vez más y ya en el epílogo de su gestión, tal cual es, es decir, autoritaria, fascista y desquiciada.
Sacada, tanto Ella como Aníbal Fernández, Carlos Kunkel, José Alperovich, Juan Manzur y otros, incluidos algunos personajes locales, cargaron con todo en contra de los jueces que tomaron la decisión de anular la elección en Tucumán por considerar que en virtud de las pruebas aportadas y vistas por todo el país, allí se cometió fraude por lo que solo cabía decretar la nulidad de la votación. Convencida Cristina que Ella es la encarnación misma de la Democracia, todavía no entiende como “simples mortales”, como dos jueces y encima del interior, pueden tener la osadía de ir en contra de su voluntad y decirle “NO” a otro de sus deseos.
Ahora, con la decisión judicial tomada, tanto Ella como sus obedientes “soldados” buscarán a como dé lugar, tumbar el fallo judicial y alzarse con un nuevo triunfo político que le demostraría a toda la oposición y a quienes la critican, que son “golpistas y desestabilizadores” que siempre la atacaron, pero a pesar de eso, Ella sigue mandando e imponiendo su voluntad y así seguirá siendo hasta el final de los tiempos, porque Ella, aunque dejando la presidencia, continuará teniendo el poder sobre todo este espacio geográfico y político llamado República Argentina.
A pesar que le quedan menos de noventa días para abandonar la Casa Rosada y la Quinta de Olivos, Ella entiende que su figura y su poder no se ajarán como fotos viejas y en consecuencia todo seguirá pasando por sus ojos, más allá de quien sea el ganador en la elección de Octubre próximo.
Aún cuando algunos como el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey dicen que esto es imposible y que para ello no hace falta más que repasar la historia argentina reciente, pero muy especialmente la del peronismo para darse cuenta que esto nunca será así, Ella insiste, junto al conjunto de adulones, bufones de palacios, focas aplaudidoras y pibes para la liberación, que su poder se mantendrá intacto y que Daniel Scioli si es presidente, por ejemplo, no cambiará ni un mozo de Balcarce 50, sin su autorización.
A estas alturas, resulta poco creíble ver tanta sumisión por parte de buena parte de funcionarios, gobernadores y legisladores hacia su figura, aunque se sabe que éste es el comportamiento histórico que los peronistas tuvieron con su ocasional jefe político.
“Nosotros siempre acompañamos a nuestro jefes políticos hasta la puerta del cementerio, pero jamás entramos con ellos a la tumba”, dice una de las frases célebres de la liturgia peronista.
A pesar que Ella no lo crea, con Ella harán lo mismo.
Quienes se rinden ante sus caprichos y tiemblan ante sus rabietas e “histeriqueadas”, saben que eso tiene fecha de vencimiento: será el 10 de diciembre venidero. Luego, no habrá piedad y de Ella hablarán con desprecio y también con odio.
Dice un conocido sociólogo salteño al respecto. “Personalidades como la de Cristina muy pocas veces generan afecto y respeto. Por lo general provocan, en quienes la rodean, miedo y resentimiento, que se muestra exacerbado cuando esa persona pierde el poder. Por eso, no será extraño que cuando la Presidenta deje el gobierno, se conozcan historias hasta ahora secretas que las contarán aquellas personas que más cerca estuvieron y que cumplieron las tareas más humildes. Sin dudas esas fueron las que más sufrieron en todos estos años su atropellos, descalificaciones y faltas de respeto constantes, por eso cuando ya no tengan que verla a diario, empezarán a contar cosas increíbles sobre su verdadera personalidad”.
Más allá de eso, lo cierto es que Ella, la presidente Cristina, por ahora sigue buscando imponer su voluntad y para ello apela a cualquier método, aun los que la muestren como una clara figura que bastardea la Democracia y la República.
Su permanente descalificación y ataque hacia jueces y fiscales que no se han arrodillado ante Ella, está diciendo de su terrible temor a que su hijo Máximo, Lázaro Báez, ella misma y otros como Boudou, Bonafini o Carlotto, no puedan gozar de los millones que robaron estos años y tengan que pasar, aunque más no sea una noche de sus felices vidas, en el mugriento calabozo de alguna cárcel.
Esa figura la aterra y le provoca escalofríos.
Por eso apela a su mano de hierro, cada vez más de lana, para tratar de seguir haciendo lo que le venga en gana.
Juan Manuel Urtubey, el gobernador más influyente que tiene el candidato oficialista Daniel Scioli a su lado, hace rato que le viene marcando la cancha a Ella.
Le dijo, en su territorio, que en Argentina hay desnutridos y que la gente “se caga de hambre”.
Le dijo que hay inflación, inseguridad y que hay que arreglar con los “buitres”.
Los que merodean las ventanas de su despacho, dicen que las puteadas hacia Urtubey se escucharon hasta en Salta.
Es que Ella es así, no le gusta que la contradigan y menos que ignoren sus órdenes y caprichos.
Ya le queda poco. Por más que gane Scioli, su poder nunca volverá a ser el mismo.
Es que el tiempo, inexorable, siempre pasa.
Le queda mucho poder todavía, es cierto, pero cada día será menor.
Ella, Cristina, la viuda de Néstor, la Presidente, deberá empezar a darse a cuenta que paso a paso, se dirige, sin prisa pero sin pausa, hacia su ocaso.