El Perón que muchos debieran leer
A 41 años de su muerte
“En los movimientos políticos,
la autocrítica no sólo debe ser
permitida sino que también ha
de ser propugnada, cuando es de
buena fe, es ampliamente positiva…”
Siempre –y particularmente hoy a 41 años de su muerte- resulta oportuna la relectura del pensamiento y legado de Juan Domingo Perón, como por ejemplo aquel texto titulado “Para nuestra autocrítica – Algunas observaciones a la gestión del compañero Paladino”, aclarando que expresamente se excluyen -con puntos suspensivos (…)- todas las referencias coyunturales a la gestión de Paladino en tanto no modifican el sentido del documento. El mismo fue fechado en Madrid el 15 de Noviembre de 1971, un año y dos días antes del regreso del general, y cuando Perón designa como su delegado personal, a Héctor Cámpora. Quedó para quienes se consideran sus herederos el deber de interpretar la palabra de Perón según “los signos de los tiempos”, donde lo que jamás cambia –o no debiera cambiar- es el compromiso militante con el movimiento popular y la causa revolucionaria y democrática de los pueblos:
1.- Una de las cuestiones que fundamentan su fracaso en la conducción táctica ha sido su espíritu absorbente que lo llevó a la impotencia para manejar una organización tan vasta como el Peronismo…El Peronismo solo se puede manejar mediante una organización que permita la consiguiente descentralización de funciones, sin lo cual ningún hombre, por activo que sea, puede manejar el conjunto.
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3.- Cuando un solo hombre quiere manejar personalmente todo, termina por ser una “rueda loca” que gira sin engranar sino con muy pocas personas y, en consecuencia, puede hacer de todo menos conducción…
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5.- La fuerza que domina al mundo es la humildad, nunca la soberbia. Si algo se ha hecho carne en el Movimiento ha sido precisamente esto…
6.- El que debe conducir el conjunto, debe persuadirse que su misión inicial es “unir a todos” bajo su dirección, para lo cual no ha de pretender “mandar” sino persuadir, ya que en la función política no se trata de “un servicio militar obligatorio”. Mandar es obligar. Conducir es persuadir. Al hombre siempre es mejor persuadirle que obligarle, especialmente en la conducción política.
7.- Cuando se conduce, es preciso utilizar un tino especial, dejando libre juego a la iniciativa de los que ejecutan…El que conduce, por otra parte, no debe tener la pretensión que se haga el cien por ciento de lo que él quiere. Ha de conformarse con que se haga el cincuenta por ciento dejando el otro cincuenta por ciento para que lo hagan a su gusto los demás. Es claro que en tal caso, hay que tener la sabiduría de saber elegir, que el cincuenta por ciento que le corresponde al conductor sea de los asuntos importantes.
8.- El error…en este aspecto ha sido el de eliminar a todos los dirigentes que no cumplieran el total y al “pie de la letra” sus órdenes. Así se fue desprendiendo de los mejores elementos para quedarse con los dóciles u obsecuentes, que no suelen ser los mejores. El conductor político debe tener un tino especial, una paciencia a toda prueba y una tolerancia sin límites, si no quiere terminar con que todos lo engañen o se vayan.
9.- En los movimientos políticos de toda clase, la autocrítica no sólo debe ser permitida sino que también ha de ser propugnada. Esa crítica, cuando es de buena fe, es ampliamente positiva y permite hacer los errores y corregirlos. Cuando se ejerce el mando en vez de la conducción, estos procedimientos están descartados, con lo que a menudo los errores y, la suma de errores, suele ser lo más fatal a una conducción eficaz. Tolerar la autocrítica es una muestra de inteligencia no de debilidad.
10.- El que conduce debe pensar que en tal quehacer no existe una conducta privada y otra pública. El conductor y especialmente el político, no tiene sino conducta pública. Es preciso cuidar muy atentamente el detalle a este respecto porque “la mujer del César no solo debe ser honrada sino también es menester que lo parezca”...no suele ser lo conveniente…que el conductor haga una vida ni siquiera débilmente licenciosa…
11.- Dice Martín Fierro: “Nace el hombre con la astucia que ha de servirle de guía, sin ellas sucumbiría pero según mi esperencia, se vuelve en unos prudencia y en los otros picardía”. En la función política de la conducción es preciso proceder con clara y elocuente prudencia, porque sino todos estarán inclinados a pensar que se obra con picardía…Es que para todas las cosas existe un límite, pasado el cual, cada uno puede pensar lo que desea y siempre habrá muchos más que piensan lo peor.
12.- El quehacer político de un conductor…es de atracción, no de repudio. El que conduce el conjunto ha de persuadirse de que su función es atraer al mayor número de gente, ya que la acción política siendo un medio solamente, es de aspecto cuantitativo. Se trata de sumar en conjunto, ya que en la urna el voto del bueno, del malo, del rico o del pobre, del sabio o del ignorante vale lo mismo. Por eso, esta tarea suele ser un tanto ingrata, ya que hay que aceptar hasta lo que se repudia, sin embargo “hay que tragarse el sapo” o de lo contrario no meterse en el asunto…él recibía solo al que le gustaba. Así se fue llenando de enemigos inútilmente y, “muchos perros, hacen al final la muerte del ciervo”.
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14.-…No se puede, sin producir graves males, ocultar o disimular acontecimientos para evitar malos ratos al Jefe porque con ello se lo suele inducir en error…
15.- El Movimiento Peronista tiene sus “autodefensas” en permanente vigilancia sobre los dirigentes. Ello ha de obligar a los que conducen…a mantener una prudente conducta ante sus propios subordinados, que, aunque no parezca, lo juzgan permanentemente. De manera que no solo hay que ser honesto sino que es indispensable ponerlo en evidencia en forma permanente ante el peligro de ser mal juzgado por las apariencias…
16.- …Lo primero que el que conduce debe evitar es precisamente toda resistencia y para ello la persuasión es el arma.
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20.- …es natural que si uno desea hacer todo personalmente, en una tarea como conducir el movimiento, no puede dar abasto a satisfacer a todo. En cambio si hubiera descentralizado un poco sus tareas, confiando parte de ellas a hombres de confianza, todo podría haberse realizado sin esfuerzo. En la conducción política es preciso confiar en algunos hombres. No todo ha de ser desconfianza porque el número de tareas a cumplir es tan grande que, uno solo, termina por agotarse y dejar de cumplir la mayoría de ellas.
Juan Perón