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31 años del “Nunca Más”

Treinta y un años han transcurrido desde aquella jornada histórica en la que encabezados por Ernesto Sábato los honorables argentinos que integraron aquella Comisión Nacional por la Desaparición de Personas entregaba al Presidente de la Nación de la Democracia reconquistada, Raúl Alfonsín, el “Nunca Más” que desde ese mismo instante se convirtiera en un legado histórico de valores inconmensurable y eternos. La Verdad sobre la mayor tragedia que padecimos. Sobre el genocidio.

Lo dije y lo repito que no sólo en cada setiembre del aniversario resulta propicio el momento para hablar del “Nunca Más”, sino que cada día debiera reactivarse su luz como un manual de enseñanza que por supuesto trasciende los límites formales de los programas educativos para proyectarse al conjunto de la sociedad en el amplísimo abanico de sus actividades como comunidad organizada.

Claro está que dicho así pareciera una exageración, pero no lo es puesto que esa obra supera sideralmente la razón y objetivo logrados en la investigación histórica, para proyectar sus valores éticos y morales como un mensaje universal.

Pero como vivimos una cultura fuertemente arraigada de precisar las celebraciones y los duelos en las hojas de los calendarios, aprovechemos este Setiembre de los reverdeceres en su día número veinte.

Lo escribiré mil veces: Fue un 20 de Setiembre de l984, hace exactamente 31 años, que Ernesto Sábato y los miembros de esa comisión entregaba al presidente de la democracia Raúl Alfonsín la histórica obra que –bien lo definió el periodismo: … le ponía nombres y direcciones a la barbarie… a la ingeniería de lesa humanidad perpetrada por la dictadura.

Tres décadas después, ese informe es apreciado como obra colectiva y doliente aporte universal a la lucha por la verdad.

La historia está escrita y como bien lo precisó la ensayista y crítica cultural Beatriz Sarlo en un excelente informe especial realizado en un aniversario por la Revista Ñ del diario Clarín, tiene en el “Nunca Más” una verdadera Carta de compromiso para un nuevo país, pues el informe ha servido como modelo ejemplar en varios procesos de esclarecimiento histórico de asesinatos masivo en todo el mundo.

¿Y por qué es preciso y correcto afirmar que el “Nunca Más” tiene como autor un colectivo en aquella Comisión Nacional por la Desaparición de Personas?... La respuesta es tan clara como contundente: porque fue el cuerpo mismo de la nación el que recibió la herida de los crímenes investigados.”

Bien vale entonces volver a la crónica de ese trabajo y esa obra inmensa. Repasemos:

La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas fue creada el 15 de diciembre de 1983, por decreto de Raúl Alfonsín, que había asumido la presidencia pocos días antes. La mayoría de las organizaciones de derechos humanos criticaron esta decisión y exigieron una Comisión Parlamentaria, dotada de facultades que obligaran a los militares a declarar. Se publicó una solicitada con esa posición, que no fue firmada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), de donde provenía Graciela Fernández Meijide.

El 22 de diciembre de 1983, tuvo lugar la primera reunión de la CONADEP en la que sería su sede del Centro Cultural General San Martín.

En el documentado libro La historia política del Nunca Más (Siglo XXI), Emilio Crenzel señala que monseñor de Nevares propuso que Graciela Fernández Meijide condujera la Secretaría de Denuncias. Ella aceptó con la condición de que los Secretarios participaran en los plenarios de la Comisión y que le fuera posible nombrar el personal a su cargo. Aceptados esos requisitos (sigue Crenzel) “los organismos de derechos humanos, pese a sus dudas, concurrieron a la CONADEP y la mayoría informó su disposición a colaborar.

Abuelas de Plaza de Mayo se entrevistó para coordinar la búsqueda de los niños desaparecidos y Familiares decidió promover la concurrencia a declarar. La APDH, el CELS, la Liga de Familiares remitieron sus archivos de denuncias. Desde entonces, los organismos de derechos humanos sostuvieron una posición dual, colaboraron activamente con la Comisión pero, públicamente, siguieron reclamando la comisión bicameral”.

Integraron la CONADEP Ricardo Colombres, René Favaloro (que renunció después), Hilario Fernández Long, el pastor protestante Carlos Gattinoni, Gregorio Klimovsky, el rabino Marshall Meyer, monseñor Jaime de Nevares, Eduardo Rabossi, Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Sábato y tres representantes parlamentarios de militancia radical: Santiago López, Hugo Piucill y Horacio Huarte. El 29 de diciembre la CONADEP eligió como presidente a Ernesto Sábato.

