La pobreza: “Otra sensación”
Finalmente, el logro secreto mejor guardado de la política económica del Gobierno nacional fue dado a conocer en los foros internacionales: ya quedan muy pocos pobres en la Argentina, apenas un 5%, y la cantidad de indigentes se ha reducido tanto que hoy su número iguala al de los hinchas de Vélez Sarsfield, es decir el 1,27 % de la población.
El sensacional anuncio fue dado en Roma, por la Presidente, en el marco de la 39ª Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. En rigor, números similares habían sido lanzados en 2013 por el entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a través del Indec, pero como este funcionario atravesaba en ese momento una severa crisis de credibilidad fueron pocos los que dieron los datos por cierto.
De todos modos, el reciente anuncio presidencial también generó gestos de incredulidad en la opinión pública argentina, por lo que la información debió ser ratificada por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, con lo cual ya no quedó ninguna duda sobre su certeza.
El funcionario dio un dato indispensable: ninguno de los presentes en la Conferencia levantó la mano para decir que la Presidente no estaba diciendo la verdad, y como el que calla otorga, entonces quedó consagrado el 5 % de pobreza en Argentina, y al que no le guste que se vaya a vivir a Luxemburgo, donde viven tan mal que hay un 8,1 % de pobres y por poco no se están comiendo entre ellos.
Y ni hablar de Alemania, donde el promedio de pobreza es del 20 % según lo que informó Aníbal Fernández, quien afirmó haber tomado esas cifras de un sitio de estadísticas oficiales germanas de difícil pronunciación. “Aunque no lo quieran creer, países como Alemania no la están pasando bien”, aseguró el funcionario.
De esta manera, y con argumentos inapelables Aníbal Fernández demolió en cuestión de segundos algunos difundidos mitos teutones como el “milagro alemán”, la “locomotora alemana” y las virtudes nutritivas de la salchicha tipo Francfort, entre otros.
La opinión pública argentina fue incapaz de digerir anuncios de semejantes magnitud lanzados en menos de 24 horas. Descubrir de un día para el otro que a la Argentina hay que ponerla de cabeza y sacudirla para que caiga un pobre, y que Alemania es poco menos que un país colonizado por indigentes son revelaciones demasiado fuertes para la mentalidad nacional.
Pero si la pobreza es un fenómeno en extinción en Argentina, ¿por qué el dato estaba tan escondido que ni siquiera el ministro de Economía, Axel Kicillof, fue autorizado a hacerlo público en su momento y tuvo que decir que no sabía cuántos pobres había en la Argentina?
Algunos analistas ven un trasfondo electoral en el tema. Se vienen las presidenciales y hay que difundir los logros de gestión que no son conocidos o pasan inadvertidos, ya sea por falta de difusión o porque fueron hábilmente ocultados por los estrategas de la Casa Rosada para darlos a conocer en el momento justo.
En el caso de la disminución abrupta de la pobreza, una forma de disimular el fenómeno fue mantener en pie las villas miseria, algunas de ellas gigantescas, aun cuando ya están deshabitadas desde hace tiempo por el acceso de sus habitantes a condiciones dignas de vida en confortables urbanizaciones.
Incluso en algunos asentamientos emblemáticos, como la Villa 31 de Retiro, en Buenos Aires, siempre a tiro de notas televisivas, la táctica consistió en contratar actores para que se hagan pasar por habitantes del lugar y así simular de que en realidad se trata de una villa miseria “fantasma”, que seguramente ahora será demolida.
Pero hay otra versión sobre el ocultamiento de la reducción de la pobreza nacional: se habría buscado evitar que el dato llegara a oídos de cientos de miles de desesperados inmigrantes africanos, que hoy cruzan como pueden el Mediterráneo para llegar a Europa (ignorantes de que sólo están saliendo de la pobreza para caer en la pobreza), y que seguramente enfilaran ahora su barcazas hacia el río de la Plata.
“Después del anuncio de la Presidente, es cuestión de tiempo para que el Riachuelo amanezca embotellado por miles de pateras cargadas de refugiados que huyen del norte de África y que cambiaron la isla de Lampedusa por la isla Maciel”, alertó la experta en movimientos migratorios de las Naciones Unidas, Golondrina Martínez.
A veces alcanzar el éxito implica afrontar nuevos contratiempos.
Quizá las riquezas acumuladas de los funcionarios justifiquen que hayan negado el crecimiento de la pobreza en el país
La actividad económica cayó en la Argentina en 2014, según la mayoría de los informes privados. El índice general de actividad (IGA) de Orlando Ferreres–uno de los datos más respetados en el ámbito económico–tuvo un retroceso de 3,5 %.
Los aumentos salariales, incluidos los del Estado nacional, estuvieron por debajo de la inflación, que rondó el 38 %, según mediciones promediadas en “inflación Congreso”.
Esta coyuntura, sin embargo, no fue obstáculo para que los patrimonios de la presidente Cristina Fernández y de los principales funcionarios del Gobierno y del Congreso Nacional registraran importantes incrementos, según las últimas declaraciones juradas.
La escueta enunciación que impuso el kirchnerismo a ese trámite impide conocer con precisión por qué motivos se produjeron tales aumentos en un contexto recesivo.
Existe la posibilidad de que los funcionarios perciban una mayor remuneración por distintos conceptos, más allá de la que está sujeta a aportes personales y al pago del Impuesto a las Ganancias. Es también factible que las autoridades puedan ahorrar buena parte de las remuneraciones que perciben a partir del uso privado de los bienes del Estado. En otros países, esos gastos deben ser costeados por el dinero particular de los funcionarios. El primer ministro francés acaba de pagar una multa por el traslado de sus hijos en un avión oficial.
Además, la mayoría de los funcionarios exhibe una riqueza que resulta sorprendente en función de los sueldos que se pagan en el Estado. Una buena porción de estas personas hace más de una década que se desempeña en el ámbito público.
Quizá el ejemplo más claro sea el de la Presidente, que declaró un patrimonio de 17 millones de pesos al principio de su primer mandato en 2007. Cuatro años después–y por efecto de la sucesión de Néstor Kirchner–sus bienes ya cotizaban por encima de los 40 millones.
En 2014, declaró distintos valores patrimoniales por 64.629.891 pesos, 16 % más que el año anterior. En el caso de los inmuebles, se trata de valores fiscales, por lo que su patrimonio real supera esa cifra.
Quizá las riquezas acumuladas por Aníbal Fernández, jefe de Gabinete de Ministros; Mariano Recalde, titular de Aerolíneas Argentinas, y Juan Manzur, ex ministro de Salud de la Nación y candidato a gobernador de Tucumán, entre las más significativas, justifiquen que hayan negado el crecimiento de la pobreza en el país.
No parecen lógicos semejantes incrementos patrimoniales en un país que ha dado muestras de retroceso económico en los últimos años. Sobre esta falta de transparencia, amplios sectores de argentinos proyectan un manto de justificación, que revela la decadencia moral en la que nos hemos sumergido.