Las fotografías que testimoniaron aquel acto trascendente lo muestran a Sábato en el momento en que entrega a Alfonsín aquel Informe, insisto el 20 de septiembre de 1984, menos de un año después de que la CONADEP iniciara su trabajo. Un video de YouTube registra el suceso y los discursos.

“Se conocían algunas de las historias o centenares de ellas, –resume con precisión la pluma de la Sarlo- pero flotaban en estado de dispersión, en los registros de las organizaciones de derechos humanos y, probablemente, en los archivos de los represores que hasta hoy permanecen secretos e inaccesibles.

Muchos sabíamos una parte y lo que sabíamos nos bastaba para la condena moral. Pero cuando apareció el Nunca Más, supimos que esa parte se organizaba en una reconstrucción del pasado inmediato; que los fragmentos ya no estarían más esparcidos al azar de lo que sabían las organizaciones y los militantes sino que quedaban, para siempre, establecidos en un escrito. Durante estos treinta años se agregaron nuevos hechos. Y probablemente los juicios todavía abiertos sigan trayendo sus pruebas. La historia nunca cierra su cantera de datos.”

…La historia nunca cierra su cantera de datos…

Repitámoslo que vale la pena: ¡La historia nunca cierra su cantera de datos…!

¡Qué gran verdad!

La lección que dejó la Conadep

Por Luis Moreno Ocampo (*)

¿Cuál es la relevancia de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas 30 años después?

Entre 1983 y 1985 se produjo en la Argentina un movimiento político y social transformador que repercutió y repercute en todo el mundo. Fue una victoria de la libertad en su eterno conflicto con la tiranía y el poder absoluto; no sólo esclareció los crímenes de la dictadura, sino que marcó también el final del poder de las minorías que desde 1930 habían usado a los militares para imponer su voluntad en la Argentina.

Fue una transformación revolucionaria basada en un movimiento masivo no violento. Las armas fueron la verdad y el cumplimiento de la ley.

La verdad fue impulsada por los organismos de derechos humanos, por los medios que rompieron la censura, por la movilización social a través de la música y el teatro, y por el compromiso de personas que no eran de la política, como las que integraron la Conadep.

El respeto por la Constitución y por la ley fue la propuesta electoral de Raúl Alfonsín, que fue apoyada por el voto de los ciudadanos. Las instituciones democráticas funcionaron con eficiencia para implementar esas demandas.

El primer acto de Alfonsín como presidente fue requerir la investigación de los líderes guerrilleros y de las juntas militares, el peronismo se sumó a la propuesta y desde el Congreso apoyó la declaración de nulidad de la "autoamnistía" y luego impulsaría las leyes que permitieron la investigación del pasado. El Juicio a las Juntas Militares, donde los comandantes que habían tenido la suma del poder debieron enfrentar a sus jueces, coronaría esa transformación pacífica y democrática.

La gente acompañaba cada uno de esos pasos. En septiembre de 1984, más 20.000 personas acompañaron a Ernesto Sábato y los demás integrantes de la Conadep a presentar ante el presidente Alfonsín el resultado de su tarea. El informe del organismo muestra la fuerza de la verdad: rompió la desinformación y la censura sobre lo que había ocurrido durante la dictadura y permitió que todos los argentinos supieran lo que les había pasado a miles de ciudadanos.

La información reunida por la Conadep fue además la base del Juicio a las Juntas. Pudimos elegir los casos más relevantes y sumar testigos imparciales y documentos de la época del secuestro que confirmaban lo ocurrido. Pero sobre todo se pudo demostrar la forma en que los comandantes de las distintas fuerzas abusaron de la obediencia castrense para organizar la tarea de secuestrar, torturar y matar. Sólo esa planificación y la disciplina militar explican que funcionarios públicos consideraran parte de su tarea el ejecutar prácticas escalofriantes.

Treinta años después, todavía gozamos de un país sin violencia política, pero con una seria amenaza de la violencia del crimen organizado. Debemos aprender de nuestros aciertos y errores para enfrentarla. Advertir que en 1975 nuestros dirigentes no tuvieron una estrategia para enfrentar la violencia de la Triple A o de las guerrillas y simplemente dejaron que las Fuerzas Armadas ejecutaran un plan ilegal que exigía que no funcionara la Justicia. En 1983 supimos cómo coordinar la demanda social, armonizar las diferencias políticas y aplicar la ley para terminar con la violencia estatal organizada y los golpes de Estado. Hoy no podemos fracasar en el desafío que plantean el narcotráfico y el crimen organizado. Hace falta desarrollar una estrategia democrática, que respete la ley y sea eficaz.

(*) Fuente: Archivo Diario La Nación. Año 2014. El autor fue Fiscal Adjunto en el Juicio a las Juntas Militares en 1985 y Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional.


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